El amigo marroquí
«La orden no escrita, pero que todo el Gobierno sabe y acata, es que no haya ninguna discusión, ningún conflicto, ningún problema con la monarquía de Mohamed VI»
Es totalmente inimaginable en cualquier rincón del mundo que exista una política exterior, personal y secreta de un presidente de gobierno de un país democrático que esté a merced de los deseos de un país vecino. Un país vecino que siempre ha tensionado las relaciones no siendo leal en muchas etapas de la historia común. Un país vecino que tiene un régimen autocrático con un monarca que es dueño y controla la mayoría de los sectores de la economía del país. Un monarca que, siendo la máxima autoridad religiosa, su amor por el lujo le hace vivir más tiempo en el extranjero que en su propio país y al que no le ha importado nunca utilizar todo tipo de estrategias y amenazas para conseguir sus propósitos.
Mohamed VI aprendió de su padre Hassan II a convertir a los vecinos en el foco enemigo que permitiera tener controlado a una ciudadanía fácilmente manipulable. Lo hicieron con Argelia, enemiga tradicional, y lo hicieron también con España. Desde la Marcha Verde la relación hispano marroquí ha tenido grandes altibajos a veces suavizados por la supuesta «hermandad» de las dos monarquías, la española y la alauita. Pero nunca han cejado en mantener sus aspiraciones territoriales sobre Ceuta, Melilla, e incluso las islas Canarias.
Nunca consiguió que España, fuera el que fuera el gobierno, abandonara su política de apoyo a la celebración de un referéndum en el Sáhara controlado por Naciones Unidas. Con Aznar subieron la tensión en una escalada diplomática que empezó con la retirada del embajador marroquí y terminó con la invasión militar del islote español de Perejil. A pesar de la tibieza francesa y la sospechosa neutralidad norteamericana, la reacción española de recuperar manu militari inmediatamente el control del islote, dejó claro a Mohamed VI en ese momento la firmeza española.
Desde entonces, junto a las presiones territoriales constantes, Marruecos empezó a gestionar dos armas igual de poderosas: el control de los flujos de la inmigración ilegal contra España y el freno del integrismo religioso yihadista. Con ellas convivieron Zapatero y Rajoy. Y también Sánchez en sus primeros años. Pero la presencia en el gobierno de coalición de Podemos, siempre activo en la defensa de las posiciones saharauis y en contra de las pretensiones de Mohamed VI, volvió a tensar al máximo la relación.
En los tiempos del COVID Marruecos aprovechó para materializar la tensión con el cierre de las fronteras de personas y comerciales de Ceuta y Melilla. Luego Marruecos volvió a romper las relaciones diplomáticas al conocer que el gobierno de Sánchez había permitido la entrada en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, en abril de 2021 para recibir atención médica por tener COVID.
«Desde la Marcha Verde la relación hispano marroquí ha tenido grandes altibajos a veces suavizados por la supuesta ‘hermandad’ de las dos monarquías»
Hasta ahí lo que se conoce de manera más o menos pública. Desde entonces, una sucesión de decisiones del presidente Sánchez que nadie se explica y que él tampoco ha explicado de manera convincente, ni siquiera a su propio gobierno o partido.
Empezaron las ayudas millonarias periódicas para Marruecos. Una de ellas, de 30 millones de euros, fue solo un día antes de que se produjera el primero de los dos hackeos que sufrió el móvil de Pedro Sánchez en mayo de 2021 en el que, según palabras del ministro Bolaños, le robaron 2,6 gigas de información. A los pocos días, en otro hackeo le roban otros 130 megas. También la ministra de Defensa, Margarita Robles, sufrió un hackeo y no fueron los únicos, luego se supo que en 2020 el CNI había identificado hackeos a otros móviles, entre ellos el de la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González Laya del ministro del interior, Fernando Grande-Marlaska y de más altos cargos y algún periodista. Los objetivos parecían claros: Presidencia, Defensa, Interior y Exteriores.
Precisamente fue la responsable de exteriores la que sufrió un cese que para todo el mundo respondía a una exigencia de Marruecos. Por entonces nada se sabía públicamente de los hackeos, hasta que en mayo del 2022, Bolaños lo reveló afirmando tajantemente que era «un ataque externo». No citó a nadie. Tampoco lo hizo Sánchez a pesar de que el Parlamento Europeo años más tarde acusó a Marruecos de su hackeo. Sin embargo, la justicia española no ha conseguido avanzar nada por la falta de cooperación de Israel, el país de la empresa que fabrica Pegasus. Desde entonces, silencio sobre este asunto. Como si nada hubiera pasado. Pero algo pasó.
