THE OBJECTIVE
Marcos Ondarra

La negacionista eres tú

«El feminismo niega o minimiza los problemas que sufren los hombres por el hecho de ser hombres, que son cada vez más y mayores»

Opinión
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La negacionista eres tú

Ilustración de Alejandra Svriz.

Comparto la preocupación de algunos prescriptores de opinión con el «negacionismo», pero en un sentido opuesto. Esta semana se ha registrado en la Comunidad Valenciana la Fundación para la Defensa de los Hombres Maltratados, y la reacción de la progresía política y mediática (amén de misándrica) ha sido inquietante. Los impulsores han sido tildados de «machistas», que es el anatema con el que se pretende paralizar al disidente e impedir un debate racional, y hasta de -contengan el vómito- «maltratadores».

El pecado de este grupo de hombres -y, me consta, mujeres- ha sido el de asociarse para ofrecer asesoramiento legal y psicólogico a varones víctimas de violencia doméstica y de denuncias falsas, en aras de una «igualdad real donde los hombres maltratados gocen de las mismas garantías y protección que las mujeres». «La existencia de A no significa la no existencia de B», se justifican en su página web, como sabiendo de antemano la que les iba a caer por no acatar el mandato ideológico que reza que la mujer, por definición, es un ser angelical incapaz de mentir o agredir (una visión paradójicamente machista que niega la libertad y autonomía del sexo femenino para elegir el mal).

«Mazón se vuelve a arrodillar ante el negacionismo de Vox», se leía en el titular de un medio de comunicación progubernamental. Una lectura que después era vociferada por todo el equipo de opinión sincronizada. Por un lado, se acusaba al Gobierno valenciano de PP y Vox de haber permitido registrarse a la fundación, ignorando que ya estaba constituida como asociación desde octubre de 2022 gracias al Ministerio del Interior de Fernando Grande-Marlaska, y además obviando convenientemente que la Generalitat está obligada por la Constitución a aceptarla. Pero lo mollar es la acusación de «negacionismo» que pesa sobre los hombres que se atreven a denunciar, pese al estigma, ser maltratados. O a quienes los apoyan. O apoyan que se les apoye. O incluso a quienes tienen que aceptar, por imperativo legal, que se aglutinen en torno a una fundación.

Debemos asumir por tanto que o bien el hombre no es maltratado (una mentira) o que lo es pero no merece acompañamiento ni reconocimiento (una maldad) porque esto entraría en conflicto con las mujeres víctimas. En fin, ya sabemos que a la izquierda siempre le ha costado asumir que hay víctimas en ambos lados.

El portavoz de los socialistas valencianos, José Muñoz, tildaba de «aberración» que «las mujeres víctimas de violencia de género compitan para acceder a subvenciones públicas con una asociación mal llamada de hombres maltratados». La ministra de Igualdad, Ana Redondo, se ciscaba, como su predecesora, en el sentido común, la decencia y la Carta Magna y decía: «No creo que tengan derecho constitucionalmente» a asociarse.

Resulta paradójico. Sólo desde el negacionismo (entrando en la memez de extrapolar este término más allá del Holocausto) se puede negar que hay hombres maltratados, que hay miles de víctimas de denuncias falsas, y que existe una correlación directa entre éstas y la desproporcionada tasa de suicidio varonil, que alcanza el 75,2%: 3.121 de los 4.227 suicidios registrados en 2022. La abogada Yobana Carril, que algo sabe del tema, sostiene que un 80% de los hombres que se suicidan estaban inmersos en un proceso de divorcio viciado por la Ley Integral de Violencia de Género (LIVG). Una lectura que comparten desde la Fundación en Defensa de los Hombres Maltratados, que ha recibido más de 400 llamadas de auxilio tan sólo en el último año.

Sólo desde el negacionismo se puede llamar a abordar los problemas con perspectiva de género para luego aplicarla unidireccionalmente. Aplíquese al suicidio. También a los accidentes laborales, mortales o incapacitantes, al sinhogarismo, al fracaso escolar, a la investigación del cáncer (comparando los recursos que se destinan al de mama y al de próstata), a la población combatiendo en una guerra, a la reclusa, al reparto de bienes y tiempo con los hijos tras un divorcio o a la esperanza de vida. Y saquemos conclusiones. 

Pero que no se aplique ya arroja una conclusión evidente: esa perspectiva es sólo hemiplejia, un punto de fuga que observa la realidad desde un único ángulo y que, en consecuencia, produce más ceguera en tanto en cuanto es mayor la perspectiva. 

El ejemplo más claro es el de los infanticidios. Más de la mitad de estos, tal y como adelantó en su día THE OBJECTIVE, son cometidos por la madre. Sin embargo, estos casos ni se computan estadísticamente. Sólo se contabilizan los cometidos por los padres, que además se explican por la «violencia vicaria», que es chatarra peronista que niega la autonomía vital del hijo y lo reduce a una mera extensión de la madre.

«No hay nadie que niegue la violencia contra las mujeres. Sólo gente que trata de añadir matices al discurso hegemónico»

Una de las críticas más evidentes que cabe hacer al feminismo es que dice luchar por la igualdad, pero exacerba los problemas que sufren las mujeres por el hecho de ser mujeres (que los hay) mientras niega los de los hombres por el hecho de ser hombres (que también los hay). ¿No es eso, precisamente, negacionismo en puridad (que no en paridad)?

Entre los supuestos «negacionistas» no hay nadie que niegue la violencia contra las mujeres. Sólo gente que trata de añadir matices al discurso hegemónico, algunos tan razonables como que las mujeres también pueden ser victimarias, o que la causa de la violencia hacia ellas no es «el machismo», sino que hay variables como el alcoholismo, el estrés laboral, la fragmentación familiar, la religión o la cultura que pueden y deben contemplarse si se quiere atajar el problema.

La simplificación ad absurdum de un fenómeno criminológico, unida a la voluntad del feminismo mainstream de ocultar la nacionalidad detrás de muchos de estos delitos, conduce a la pregunta, pertinente, de si de verdad hay una voluntad real de acabar con esta lacra. O si, por el contrario, se ha convertido un drama en un negocio muy lucrativo. 

El feminismo niega o minimiza los problemas que sufren los hombres por el hecho de ser hombres, que son cada vez más y mayores, como se demuestra del hecho de que la ley trans la estén utilizando en su mayoría varones, y por tanto no puede ser considerado un movimiento que busque la igualdad, por mucho que algunos se refugien en cuestiones nominales y se pongan puristas con la RAE. Porque si atendemos a ésta, hermana, la negacionista eres tú. 

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