La persistente inflación
«Endeudamiento, baja productividad, altos costes, ausencia de reformas y una inflación elevada son los malos registros de esta política económica»
La inflación no cede. En la eurozona, aunque la tasa interanual se haya desacelerado, al pasar de un incremento interanual del 2,8% en enero al 2,6% en febrero, el dato mensual se ha acelerado y mucho, al pasar de una caída de cuatro décimas en enero a crecer seis décimas en febrero.
Esto indica dos cosas: en primer lugar, que el retardo externo de los efectos de la política monetaria puede estar siendo más largo de lo deseado. En segundo lugar, que sería conveniente un drenaje más intenso de liquidez para impedir que la presión creciente del gasto público dificulte la correcta transmisión de la política monetaria, hecho que puede estar haciendo que la moderación de los precios esté tardando más en alcanzarse.
Del mismo modo, y aunque el Gobierno mantenga lo contrario, en España la inflación tampoco baja. Se ha publicado el dato del IPC de febrero, que confirma los datos que anticipó el indicador adelantado, y se mueve en la misma línea que la media de la UE: un repunte mensual intenso de los precios. Así, aunque la inflación interanual pase del 3,4% al 2,8% y la subyacente modere su crecimiento, pero resistiéndose más de lo previsto, sus incrementos intermensuales son preocupantes. De esa forma, el IPC general crece un 0,3% intermensual y la subyacente crece, en el mismo período, medio punto.
Lo grave es que estos ritmos altos de inflación se producen sobre niveles de precios muy elevados alcanzados en los meses anteriores, con lo que sigue mermando el poder adquisitivo de los agentes económicos. Si con la desaceleración del crecimiento interanual de los últimos meses sucedía eso, pues seguía creciendo, aunque a menor ritmo, ahora que no sólo es que no crezca, sino que, además, se acelera ese incremento de la inflación intermensual, la situación empeora.
«En febrero, el precio de los alimentos aumentó un 5,3% interanual»
Recordemos que muchos productos han visto aumentar su precio de manera exponencial: así, sobre niveles ya muy elevados, en febrero, el precio de los alimentos aumentó un 5,3% interanual; la carne de cerdo, un 11%; los aceites, un 46,2%, que supone, además, una aceleración sobre el dato de enero; los productos lácteos, un 1%, que también se aceleran; las patatas, un 7,1%; el pescado, un 6,7%, con aceleración sobre enero; el azúcar, un 4,1%. Todo ello, sobre subidas acumuladas ya muy importantes en los últimos meses.
Todo ello, hace que desde que gobierna Sánchez la inflación haya subido un 17,2%, mientras que la subyacente, durante su mandato, lo haya hecho un 15,2%.
Esto merma renta disponible a los agentes económicos, que se empobrecen, especialmente las familias, afrontando, con los ahorros generados durante la pandemia ya gastados, un horizonte muy difícil, en el que la mitad de los españoles tiene dificultades para llegar a fin de mes, mientras el Gobierno los sigue endeudando y asfixiando con impuestos.
Además, la preocupante evolución del crecimiento económico, basado en el gasto público, que habrá de descender con las reglas fiscales, al estar ya operativas este año; y el turismo y el sector exterior, que se resentirán por la merma de renta de nuestros socios comerciales, que caen, no augura nada bueno. Un crecimiento en el que no dejan de crecer los costes laborales, de manera sostenida, y de caer la productividad, que nos hará perder mercados.
Endeudamiento, baja productividad, altos costes, ausencia de reformas y mantenimiento de una inflación elevada, son los malos registros de esta política económica.
Sánchez vive en una permanente huida hacia delante, esperando que los datos le aguanten hasta que logre su objetivo, que no sabemos si puede ser un puesto a nivel internacional, mientras la inseguridad jurídica que genera y el débil apoyo parlamentario con el que cuenta no contribuyen a mostrar un horizonte de crecimiento mejor, aunque la trama de supuesta corrupción de las mascarillas puede que eche por tierra esos objetivos internacionales de Sánchez, pero el empobrecimiento ya lo ha dejado en la economía española.