'L'État, c'est moi'
«Como el Rey Sol, Sánchez considera que el Estado es él, y que cualquiera que le critica o le acusa a él es como si estuviera criticando o acusando a todo el Estado»
Como ya casi nadie estudia francés en nuestros colegios e institutos y prácticamente nada de Historia Universal, quizás haya que traducir las cuatro sílabas del título del artículo y explicar quién, cómo y cuándo las pronunció.
Efectivamente L’État, c’est moi significa «el Estado soy yo» y dicen que lo dijo Luis XIV a mediados del siglo XVII, cuando comenzaba su largo reinado, que sigue teniendo el récord de duración en el trono de un rey europeo, más de 72 años (Isabel II de Inglaterra sólo llegó a los 70 años).
Aunque hay quien dice que Luis XIV no llegó a decir eso nunca, la realidad es que durante el tiempo que reinó en Francia se comportó como esas cuatro sílabas indican, por eso se le considera el modelo perfecto de la monarquía absoluta.
Me he acordado del personaje regio y de la frase que resume maravillosamente cuál es el funcionamiento de un régimen autocrático, al conocer la reacción de Sánchez y, sin solución de continuidad, del Estado español ante las palabras que Javier Milei pronunció el pasado domingo en el mitin de Vox en la Plaza de Vista Alegre de Madrid.
Milei se refirió a la mujer de Pedro Sánchez como corrupta. Al decir eso no hizo otra cosa que repetir algo que, desde hace meses, está en todos los medios de comunicación españoles y en muchos medios extranjeros, debido a las declaraciones del propio Sánchez: que la mujer de Sánchez aprovecha la influencia que le ofrece ser eso, la mujer del presidente del Gobierno, para conseguir determinadas ventajas y beneficios. Como eso no está demostrado, a Milei le faltó decir «presuntamente», porque en España la presunción de inocencia es un principio fundamental. Todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario.
Como España es un Estado de derecho, los delitos de difamación y calumnia están en el Código Penal y por ello, si alguien te acusa de ser un delincuente a base de mentiras, cualquier ciudadano español tiene derecho a ir a los tribunales y acusar a los acusadores de eso, de calumniadores y difamadores. Y, en pura lógica, si los tribunales comprueban esas mentiras, los calumniadores y difamadores serán condenados y la fama y el buen nombre de la víctima quedarán a salvo.
La duda que tengo y creo que, conmigo, tienen muchos ciudadanos es por qué la mujer de Sánchez no ha recurrido a los tribunales denunciando a los que, según su marido, la difaman. Si lo que se está diciendo de ella es mentira, ¿por qué no denuncia a los mentirosos?
Mientras no presente esa denuncia y se demuestre que lo que se dice de ella es mentira, no puede nadie sorprenderse de que sea vox populi que Begoña Gómez puede tener problemas con la justicia por asuntos de tráfico de influencias, es decir, de corrupción.
Pero volvamos a Milei y a la referencia que, en un mitin, ha hecho de esa mujer. Y estamos en lo mismo. Si son falsas las informaciones que circulan de ella, demuéstrese y dejarán de circular. Y, al mismo tiempo, denúnciese a los difamadores, aunque uno sea el presidente de la República Argentina.
«Llamar a consultas a un embajador es casi el paso previo a romper relaciones diplomáticas»
Veamos, sin embargo, la reacción de Sánchez ante esas palabras. Nos olvidamos de que, hace pocos días, uno de sus ministros favoritos ha acusado a Milei de ser drogadicto, o de que en plena campaña electoral argentina Sánchez hizo un vídeo apoyando al otro candidato peronista, o de que todavía no ha felicitado a Milei por su triunfo en las elecciones presidenciales argentinas (claro que tampoco ha felicitado a Feijóo). A los pocos minutos de las palabras de Milei, Sánchez hizo salir nada menos que a su ministro de Asuntos Exteriores para hacer pública una declaración institucional en la que anunció que ha llamado a consultas a la Embajadora de España en Buenos Aires. Y ha añadido sine die.
Llamar a consultas a un embajador es una medida extraordinaria que sólo se toma en casos excepcionales y que casi es el paso previo a romper relaciones diplomáticas. Una medida que sólo se anuncia cuando un país toma alguna decisión que resulta gravemente contraria a los intereses del otro.
Al llamar a consultas a la embajadora de España en Buenos Aires, Sánchez y su Gobierno están demostrando sin disimulos que consideran que hacerse eco de una noticia que circula por doquier desde hace meses, la de las actividades confusas de la mujer del presidente, es un gravísimo atentado contra los intereses de España, contra los intereses de todos los españoles.
«El presidente del Gobierno se identifica a sí mismo y a su pareja con el Estado y con la democracia española»
De esa forma están declarando a los cuatro vientos y sin el menor complejo que Sánchez y su Gobierno identifican los problemas y los intereses suyos y de su familia con los de toda España, es decir, con los de todos los españoles.
De ahí que lo primero que se me ha ocurrido al ver esa reacción, que cualquiera juzgaría desproporcionada, es acordarme del Rey Sol y pensar que, como él y como todo autócrata, Sánchez considera eso, que el Estado es él, y que cualquiera que le critica o le acusa a él es como si estuviera criticando o acusando a todo el Estado.
Parece mentira que el PP haya creído que la moderación es perder de vista lo fundamental: que el presidente del Gobierno se identifica a sí mismo y a su pareja con el Estado y con la democracia española.