THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

La Generalitat y la fábrica de analfabetos funcionales

«Tenemos un sistema educativo que nos ha convertido en una de las comunidades con un nivel más bajo y se empeñan en seguir escarbando»

Opinión
26 comentarios
La Generalitat y la fábrica de analfabetos funcionales

Ilustración de Alejandra Svriz

Mi abuelo me contaba que cuando sus zapatos estaban inservibles, convertía las suelas en gomas de borrar y las repartía con un compañero. De esa anécdota -además de ilustrar la escasez de unos años 20 que no fueron tan felices para todos- me llama la atención que se le quedara grabada y me la explicara medio siglo después, porque apenas pasó por el colegio, ya que a los nueve años tuvo que dejar las aulas para ponerse a trabajar. Todavía hoy, cuando lo rememoro, me duele pensar en ese niño talentoso obligado a abandonar unos estudios que casi ni había empezado. Y digo talentoso porque, pese a ese brevísimo paso por la escuela, tenía una caligrafía preciosa y recitaba de memoria, por ejemplo, fábulas de Samaniego, es decir, salió de la escuela sabiendo leer y escribir y con el conocimiento de algunos clásicos.

Me ha venido esto a la memoria tras la última ocurrencia de la Generalitat de Cataluña: eliminar las lecturas obligatorias del examen de selectividad. Estas obras eran, en muchos casos, el único contacto que los alumnos tenían con los clásicos en toda su educación secundaria, ya que en la ESO el contenido de literatura es mínimo y en las pruebas de acceso a la universidad, a diferencia de otras comunidades autónomas, no entra esta materia, por lo que en muchos centros dedican los dos años del bachillerato a la lengua. Cuando yo iba al instituto, en 2º de BUP (el equivalente a 4º de la ESO) leímos la primera salida de El Quijote y realizamos numerosos comentarios de texto de poemas y en 3º (actual 1º de bachillerato), La Celestina, El Quijote y La Regenta: una obra por trimestre con su correspondiente examen.

«El nivel de comprensión lectora de los alumnos catalanes es pésimo. Según PISA, está por debajo de la media de España»

Y las lecturas obligatorias de la selectividad ese año fueron Campos de Castilla, Tiempo de silencio y La Colmena, a las que hay que añadir las obras que leímos en la asignatura de literatura catalana, en filosofía o en inglés. Estamos hablando de un centro público en una ciudad obrera como Rubí, donde casi todos proveníamos de familias humildes sin estudios universitarios y en el que nuestros profesores nos brindaron lo que se supone que deben que ofrecer los institutos: una sólida educación media que sirva de base para aprendizajes futuros. Por eso, siento un inmenso agradecimiento hacia todos ellos.

Y no se trata de que a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor, pero me resulta difícil imaginar a los alumnos de 4º de la ESO leyendo los cinco primeros capítulos de El Quijote. Por desgracia, no se trata de una percepción subjetiva, sino que las evidencias nos dicen que el nivel de comprensión lectora de los alumnos catalanes es pésimo. Según PISA, está por debajo de la media de España y de la OCDE y lo mismo sucede con PIRLS (Progress in Internacional Reading Literacy Study) que sitúa a Cataluña en la cola (507 puntos) por debajo de la media española (522) y de la OCDE (532). Si los alumnos tienen un bajo nivel de compresión lectora, eso repercute en todas las asignaturas y los resultados en pruebas internacionales de mi comunidad en matemáticas y ciencias son también nefastos. Y si bien la media española es baja, cabe recordar que hay comunidades como Castilla y León, Asturias o Madrid con resultados excelentes.

Es evidente que estos alumnos no son más inteligentes que los catalanes ni los profesores de allí mejores que los de aquí: el problema radica en las decisiones que toman los políticos autonómicos con respecto a sus sistemas educativos. Los dirigentes catalanes llevan años presumiendo de que Cataluña es pionera en innovación educativa, pero esa supuesta innovación se ha traducido, en la mayoría de los casos, en magufadas sin ninguna evidencia científica que las avale, defendidas por empresas privadas paragubernamentales, como la Fundació Jaume Bofill, regadas generosamente con el dinero proveniente de nuestros impuestos.

«Han cambiado los pupitres por mesas amplias de tal manera que hay alumnos de perfil o incluso de espaldas a la pizarra»

Todo esto ha servido para que el nivel educativo cayeran a cuotas tan, tan bajas que medio millar de familias se han unido para reivindicar que los alumnos aprendan algo de contenido en los colegios, hartos de tener que enseñar a sus hijos los rudimentos más básicos. Y eso los padres que tienen la formación y el tiempo necesario para hacerlo, ya que muchos no pueden, por lo que, una vez más, los mayores perjudicados de estas supuestas innovaciones son los alumnos de clase social más baja. Muchos alumnos catalanes llegan a la secundaria sin dominar la lectoescritura, lo cual dificulta seriamente que puedan seguir cualquier asignatura. Eso sin entrar en el tema de la ortografía: imagínense cómo estará la cosa para que en el documento de corrección de las pruebas diagnósticas de 2º de la ESO se especifique que no hay que bajar la nota por las faltas.

La Generalitat de Cataluña parece empeñada en que los alumnos no aprendan y que los centros escolares se conviertan en fábricas de analfabetos funcionales. Les pongo un ejemplo bastante gráfico de esto: la última brillante idea que han tenido ha sido cambiar —sin que nadie se lo pidiera y con la oposición de la mayoría de profesores— los tradicionales pupitres por mesas amplias, de tal manera que muchas de las aulas de secundaria actuales tienes alumnos de perfil o incluso de espaldas a la pizarra en agrupaciones de entre cuatro y seis personas que tiene más fácil que nunca copiar en los exámenes sin tener ni que estirar mínimamente el cuello. Las protestas del profesorado no han servido para nada.

Tenemos, pues, un sistema educativo que nos han convertido en una de las comunidades con un nivel más bajo y que, lejos de tomar medidas para erradicarlo, se empeñan en seguir escarbando. Y es que negar a los alumnos el acceso a toda la riqueza que nos ofrecen nuestros clásicos, es matar a la gallina de los huevos de oro y, como nos recuerda Samaniego, «muerta la Gallina, / perdió su huevo de oro y no halló la mina».

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D