THE OBJECTIVE
Jorge Freire

Leer entre líneas

Opinión
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Mañanita de sábado en la Feria del Libro. ¡El reencuentro con los lectores! Llegan diseminados entre cáfilas de curiosos, que miran pero no leen. Cae el sol a plomo y un flip-flop constante anuncia que la temporada de chanclas acaba de llegar. Llevo ya una hora, que se ha pasado volando. Ando enfrascado en una dedicatoria cuando percibo de reojo un movimiento extraño en la pequeña fila de lectores que aguarda su turno. Un hombre de mediana edad con mochila y pantalones cortos, bajo los que asoma una pelambrera espesa, avanza impetuoso.

—¡Pero mira que eres subnormal!

Alzo la vista y me quedo pensando. Ese hombre quiere decirme algo, pero ¿qué, exactamente? Le pido amablemente que se explique. 

—¡Te voy a calentar la cara, chaval!

Inter-legere… La inteligencia es, por definición, la habilidad de leer entre líneas. Nací con ella. Lánzame un guiño o una indirecta, por sutil que sea, y la cazo al vuelo. ¿Qué mérito tiene? Sencillamente, desentrañar enigmas es una de mis destrezas. Así que rápidamente elaboro la hipótesis de que ese hombre no se cuenta entre mis admiradores. 

—¡Que te parto las gafas!

Lo veo hurgando en la mochila, en la que hay un montón de chapas: el símbolo de la paz, una esvástica y el logo de Marvel. También hay una leyenda cosida en la tela: Independència, nyordo de merda! Y una especie de excremento pintado con los colores de nuestra bandera. Después de mucho hurgar, veo que extrae de la mochila un bate de beisbol. ¡Ah, el deporte! ¿Qué mejor sitio para ejercitarse que el Retiro? 

De golpe veo a mi editor frente a la caseta, plantando cara al hombre y hablándole casi al oído, como si quisiera aplacarlo. Pertrechado con mis dotes de indagación, que en pocas ocasiones me han fallado, intuyo que ese hombre está enfadado con alguien.

Justo entonces oigo que a quien busca es a Sergio del Molino. Sergio, Jorge… ¡Cuánta gente confunde esos nombres! Cuando le informan de la confusión, el individuo adquiere una expresión de perplejidad que me conmueve. Como entre otras cosas soy un ciudadano probo y solícito, aprovecho para terciar y, elevando la voz sobre el gentío, le doy indicaciones. 

—¡No se apure, buen hombre! Sergio está firmando su último libro, Los alemanes, que es espléndido, en la caseta de aquí al lado. Esta es la 304, la de Páginas de Espuma, y él firma en Ecobook, que es la 305.

El hombre desaparece de mi ángulo de visión a paso rápido, empuñando el bate. Cumplido mi servicio, reflexiono. ¿No es quijotesco el sino del escritor, obligado a ir por la vida desfaciendo entuertos? Lo ignoro, pero no cuesta tanto ser buenos ciudadanos. ¿O acaso no podemos poner todos nuestros granito de arena? Son cosas que me pregunto en días como hoy, que me siento caviloso, y para las que nunca obtengo respuesta. 

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