¿Illa president?
«Puigdemont va a tratar de chantajear a Sánchez con el fin de encaramarse a la Presidencia de la Generalitat independientemente de la aritmética parlamentaria»
La fotografía final de las elecciones catalanas celebradas este domingo es inapelable, los catalanes han otorgado al PSC uno de sus mejores resultados en unas elecciones autonómicas, comparable a los 42 escaños logrados en 2003 y que llevaron a la presidencia de la Generalitat a Pasqual Maragall.
Un dato al que hay que añadir que por primera vez desde la restauración democrática de la Generalitat, el independentismo ha perdido la mayoría absoluta que siempre ostentó en el Parlament de Cataluña. Nada menos.
Dos titulares que bastarían por sí mismos para llenar las portadas de los medios de cualquier país del mundo, pero que en estas elecciones son insuficientes ya que el análisis se quedaría corto sin añadir al menos el éxito del Partido Popular, la marca que más crece y que ha logrado multiplicar por cinco los logrados en los pasados comicios, la debacle olímpica de ERC, un partido que ha sido incapaz de rentabilizar la presidencia de la generalitat, y la entrada en el Parlament de la ultraderecha secesionista de Aliança Catalana.
«Puigdemont va a tratar de chantajear la voluntad del pueblo de Cataluña desde su posición privilegiada en la carrera de San Jerónimo, donde sabe que sus siete votos pueden hacer caer al Gobierno de Pedro Sánchez»
Pero en elecciones como esta, sobre todo en Cataluña, conviene elevar la mirada por encima de los resultados concretos y de las tendencias micropolíticas evidentes y colocarse en el día después, en el momento en el que los diputados electos la pasada noche tengan que votar a quien será el nuevo presidente de la Generalitat, algo que a pesar de los resultados va a ser cualquier cosa menos automático.
Porque lo automático en cualquier lugar civilizado sería que vistos los resultados, Salvador Illa pudiera articular alguna fórmula de gobierno con los partidos de la izquierda catalana con el beneplácito de quienes esta noche, desde el secesionismo irredento, han visto que la sociedad catalana ha virado radicalmente hacia posiciones más templadas.
Porque lo automático en cualquier democracia sería que el eje independentismo-unionismo fuese sustituido por el de izquierda-derecha, mucho más reparador dada la urgencia de estabilidad en un territorio lleno de heridas que deberían comenzar a sanarse desde una Generalitat encabezada por Salvador Illa capaz de gobernar para todos los catalanes y de llegar a acuerdos con el Gobierno de España.
Pero claro, lo normal, lo decente y lo lógico chocan con una figura, la de Carles Puigdemont, el expresident secesionista que estoy seguro que no va a asumir que su partido debe estar en la oposición y que va a tratar de chantajear la voluntad del pueblo de Cataluña desde su posición privilegiada en la carrera de San Jerónimo, donde sabe que sus siete votos pueden hacer caer al Gobierno de Pedro Sánchez.
Por lo que mi impresión es que a pesar de los resultados de esta noche y de que exista la posibilidad de un gobierno catalán encabezado por el PSC, no tengo ninguna duda de que Puigdemont va a tratar de chantajear a Sánchez con el fin de encaramarse a la Presidencia de la Generalitat independientemente de la aritmética parlamentaria resultante tras estas enloquecidas elecciones.
Y no duden de que puede conseguirlo.