Seamos optimistas
«A pesar de las alarmantes y muy justificadas portadas de los periódicos, debemos confiar en la sociedad, ahí está nuestra salvación»
Cansado de escribir sobre lo mal que van las cosas, hoy me apetece un artículo positivo que introduzca distinciones y matices. Porque no todo va tan mal en España, hay motivos para la confianza en nosotros mismos, es preciso levantar los ánimos, no hacernos las víctimas ni hundirnos en los lamentos y el pesimismo.
Para sostener en estos momentos tan atrevida tesis me serviré de tres ejemplos que he vivido en persona durante el último año, tres anécdotas, quizás categorías, que me han hecho confiar en el potencial de energía, capacidad de trabajo, honestidad, inteligencia, conocimientos y sentido de la responsabilidad de muchos de nuestros conciudadanos. Tres fundados motivos para el optimismo.
En la primavera pasada, un grupo de amigos pasamos un fin de semana en Peñafiel, la capital del vino de Ribera de Duero, en la provincia de Burgos. El motivo del viaje era visitar unas bodegas propiedad de unos conocidos y pasar el día con ellos, al tiempo que paseábamos por los viñedos, nos explicaban el proceso vinícola y, por supuesto, almorzamos copiosamente probando sus ricos caldos. Todo fue más que agradable, los vinateros y sus esposas nos atendieron espléndidamente y el domingo regresamos satisfechos de la experiencia.
Pero lo más interesante, además de consumir abundantemente el vino Monteabellón, excelente en todas sus variedades, fue conocer como se gestó esta bodega hace tan sólo 25 años. Resulta que eran cuatro hermanos, hijos de una familia de campesinos medianos que vivían de los productos de la tierra y al hacerse mayores tuvieron una idea que no habían tenido sus padres: plantar más viña de la que había y crear unas bodegas.
Con arrojo y riesgo, buscando créditos cuando se les acababa el dinero disponible y trabajando todas las horas del día y de la noche, han creado una importantes bodegas, que han extendido hasta la zona de Rueda y de La Rioja. Todo ello, como digo, en 25 años. Los cuatro hermanos han dedicado su vida y arriesgado su patrimonio, han pedido créditos y hipotecado lo que hiciera falta, han visitado bodegas de todo el mundo para aprender de su ejemplo, exportan buena parte de su producción y sin duda han triunfado: el vino es excelente y la empresa próspera. Sólo merecen admiración.
«Los Pedroches vive de esta cooperativa, sin ella se sumiría en la miseria»
A fines de este otoño visité la comarca de Los Pedroches, al norte de la provincia de Córdoba, ya lindante con Ciudad Real, Badajoz y Jaén, cuya ciudad más importante es con diferencia Pozoblanco. Se trata de una zona de apacible belleza, surcada de pequeños pueblos campesinos y ganaderos, que en total suma unos 50.000 habitantes, y donde la huella del hombre todavía no ha estropeado la naturaleza.
Sería un territorio muy pobre si en 1959 un grupo de pequeños propietarios agrícolas, liderado por uno de ellos, no hubieran tenido una gran idea: formar una cooperativa agrícola. Unos cultivaban el cereal, otros tenían vacas y cerdos, necesitaban aunar fuerzas para obtener rendimiento a sus entonces escasos bienes agrícolas y ganaderos. Así se creó la cooperativa COVAP (Cooperativa Ganadera del Valle de los Pedroches): el pienso les salía más barato, también la comercialización, empezaron a vender fuera de la zona y hoy exportan todo tipo de productos, especialmente ganaderos, a todo el mundo. Los Pedroches vive de esta cooperativa, sin ella se sumiría en la miseria. El jamón de bellota ibérico, gracias a las numerosas dehesas de la comarca, es insuperable. La inteligencia, constancia y buen trabajo, han sido recompensados.
Hace un escaso mes y medio me pasó lo siguiente. Un viernes por la mañana fui a los Laboratorios Echevarne para hacerme una analítica general y rutinaria, la última era de hace más de dos años y mi médica de cabecera me lo recomendó. Este mismo viernes por la tarde tenía una llamada en mi móvil que no contesté porque no reconocí el número, el sábado por la mañana volvió a llamar y seguí sin responder por la misma razón. El lunes de nuevo el mismo número: ante tal insistencia atendí la llamada.
Una voz femenina, algo angustiada y hablando apresuradamente, me dijo que me estaba llamando desde el viernes por la tarde porque los resultados del análisis daban una cantidad exorbitante de leucocitos y me conminó amablemente que me pusiera en contacto con mi médico de cabecera, ofreciéndose además a enviarle inmediatamente por e-mail los resultados. Sólo sé que mi interlocutora se llamaba Virginia, a la que agradezco infinitamente su interés e insistencia, una mujer responsable, comprometida con su trabajo, que fue más allá de lo estrictamente debido y quizás me salvó la vida. Una gran profesional a la que quiero expresar desde aquí mi respeto y reconocimiento.
«El personal sanitario es de una excepcional calidad técnica y humana»
Al cabo de una hora mi médico me llamó diciendo que estuviera en su consulta a las cuatro de la tarde. Una vez allí me dijo que probablemente era una leucemia y debía ir a comprobar si los resultados eran correctos. Poco después fui atendido en la Clínica Ruber y tras hacerme otro análisis me ingresaron durante unos días. La palabra leucemia suena muy mal pero ya no es lo que era, hay leucemias buenas y leucemias malas, afortunadamente la mía es de las primeras, simplemente tengo que tomar de por vida una pastilla al día, una más, pero me moriré de otra enfermedad.
El personal sanitario, desde Virginia hasta la últimas enfermera, pasando por los médicos, es de una excepcional calidad técnica y humana, a todos ellos les debemos un inmenso agradecimiento.
Aquí acaban las historias. La conclusión es que, a pesar de las alarmantes y muy justificadas portadas de los periódicos, debemos confiar en la sociedad, ahí está nuestra salvación. También desde luego tenemos una deuda con tantos buenos funcionarios, con los jueces, con las fuerzas de seguridad. Siempre habrá garbanzos negros, siempre, es la condición humana. Pero la gran mayoría de ciudadanos es excelente, esforzado, cumplidor de su deber, como Virginia y los amigos de Peñafiel y de Los Pedroches. Seamos optimistas.