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Antonio Caño

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«Las elecciones vascas confirman el fracaso de la política de pactos del PSOE: avanza el nacionalismo radical y se difumina la alternativa socialista»

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Pedro Sánchez y los políticos vascos. | Ilustración de Alejandra Svriz

En perfecta sintonía con la afirmación de Pedro Sánchez el 23 de julio de 2023 de que «somos más», uno de los socios de esa insólita mayoría, Bildu, la prolongación política de la organización terrorista ETA, ha logrado un avance histórico en el País Vasco. En combinación con el proyecto más moderado y gradual del PNV, el nacionalismo alcanza su cota más alta de respaldo electoral en toda la democracia. Son más.

«Es una indicación inequívoca del rumbo de la opinión en el País Vasco, algo que, de alguna forma, modificará la relación de esa comunidad con el resto de España»

Pendientes aún de variaciones en el cómputo final, Bildu consigue un gran progreso, tanto en el número de votos como en el de escaños (al menos seis más), se apodera de todo el espacio de la izquierda y se convierte en el triunfador indiscutible de la noche.

El hecho de que estos resultados quizá no permitan aún a Bildu acceder al Gobierno vasco matiza, desde luego, la gravedad de lo sucedido. Pero es una indicación inequívoca del rumbo de la opinión en el País Vasco, algo que, de alguna forma, modificará la relación de esa comunidad con el resto de España. El PNV tomará con seguridad buena nota de esta evolución, así como deberían de hacerlo también los partidos que defienden los valores constitucionales.

No es este resultado responsabilidad exclusiva de Sánchez. Esto ocurre, en primer lugar, porque así lo quiere la sociedad vasca, que prefiere olvidar un pasado muy doloroso y partir de cero desde el último derramamiento de sangre, dejando a víctimas, asesinos y cómplices en pie de igualdad. Así como se comprende el deseo humano de borrar los malos recuerdos, debería de preocupar el futuro que se puede construir, no sobre la reconciliación, que no es lo que está ocurriendo en el País Vasco, sino sobre la tergiversación por parte de la izquierda abertzale de lo ocurrido en las últimas décadas.

En ese olvido -o disimulo- y tergiversación se ha fundamentado el avance de Bildu en estos años y su innegable éxito de ayer. Parte la construcción de ese marco político, como digo, de la voluntad de una mayoría de los vascos de pasar página a toda costa. Pero no habría sido posible su implantación sin la complicidad del Gobierno y del conjunto de la izquierda española, que no ha tenido reparos en acoger en su seno a los aliados de ETA sin pedir siquiera el más mínimo gesto de contrición por su siniestro historial o de respeto a la democracia española: «Somos más».

En un desgraciado ejercicio de desistimiento político que reduce todo el proyecto del PSOE a aquello que sirva para mantener el poder en Madrid, los socialistas han renunciado de hecho a competir con Bildu, y por eso sus aspavientos contra ese grupo durante los días de la campaña electoral vasca no han servido para nada, más que para dejar en evidencia su hipocresía ante todos los españoles.

A la hora de la verdad, los vascos han entendido que si Bildu cuenta como izquierda homologada en Madrid, también es izquierda homologada en el País Vasco. De modo que no hay mucha razón para desperdiciar el voto con otras opciones de la misma ideología que, además, no están enteramente consagradas a la defensa de los intereses de ese territorio.

Con su «somos más», el PSOE renuncia de hecho a competir en el País Vasco. Como antes renunció en Galicia. Y como acabará renunciando en Cataluña si la aritmética electoral le sitúa ante la disyuntiva de elegir entre ganar el poder en Barcelona o mantenerlo en Madrid. Triste consuelo ese de que el PSOE tiene la llave para la formación del Gobierno, triste consuelo para un partido que ya estuvo en el Gobierno vasco y que tenía desde el comienzo de la democracia vocación claramente mayoritaria.

Esto mismo sirve para el resto de la izquierda. Podemos y Sumar se desangran y se convierten en irrelevantes por su identificación sistemática con los nacionalistas radicales. Curioso que la única comunidad en que esas fuerzas representan todavía algo es la de Madrid. El PSOE ha ganado muy pocos de los votos perdidos por Podemos -muchos menos de los esperados-, lo que da buena muestra del fracaso colectivo de la izquierda nacional.

No sé si los resultados vascos hubieran sido diferentes si el PSOE hubiera mantenido su tradicional estrategia de confrontación con Bildu como fuerza al margen de la Constitución y del orden democrático. Tal vez no. Pero, al menos existiría una alternativa. Como siempre lo ha sido el Partido Socialista en el País Vasco, donde tiene historia y tradición de poder.

Queda por ver qué significa el resultado de las elecciones vascas en el conjunto de España. Es evidente que, aunque no se decida a hacerlo hoy, el nacionalismo goza de apoyo suficiente como para enfilar el camino de un proceso soberanista en condiciones mucho más favorables de las que tuvo el procés. Es posible que entonces reaccionase la población vasca y la tolerancia que hoy se aprecia ante los mensajes separatistas se convirtiera en miedo a perder los privilegios de los que actualmente goza.

En todo caso, estamos jugando con fuego. Veremos qué ocurre el mes próximo en Cataluña, pero lo cierto es que el espacio del constitucionalismo se reduce en las comunidades más amenazadas por el independentismo. La subida del PP en el País Vasco y la que se espera en Cataluña no compensa ni de lejos el alejamiento del PSOE del bloque constitucional.

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