THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

El infierno son los otros

«Tras la oleada morada todo sigue igual, quizás peor. La nueva política ha desembocado en una ley que pervierte nuestra democracia y nuestros valores»

Opinión
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El infierno son los otros

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. | Europa Press

Si para Jean-Paul Sartre «el infierno son los otros», para Yolanda Díaz, el Gobierno siempre son los demás. «La falta de transparencia del Gobierno es muy grave», dijo la vicepresidenta, olvidando que ella misma es parte de esa opacidad.

La oposición no es un lugar en el hemiciclo, sino un estado de ánimo. No solo pasa en la política. Tomar decisiones es una gimnasia exigente; por el contrario, criticar lo que otros hacen es todo comodidad.

Veo a Díaz como a una jubilada en chándal asesorando a los albañiles en una sombrita, al otro lado de la valla. Ya le pasó a Pablo Iglesias o a Alberto Garzón. Todos reinaron, cada cual a su manera, sin cambiar nada sustancial. Entre el decir y el hacer, siempre eligieron el camino de la palabra. Los actos tienen consecuencias, los discursos no.

Esto trajo la nueva política a nuestra democracia. Una tercera vía. Un subterfugio entre los hechos o la ausencia de hechos. Una reivindicación eterna, aun con las herramientas en la mano. Arquitectos imaginarios de palacios imposibles.

Dice la locución latina: «Quis custodiet ipsos custodes?». Quién vigila a los vigilantes. Y pienso: ¿quién hace oposición a la oposición? La respuesta está en el actual Gobierno de Pedro Sánchez.

«Quien gobierna pasa demasiado tiempo cuestionando a quienes no lo hacen»

El presidente, entrevistado por Antonio Ferreras, dijo: «¿Quién va a votar a un partido político como el PP?». «Es la fuerza política más votada de España», señaló con acierto el periodista. Sánchez dudó… y casi musitó: «Pero no tienen mayoría parlamentaria». Quien gobierna pasa demasiado tiempo cuestionando a quienes no lo hacen. Como si en un concierto estuviéramos más pendientes de quienes corean entre el público en lugar de a los que hacen lo suyo sobre el escenario

Pensé en los ministros que se ponen detrás de las pancartas de los sindicatos en el Primero de Mayo. Criticando un mundo que ellos, desde el poder, deberían cambiar. O al menos intentarlo. El voto es una expectativa de cambio, no la entrada para un concierto de buenas intenciones.

Cuando gobierna la derecha, todos los males del mundo tienen un culpable claro. Cuando gobierna la izquierda, todo problema es un fenómeno acuoso y huérfano fruto de una fuerza invencible y superior

La nueva política es una desiderata continua. Si Garzón y compañía hubieran abierto sus maletines de ministros, se habrían topado, con cierta sorpresa, con muchas tareas por hacer. El problema no es Sumar o Podemos, herederos de una larga tradición de ver la paja en el ojo ajeno, y no reparar en la viga en el propio

«Sin este empobrecimiento democrático que trajo Podemos, lo que ayer ocurrió en el Congreso no hubiera sido posible»

Lo desconcertante es que el PSOE haya asumido con tanta naturalidad el discurso más inmovilista, complaciente y retrógrado que ha dado nuestra democracia. La indignación, legítima expresión popular, devino en una suerte de gruñonismo salvapatrias que, con tesón y saña interna, llegó a tener más de cinco millones de votantes y 69 diputados en el Congreso.

Tras la oleada morada, del tsunami a los pispirris, todo sigue igual, quizás peor. Antes, al menos, las instituciones eran confiables. Ahora todo está en duda. Jueces, periodistas y hasta ujieres del Congreso. Sin este empobrecimiento democrático que trajo Podemos, lo que ayer ocurrió en el Congreso no hubiera sido posible.

La amnistía es la escultura de la que se enamoró Pigmalión. La nueva política ha desembocado en una ley que pervierte nuestra democracia, nuestros valores y nuestra Constitución. «Hasta la victoria siempre», se escuchó ayer. Aprendices castristas, política teen, de pósteres y panfletos. De calle y litrona y todo vale, porque el pueblo es soberano. El pueblo, que soy yo.

Si la amnistía ha sido posible, ya podemos esperar cualquier cosa. Nunca hubo una tormenta como esta. Un presidente con unos principios tan laxos, unos socios echados al monte, y una parte de la sociedad permeable a estos mensajes entre la posverdad, el maniqueísmo y la hostilidad, que la nueva política, desde Iglesias hasta Díaz, han sembrado en nuestra convivencia.

«Al poder le ocurre como al nogal, no deja crecer nada bajo su sombra», escribió Antonio Gala. En esa tierra muerta me siento a escribir estas palabras, que es lo poco que puedo hacer en días tan turbios como estos.

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