¿Retirada o reagrupamiento?
«La gran duda inicial es si ya tiene decidida la retirada o lo que tiene decidida es la lucha y esta carta ha sido un toque de reagrupamiento»
No acostumbra Pedro Sánchez a quedarse quieto cuando las cosas le van mal. Ante situaciones complejas tiene la costumbre de doblar la apuesta. Lo hizo en su primera etapa de secretario general del PSOE cuando su famoso «no es no» a un gobierno de la lista más votada de Mariano Rajoy le llevó fuera de la dirección socialista y fuera también del Congreso. Lo repitió hace menos de un año, tras las últimas elecciones autonómicas en mayo, donde quebró cualquier consecuencia al varapalo electoral a los socialistas con una disolución de las Cortes el 29 de mayo y una convocatoria de elecciones generales en las que consiguió resistir el triunfo de Alberto Núñez Feijóo con una nueva tanda de acuerdos con independentistas. Había que subir el evite y se subió hasta el punto de pagar el chantaje con una ley de amnistía que jurídicamente está rompiendo el país y el Estado de derecho.
Aunque era cuestión de tiempo que estallarán los escándalos sobre la gestión de las mascarillas durante los días de la pandemia, lo que no esperaba Sánchez es que el inicial escándalo Koldo, la mano derecha de Ábalos, acabara derivando en una serie de informaciones sobre su propia mujer y se acabara convirtiendo en el caso Begoña. Las informaciones reveladas sobre los negocios de la esposa del presidente traspasaban este miércoles las informaciones periodísticas para acabar en una denuncia de Manos Limpias en un juzgado de Madrid que abría diligencias contra la esposa del presidente por presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción. Esa misma Manos Limpias que denunció y llevó a la cárcel a Iñaki Urdangarín o a Rodrigo Rato, por citar dos personalidades relevantes.
Una noticia que Sánchez llevaba marcada en su rostro serio, duro y tenso, con mandíbula marcada, durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso. Sesión en la que, a balón centrado por Rufián en su pregunta, el presidente decía con toda la intención que «a pesar de todo lo de hoy, sigo creyendo en la justicia». A continuación, salía corriendo del Congreso a pesar de tener la agenda vacía sin contestar a los informadores en los pasillos. Nadie sabía el daño hecho la apertura de diligencias. Pocas horas después, Sánchez hacía publica una carta dirigida a la ciudadanía en la que decía que cesaba su agenda pública hasta el próximo 29 de abril, día en el que comunicará su decisión de seguir o no al frente del Gobierno.
En la carta Sánchez niega cualquier tipo de irregularidad de su mujer y acusa directa y personalmente a Feijóo y a Abascal y a lo que llama ultraderecha mediática del acoso a su mujer. Dice que tiene que reflexionar para saber si le merece la pena seguir en la vida política. Se lo va a pensar durante cinco días. Un bombazo que ha cogido por sorpresa a todo el mundo político, incluido a su propia gente más cercana.
Se abren cinco días de confusión, de teorías y de hipótesis sobre lo que decidirá. La gran duda inicial es si ya tiene decidida la retirada o lo que tiene decidida es la lucha y esta carta ha sido un toque de reagrupamiento para no solo defender la legalidad de las actividades de su esposa, sino también para generar en torno a él un reagrupamiento de fuerzas de apoyo y un impacto en las campañas electorales cercanas. Lo hace tras unas elecciones vascas en las que Sánchez recopila todos los votos a sus socios como si fueran suyos. «Nueve a uno» ha manifestado apropiándose de los votos a Bildu, al PNV a Sumar.
El impacto es tan evidente que va a silenciar hasta el lunes 29 cualquier otro hecho. El arco de interrogantes se multiplica exponencialmente. Una dimisión es posible y eso abriría una sucesión interna e interina previsiblemente con la número dos, María Jesús Montero. La ley impide convocar elecciones generales hasta el próximo 29 de mayo, un año después de la última convocatoria. Es posible que diga que se va, aunque cuesta creerlo conociendo la adicción al poder de Sánchez. Menos traumática sería una solución parlamentaria como el que buscara una moción de confianza en el Congreso para dejar de manifiesto su fuerza parlamentaria con el apoyo expreso de sus socios. Pero sería dejarlo en manos otra vez de sus insaciables socios y con unas elecciones catalanas en el camino y un Puigdemont cuya situación sigue siendo compleja a pesar de la tramitación de la ley de amnistía.
Dicen algunos cercanos a Sánchez que los ataques a su mujer y a su familia efectuados por el PP en el Congreso hoy le han afectado de manera especial. Pero desde Génova se especula con que haya todavía más cuestiones por descubrir y por eso amaga con irse. Mantienen que tiene que dar explicaciones y no buscar un victimismo que entienden como un mero acto de campaña. Recuerdan también que el PSOE y Sánchez en concreto han usado el arma de atacar a familiares de forma masiva. En especial contra el novio de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, por los presuntos delitos de fraude fiscal. También lo hizo en sede parlamentaria la propia vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero, cuando acusó a Feijóo de haber concedido subvenciones a la empresa en la que trabajaba la mujer. La noticia era errónea, pero el ataque se había realizado y en el PP tomaron nota.
Hace pocas semanas, veíamos en Portugal dimitir a António Costa, primer ministro de Portugal tras conocerse investigaciones relacionadas con tráfico de influencias, corrupción y prevaricación en proyectos energéticos. Un ejemplo cercano y en el que no había familiar por medio. Pero ha sido un ejemplo de retirada que deja abierta a Costa la puerta europea. Mucho se ha comentado que Sánchez viene buscando desde hace tiempo esa salida internacional. Una dimisión en la que apareciera como víctima enamorada de unos ataques injustificados contra su mujer es también una opción no descartable.
Lo único cierto es que estamos sólo en el principio de los escándalos jurídicos por el caso Koldo. Estamos a pocas semanas de unas elecciones catalanas en las que a pesar de que Illa triunfe, lo que decida pondrá en riesgo siempre los apoyos independentistas en Madrid. En medio de una tramitación dolorosa de la ley de amnistía de la que Bruselas avisa que no entrara en vigor hasta que sea revisada su legalidad. Con un Puigdemont que ya se ha visto hasta qué punto puede elevar la capacidad de chantaje. La inestabilidad es evidente. Ahora vienen cinco días de más, si cabe, inestabilidad.
El 29 de abril sabremos si a Sánchez le merece la pena seguir y lo que ha buscado es un impactante acto para abrir la campaña electoral catalana y europea o por el contrario realiza una retirada amorosa que no le cierre futuras puertas.