Y fue tan importante como la decisión personal de Sánchez de que España apoyara por primera vez a Marruecos en su pretensión de convertir el Sáhara en una provincia autónoma. Todo se conoció de una manera humillante: un comunicado emitido por el Gabinete Real marroquí y no por el gobierno español. Era Rabat la que informaba, con supuestas citas textuales de Sánchez, que el plan marroquí era «la base más seria, creíble y realista para la resolución de esta disputa». Desde Moncloa se intentó luego vender los supuestos beneficios del giro al decir que era una nueva etapa» en la relación bilateral «basada en el respeto mutuo, el cumplimiento de los acuerdos, la ausencia de acciones unilaterales y la transparencia y comunicación permanente». Una «nueva fase que marcaba una hoja de ruta clara y ambiciosa (…) para garantizar la estabilidad, la soberanía, la integridad territorial y la prosperidad de nuestros dos países«. Nada se ha cumplido. Solo el alejamiento total de España con Argelia.
La realidad era que suponía abandono del pueblo saharaui y el reconocimiento de facto de la ocupación marroquí. El Congreso de los Diputados, con el apoyo de todos los grupos políticos, excepto el socialista, votó en contra de este giro. Desde entonces el gobierno español ha ido periódicamente concediendo ayudas millonarias que se acercan a los doscientos millones de euros para todo tipo de conceptos, siempre incumplidos. Lo más hiriente es que les compraron vehículos 4×4, cámaras térmicas, visores nocturnos para el ministerio del Interior marroquí. Material de primera que el ministerio de Interior español no ha facilitado a nuestras propias fuerzas de seguridad que luchan en el Estrecho contra el tráfico de drogas o el tráfico ilegal de personas. Una lucha contra los narcos que se iba ganando con la existencia de OCON-Sur pero que cortó en seco sorprendentemente el propio ministro del interior Grande-Marlaska con la desarticulación de este grupo de choque. Lo hizo sin dar explicaciones, ni siquiera a la fiscalía, en una decisión inexplicable para la mayoría de los expertos que ha permitido que el trafico de droga desde Marruecos haya vuelto a campar a sus anchas en el Estrecho.
También a sus anchas quiere campar Marruecos en las aguas atlánticas y su pretensión incluye todas las aguas del Sáhara rompiendo así el principio de equidistancia, utilizado actualmente para delimitar las aguas entre Canarias y Marruecos. De esta manera atacan las reivindicaciones españolas sobre la plataforma continental de Canarias, lo que incluye depósitos submarinos ricos en recursos. Y no se cortan a la hora de realizar unas maniobras militares con un gran despliegue de fuerza durante tres meses en aguas del Sáhara Occidental, a tan solo 100 millas náuticas de Canarias ante la protesta del gobierno canario y del Frente Polisario, y el silencio una vez más sumiso del ministerio de Exteriores que en vez de exigir información a Marruecos, lo que hace es decir a Canarias que no pasa nada, que las maniobras están lejos.
Así todo con Marruecos. La orden no escrita, pero que todo el gobierno sabe y acata, es que no haya ninguna discusión, ningún conflicto, ningún problema con la monarquía de Mohamed VI. Y esa sumisión ha llegado incluso a la agencia EFE que se ha negado a informar, por órdenes de arriba, del amparo que la Asociación de la Prensa de Madrid, la FAPE o Reporteros sin Fronteras, han dado al periodista español Ignacio Cembrero frente al acoso judicial marroquí. Cembrero, que fue corresponsal muchos años en Rabat y está considerado uno de los mayores expertos en el mundo árabe y en especial en Marruecos, denunció en su día que también le habían hackeado con Pegasus su móvil. Marruecos le denunció judicialmente y ahora amplía su denuncia, recurriendo a un informe del departamento de Seguridad Nacional de la Moncloa en que señalan a Rusia y China como países que espiaron a España, pero que exculpa al vecino magrebí.
Hay mucho ruido sobre lo que ha podido causar realmente el giro de Pedro Sánchez sobre el Sáhara. Lo cierto es que Marruecos no ha cumplido siquiera la apertura de las aduanas comerciales de Ceuta y Melilla. Y mientras tanto, sigue armándose hasta los dientes con la tecnología mas puntera de Estados Unidos e Israel. El amigo marroquí busca el control militar del Estrecho y el de las aguas saharianas. Y eso no es bueno para España.