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Antonio Caño

Tras el voto en Cataluña, la negociación en Madrid

«Su éxito convierte a Illa en el mejor situado para ser president, pero eso dejaría a Puigdemont sin incentivos para sostener a Sánchez»

Opinión
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Tras el voto en Cataluña, la negociación en Madrid

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el candidato de Junts a las elecciones catalanas, Carles Puigdemont. | Ilustración: Alejandra Svriz

Aceptando la posición del Partido Socialista en 2023 de que las elecciones las gana quien consigue gobernar, es pronto para proclamar un ganador de las elecciones celebradas este domingo en Cataluña, por mucho que el éxito del candidato del PSC, Salvador Illa, sea indiscutible y que la política de Pedro Sánchez, ley de amnistía incluida, se haya vista revalidada.

Ninguno de estos dos últimos triunfos son, en realidad, sorprendentes. Cataluña es un paisaje electoral muy peculiar en el que, como anticipaban las encuestas, cientos de miles de ciudadanos quieren mirar hacia adelante a su manera, es decir, aceptando que el nacionalismo debe de gobernar, pero que es preferible que lo haga la fuerza más moderada y prudente de todas: el PSC. La amnistía no parece en Cataluña un precio excesivo a pagar, lo cual, al margen de los movimientos tácticos que lo explica, debería ser motivo de reflexión sobre el estado de cosas y el aprecio por el Estado de derecho en esa comunidad.

Ese voto útil ha dado lugar a una fuerte derrota del independentismo en su conjunto. La suma de los partidos que defienden la independencia de Cataluña es la más baja de toda la historia de la democracia. Sin embargo, al mismo tiempo, ese campo ha quedado en mano del más radical de sus líderes, Carles Puigdemont. El expresidente y cabecilla del procés gana tres diputados respecto al anterior Parlament y queda a siete escaños del ganador. Pero, sobre todo, Junts supera en quince el número de asientos de ERC, su eterno rival y actual ocupante de la presidencia de la Generalitat, lo que convierte a Puigdemont en el portador indiscutible de la bandera independentista.

«Puigdemont puede estar tentado de exigir la Presidencia de la Generalitat, aún sin haber sido el partido más votado, con similares argumentos a los que Sánchez esgrimió para pedir el respaldo a su investidura»

Ese reforzamiento de la posición de Puigdemont puede no ser suficiente para convertirlo automáticamente en presidente, pero lo sitúa en una posición mucho más robusta de cara a las negociaciones que deben de abrirse de inmediato. Negociaciones que se celebrarán al mismo tiempo en Barcelona y en Madrid, donde Junts sigue teniendo la llave de la estabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez.

No hagamos números, pues, pensando únicamente en la conformación de una mayoría en Cataluña, sino en las consecuencias que esa mayoría puede tener en el Gobierno de España. De tal forma, que Puigdemont puede estar tentado de exigir la Presidencia de la Generalitat, aún sin haber sido el partido más votado, con similares argumentos a los que Sánchez esgrimió para pedir el respaldo a su investidura, pese a que su distancia con respecto al PP había sido considerable.

Todo esto nos conduce a un pulso complicado a varias bandas en el que el elemento más débil es ERC, sin duda el gran derrotado de la noche. El independentismo de izquierdas tendrá que sacar conclusiones de este fracaso y decidir hacia donde mover sus fichas. No parece muy probable que la interpretación que haga ese partido sea que lo más conveniente en estas circunstancias sea estrechar sus lazos con los socialistas, si no es a cambio de duras condiciones, que pueden incluir el reconocimiento del derecho a decidir. Al mismo tiempo, sería muy arriesgada una repetición de las elecciones que podrían acabar por liquidar a ERC.

A la espera de cómo se mueven los últimos votos, pueden entrar en juego también las abstenciones de uno u otro partido en una próxima investidura, incluido el Partido Popular, el que más espacio ha ganado en estas elecciones. El PP catalán gana 12 escaños y se convierte en cuarta fuerza en el Parlament, pero sigue aún lejos de ser una fuerza relevante en una de las más importantes comunidades autónomas de España.

Queda, por tanto, todo por resolver. Illa era al final de la noche el candidato con más opciones de ser presidente, pero eso dejaría a Puigdemont sin ningún incentivo para seguir apoyando a Sánchez en Madrid. Ningún escenario puede ahora mismo descartarse. No parece Puigdemont un hombre al que le asuste la perspectiva del cuanto peor, mejor. Y ese va a ser el mensaje que, de alguna forma, va a trasladar a ERC, al que obligará a elegir entre España o Cataluña.

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