El cuento catalán continúa
«Si antes de las elecciones, el Gobierno de Sánchez dependía de Puigdemont, tras el éxito del PSC también Illa bailará al son del huido amnistiado»
Permítanme discrepar ya que escribo en un periódico donde la disidencia se permite. Sé que no son buenos tiempos para desentonar, menos aún en una Cataluña deseosa de olvidar el proceso y confiar en que la victoria de Illa y la amnistía de Sánchez vengan acompañadas de amor plurinacional eterno. Pero creo que el cuento no se ha acabado. Más allá de lo que pasa en las sedes del PSC, que están de fiesta, la gente en la calle no acaba de creerse que vayamos a entrar en un período de paz y felicidad. No se fían. Los catalanes que tiran a botiflers, también los desencantados de tanta comedia y mentirosa ficción, están hartos del desgobierno y la parálisis en el que el país se instaló hace una década. Por eso, más allá de ideologías, la abstención sigue alta (42%); cerca de 2,2 millones de catalanes se quedaron el domingo en su casa.
Primer capítulo. Dicen los politólogos que el resultado electoral en Cataluña confirma el acierto de Sánchez al conceder indultos y aprobar una amnistía. Piensan que la autonomía (la nación en ciernes, si prefieren) se ha pacificado y los catalanes han premiado la tranquilidad de Illa, su afán por la concordia. Estas son mis dudas y mi discrepancia: ¿por qué el PP ha multiplicado por cinco sus escaños? ¿Por qué Vox ha aumentado en votos y mantiene sus 11 diputados? ¿Por qué Carles Puigdemont, el gran beneficiado por la amnistía, sigue retando a Sánchez?
Segundo capítulo. el Tripartito no está en el argumento. En la noche electoral los tertulianos progres (lamentablemente, todos sabemos a quién respalda cada cuál al margen de los números) se empeñaron en defender que la izquierda (PSC, ERC y Comuns) sumaba mayoría absoluta y que, por tanto, iba a gobernar. Saben que sumar no es lo mismo que consumar, pero se mantuvieron erre que erre dentro del relato bienpensante que quieren oír jefes y afines. Olvidaron conscientemente que Esquerra (al que llamar partido de izquierdas es exagerado) y Pere Aragonès, su dimitido líder, estaban sufriendo una debacle que sólo podía tener consecuencias bruscas. Lo que queda del partido no entrará en un gobierno presidido por un español. Así ha resumido Oriol Junqueras la personalidad/nacionalidad de Illa, el hombre más votado de Cataluña. Un claro anticipo de sus intenciones.
El indultado Junqueras, auténtico líder de ERC, parece estar rumiando una nueva estrategia alejada del pacto con los socialistas. Visto lo visto, es la única que puede calmar a sus decepcionadas bases. El ruido de sables en su partido es más separatista que republicano o izquierdista.
El PSC intenta atraer a ERC a sus pactos de investidura ofreciéndole la presidencia del Parlament. Dudo que acepte. A Junqueras, el ideólogo de la ruptura del Gobierno tripartito de Pasqual Maragall, el del voto contra el Estatut, no le van a llamar nunca más botifler. A partir de ahora, se dedicará a ser más indepe que el prófugo de Waterloo. La realidad es que entre ellos no se aguantan, pero, si quieren volver a ver banderas esteladas en los balcones, tendrán que intentar el acercamiento.
«El voto nacional independentista ha bajado al 43%. No han desaparecido, están ahí y mantienen sus leyes»
Tercer capítulo. Cataluña tampoco se ha liberado de la histórica mayoría nacional-independentista, como algunos quieren creer. En las tres mayorías absolutas de Jordi Pujol, las fuerzas nacionalistas consiguieron más del 50% de los votos. La suma de las distintas fuerzas independentistas que llegaron después ha oscilado entre el 46% y el 48%. Ahora, ese voto nacional independentista ha bajado al 43%. No han desaparecido, están ahí y mantienen sus leyes. Por eso discrepo de quienes cantan el fin del procés.
La colaboracionista Esquerra está en estos momentos pensando en dejar de pactar con Madrid. Al haber perdido el Govern ya no necesita el voto del PSC para dirigir Cataluña. Puigdemont, por su parte, sigue anunciando sus pasos futuros. Que sean contradictorios con los comunicados el día antes le preocupa bien poco. Por ahora, ha dicho que se presentará a la investidura. Intentará formar un gobierno de «coherencia soberanista», donde él, lógicamente, será el presidente. Parece ciencia ficción, viendo los recientes resultados, pero… Cosas bien complicadas ha conseguido sacarle a Sánchez. De hecho, la amnistía se aprobará antes del 30 de mayo.
El triunfo del PSC, que Illa gobierne, le va a salir caro a Sánchez. ¿Qué habrá para negociar sobre la mesa de Moncloa? Els dinerets (la pasta). A Sánchez le queda un cromo: avanzar con urgencia y papeles firmados hacia el concierto catalán (copia del vasco) para que Cataluña pueda recaudar todos sus impuestos y, más importante aún, los reparta. Si antes de las elecciones catalanas, el Gobierno de Sánchez dependía de Puigdemont, tras el éxito del PSC también Illa bailará al son del huido amnistiado.
Notas a pie de página. Es pronto para desvelar el final de este cuento, o docudrama, como quieran. No hay spoiler posible. No esperen un final rápido, menos aún definitivo. Mientras tanto, España y su Gobierno siguen en un ay permanente. Los guionistas principales del culebrón post-procesista prefieren esperar sin desvelar sus intenciones. Según la ley, el Parlament de la XIV legislatura catalana se debe constituir, como tarde, el 10 de junio. A partir de ahí, entre debates y posibles investiduras, los diputados tienen hasta el 26 de agosto para elegir presidente. Puigdemont esperará a echar su órdago en ese mes. Si la elección falla, en octubre volveríamos, volveríamos a empezar. Otras elecciones.
¿Se atreverá alguno de los patriotas a romper la baraja española y provocar nuevas elecciones? Se aceptan apuestas. Lo mejor para Cataluña puede, lamentablemente, ser lo peor para España.
Continuará…