THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Cómo se forja un déspota

«Las primarias han echado a perder al PSOE. Lo han convertido en un partido plebiscitario, sin intermediarios entre el mandamás y su pueblo militante»

Opinión
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Cómo se forja un déspota

Ilustración de Alejandra Svriz.

Cuentan que encontraron a unos socialistas lamentándose de la tragicomedia interpretada por el presidente del Gobierno. Entre sollozos, los progresistas declararon que Sánchez les engañó, que ha convertido el PSOE en su juguete y que estaban en una «deriva peronista». Luego se sonaron la nariz en la bandera roja del partido, y bajaron el puño para secar sus lágrimas. Noqueados, todavía se preguntan cómo ha sido posible, si tienen primarias, que el partido esté bajo la tiranía de una persona.

Lamento tener que decir esto, pero las primarias se han revelado como una forma sutil de elegir a un déspota. El ungido con los votos de la militancia, bien apañados y negociados, como siempre, puede ejercer un poder prácticamente absoluto. Si juega bien sus cartas, el líder es capaz de acabar con la oposición interna, impedir la disidencia, acallar las voces críticas, echar a los díscolos, o apartar de las listas a quien no se someta. Si es listo, y Sánchez lo es, convierte su voluntad arbitraria en el programa del partido. Y todo esto, refrendado y legitimado por el voto de la militancia. Véase Podemos, y ahora el PSOE.

Las primarias, en suma, no democratizan un partido, sino que abren una vía legítima para el ejercicio del despotismo interno. Una buena prueba es que los socialistas críticos con Sánchez no dan su nombre, sino que se ocultan. Si declarasen en un documental, su voz saldría distorsionada y su rostro pixelado. En su lugar, han fingido una alegría desbordante cuando el déspota comunicó su permanencia en el trono. No obstante, en el fondo, tienen la certeza de que el reverendo líder ha tomado nota de los que lloraron océanos y de los que no. Es entonces cuando el miedo por la pérdida del empleo se mezcla con la vergüenza de un partido convertido en una tropa de súbditos.

Llegaron a esto porque la militancia, los cargos intermedios y los aspirantes a tener una alta dignidad pública se pusieron al servicio de Sánchez desde 2017. Transformaron a un tipo fracasado que atesoraba a partes iguales rencor y narcisismo en un político sin límites en su acción. Ahora, tras entregar sus armas y banderas, su voluntad y el criterio propio, la estructura interna y el programa, todavía hay socialistas que se lamentan del peronismo del tirano que forjaron.

Entregaron el poder a Sánchez sin poner el típico freno liberal de las democracias, que es la desconfianza a todo gobierno. Cayeron en el caudillismo, en la elección de un líder que funciona a través de plebiscitos, sin sujeción a instituciones fiscalizadoras internas o a normas intocables. Ese caudillo se apropió del PSOE y ahora quiere adueñarse de la democracia española. Está a un retiro de cinco días de cambiar el puño y la rosa por su cara, emulando así a Pablo Iglesias en sus comienzos.

«Esos sollozantes socialistas saben que su PSOE es un trasunto mejorado del Podemos de Pablo Iglesias»

Las primarias han echado a perder al PSOE. Lo han convertido en un partido plebiscitario, que es la esencia del populismo, sin intermediarios entre el mandamás y su pueblo militante. Eso ya no tiene remedio, y por eso muchos callan, se palpan el bolsillo y tiran para delante. Es lógico. Se juegan el empleo, el nivel de vida, los lujos, el vivir pensando que trabajar es tomar cafelitos, charlar en los pasillos, leer un discurso que otro escribió, y aplaudir al jefe por cualquier cosa.

Esos sollozantes socialistas saben que su PSOE es una versión más acabada del populismo de izquierdas, un trasunto mejorado del Podemos de Pablo Iglesias. Miran alrededor y ven a sus compañeros corear el «sí se puede» con el mismo fervor que los podemitas, y escuchan un «¡No pasarán!» procedente de una voz ministerial. En ese ambiente les resulta imposible olvidar las imágenes de María Jesús Montero visiblemente alterada a las puertas de Ferraz agitando los brazos y gritando.

Después, esos compungidos socialistas se tragaron las entrevistas en TVE, la cadena SER y El País, esparcidas por si había dudas entre los feligreses de cuál era la verdad que tenían que creer. Ni un progresista debía olvidar el relato del mesías perseguido por la derecha y la ultraderecha, ni la obligación de usar los resortes del Estado para defenderse de los malos, que son, por definición, los enemigos de Sánchez.

Ahora tienen miedo del monstruo que han creado y no pueden quitárselo de encima. Después de regalarnos a semejante déspota se lamentan de lo votado y defendido, de sus recomendaciones y silencios. Es tarde. El mal ya está hecho.

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