THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

El Estado te roba, siempre

«El Estado únicamente sabe crear pobreza, la riqueza la generamos los ciudadanos a pesar del Estado, no gracias a él»

Opinión
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El Estado te roba, siempre

Ilustración de tema económico. | Alejandra Svriz

Hace unos días tuve el privilegio de acompañar al presidente de la República Argentina, Javier Milei, durante la presentación de su nuevo libro El camino del libertario (Deusto, 2024). Milei y yo no solo compartimos los ideales de la libertad, compartimos además editorial y también editor. Durante su intervención, nos dejó alguna de sus innumerables perlas dialécticas, pero hubo una enormemente clarificadora, algo así como: «A los políticos no les interesa el bienestar de los ciudadanos, lo que les interesa es su propio bienestar: en el orden veinticinco de sus prioridades, ya viene el ciudadano».

Una de las habilidades más perniciosas de algunos políticos consiste en hacerle creer que todo lo hacen por usted. Que se mueven por eso que llaman interés general y hacen lo que hacen por el bien de la sociedad. Ante ese marco conceptual, si usted no está de acuerdo con la agenda política que se está implementando, será tachado inmediatamente de insolidario, egoísta y de ser un sociópata contrario al bien común.

El enésimo ejemplo de esto lo vimos la pasada semana, cosecha del presidente de los Estados Unidos. A bombo y platillo anunció Biden la subida de aranceles a la importación de bienes desde China, especialmente bienes necesarios para llevar a cabo la transición energética. Uno de ellos, en concreto, consiste en multiplicar por cuatro el arancel a las importaciones de vehículos eléctricos procedentes del gigante asiático. Este arancel, que ya se situaba en el 25%, pasará ahora al 100%. Es decir, un coche eléctrico chino le costará a un ciudadano americano el doble de lo que realmente le debería costar.

¿Por qué hacer esto? Obviamente, por el supuesto bien común. En palabras del propio Biden: «Para proteger a los estadounidenses». No se distingue un ápice de Donald Trump, como pueden comprobar. ¿Proteger a los estadounidenses de qué, exactamente? ¿De comprar coches a mitad de precio? Para camuflar este sinsentido, se nos vende con una retórica nacionalista de protección a la industria nacional. Se nos dice que estamos protegiendo los puestos de trabajo de buenos americanos y que esto es favorable para la economía. Se nos dice que el mantenimiento de esa industria nacional genera empleos y que esos trabajadores gastan posteriormente sus sueldos en otros sectores de la economía, generando una ola de bienestar. Es absolutamente falso.

«Las políticas proteccionistas se implementan para mantener artificialmente con vida a sectores industriales que no pueden competir. Para ello, se extraen rentas de otros sectores económicos que sí son competitivos»

Un arancel es una protección a una industria en particular. Una industria que no es capaz de competir con productos similares fabricados en el extranjero. Es decir, se trata de una subvención encubierta para que una determinada industria pueda competir. Pero las subvenciones las tiene que pagar alguien. Cuando el Estado otorga un derecho a determinado colectivo, ese derecho lo tiene que pagar alguien. En este caso, ese alguien son el resto de los ciudadanos estadounidenses.

Por cada vehículo eléctrico importado, el ciudadano estadounidense pagará el doble de lo que debería pagar. O pagará un coche americano mucho más caro que un coche equivalente fabricado en China. Cada ciudadano estadounidense estará pagando dos coches en lugar de uno. Todo esto hay que disfrazarlo de buenismo, porque si no sería imposible de vender socialmente. El político de turno hablará de los miles de puestos de trabajo que se mantendrán, la sociedad verá cómo los trabajadores de esas factorías van cada día a trabajar y fabrican productos americanos. El presidente Biden acudirá a alguna de esas factorías y se hará las pertinentes fotos con rueda de prensa. Pero nadie nos contará la otra cara de la moneda. Nadie nos advierte de lo que no se ve.

Nadie nos dice que los americanos tendrán mucho menos dinero en sus bolsillos. Al obligarles a pagar el doble por un vehículo, tendrán miles de euros menos disponibles. Irán menos a los cines y teatros, se comprarán menos ropa, saldrán menos a cenar e irán menos de vacaciones. Ningún economista hará estos cálculos. Ningún político mencionará que, para mantener los puestos de trabajo en la industria del automóvil, se perderá un número igual (superior, en realidad) de puestos de trabajo en el resto de sectores económicos. Son los resultados invisibles de la intervención estatal en la economía. No se ve, pero está letalmente presente.

Realmente, es todavía peor de lo que estamos describiendo. Las políticas proteccionistas se implementan para mantener artificialmente con vida a sectores industriales que no pueden competir. Para ello, se extraen rentas de otros sectores económicos que sí son competitivos. Al quitarle al productivo para dárselo al no productivo, lo que estás haciendo realmente es perjudicar la competitividad del país en su conjunto. La productividad total será menor y los salarios conjuntos del país crecerán menos.

Se subvenciona a unos pocos con el trabajo de todos. El político lo sabe y le da exactamente igual. Sacrifica una mejora general de condiciones por una mejora cortoplacista de un determinado colectivo. Esto le permite vender una política económica como exitosa, visibilizar una campaña política concreta que todo el mundo observa como real y anotarse la gloria de salvar puestos de trabajo americanos. Todo es una gran mentira, una ilusión. No se crea ningún puesto de trabajo neto y, en el camino, se empobrece a todo un país.

El Estado únicamente sabe crear pobreza, la riqueza la generamos los ciudadanos a pesar del Estado, no gracias a él. El Estado constituye el monopolio legal del robo y el saqueo, con un bonito envoltorio de retórica social. Siempre ha sido así y siempre lo será.

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