THE OBJECTIVE
Álvaro del Castaño

Illa, Illa, Illa pura maravilla

«El PP debería ofrecer sus votos al PSC para lograr una rápida investidura de Salvador Illa. Eso descolocaría al sanchismo, que tanto sataniza al PP»

Opinión
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Illa, Illa, Illa pura maravilla

El candidato del PSC a las elecciones catalanas, Salvador Illa. | Ilustración: Alejandra Svriz

Me da pie esta pegajosa cancioncilla que coreaban los seguidores del famoso delantero madridista Juanito («Illa, Illa, Illa, Juanito maravilla», y que luego se adaptó para jalear al otro mítico delantero de la selección española, David Villa), para hacer unas breves reflexiones sobre las elecciones catalanas.

Los resultados han sido una gran noticia para la democracia y la libertad. Se ha castigado al nacionalismo excluyente, populista y manipulador, que tanto daño ha infligido a Cataluña desde el inicio del Procés. El nacionalismo tradicional, el del seny, era parte de esa España compleja, formada por diferentes sensibilidades emocionales que operaba con carácter totalmente transaccional. Actuaba con el objetivo primordial de obtener beneficios para Cataluña (olvidándonos de la corrupción que actuaba de manera subyacente y las ambiciones personales inherentes al poder), y nunca con la idea de aislar a una buena parte de los catalanes con sus políticas identitarias. Eso no rentaba. El Procés, mutó a la mayoría nacionalista no independentista en una checa de enfrentamiento civil y familiar, en el agitador de los unos contra los otros. Ahora podría parecer que esa compleja identidad catalana, esa que admirábamos en los años ochenta del siglo pasado, y que se componía de un cocktail de diferentes medidas de catalanismo, españolismo, europeísmo, con unas gotas del Mediterráneo y del terruño, junto con buenas dosis de carácter empresarial, pragmatismo, intelectualidad y sofisticación, podría volver a florecer. Porque tenemos que entender que no hay una sola manera de ser o de sentirse español, y que por ejemplo uno puede ser nacionalista hasta la medula, querer profundamente los símbolos culturales propios, sentirse distinto, pero preferir ser parte de esa organización llamada Estado que tantos beneficios genera.

Me congratula además que nuestros hermanos catalanes hayan aupado como ganador a un tipo con un perfil bajo, lo que llamaríamos coloquialmente alguien aburrido. Igual que se hizo en Galicia con Alfonso Rueda y en Andalucía con Juanma Moreno, cuando una sociedad elige a un político poco carismático, que no basa su éxito en el personalismo, es que está empezando a madurar. Huir de liderazgos embriagadores (a lo Pedro Sanchez) es un paso hacia adelante. Este arquetipo de político más gris suele querer brillar por sus políticas y no por sus sobreactuaciones, por lo que termina intentando ser útil para la sociedad, y no exclusivamente para sí mismo.

«Hay que desmantelar las políticas excluyentes y regenerar esa Cataluña esplendorosa, plural, emprendedora, motor de la economía, la modernidad y la intelectualidad de España»

El desenlace de las urnas podría además permitir por primera vez en la historia catalana un gobierno no nacionalista que liberase a todos los rehenes del independentismo. Se lo debemos a todos estos sufridores que se han visto humillados en su propia tierra y a los que hay que devolverles la esperanza de un futuro mejor. Esas víctimas silenciosas del nacionalismo maximalista a los que, desde los diferentes gobiernos de España hemos abandonado durante décadas, lo necesitan. Hay que desmantelar las políticas excluyentes y regenerar esa Cataluña esplendorosa, plural, emprendedora, motor de la economía, la modernidad y la intelectualidad de España. Por el bien de Cataluña y por el bien de España. Por lo tanto, y aunque los más sesudos analistas tengan muchas razones para estar en desacuerdo conmigo, el PP debería ofrecer sus votos al PSC para lograr una rápida investidura de Salvador Illa. Eso descolocaría al sanchismo, que tanto sataniza al PP. Terminaría por descolocar a los independentistas, totalmente desprovistos de influencia. El propio PP saldría reforzado como partido de gobierno, cuyos intereses serían los de la sociedad, y no los suyos propios, y se colocaría como alternativa a un sanchismo frentista-tacticista y oportunista sin escrúpulos. Los españoles agradeceríamos esa milagrosa dosis de concordia, convivencia, generosidad y normalidad en la vida política. Sé que aupar a Salvador Illa a la presidencia no garantiza políticas constructivas ni mejor gestión, como parece ocurrir en Barcelona (donde el PSOE aupado por el PP a la alcaldía sigue gobernando en contubernio con ERC), pero en el peor de los casos es un mal menor.

Entiendo que existen muchas razones para hacer todo lo contrario, y esperar a que el sanchismo se resquebraje bajo la presión independentista, aquella que le ha vendido su puesto de presidente del Gobierno de la nación a cambio de votos amnistiados. El problema es que esa agonía cuesta carísima al pueblo español. Recordemos el pasado reciente: las elecciones de 2019… ¿no hubiéramos agradecido la inmensa mayoría de españoles (socialistas, centristas y conservadores moderados) que Ciudadanos con sus históricos 57 escaños hubiera facilitado en su momento un gobierno entre PSOE y Cs, como alternativa al desastre socialpodemita que vino después?

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