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Pilar Marcos

Corrupción en La Moncloa: sexto año

«La corrupción política de Sánchez hace posible la continuidad de todas las corruptelas económicas que florecen a su más cercano derredor»

Opinión
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Corrupción en La Moncloa: sexto año

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Ilustración: Alejandra Svriz

Este domingo 2 de junio se cumplieron seis años de la toma de posesión de Pedro Sánchez tras su moción de censura. Presumió de que la presentó para luchar contra la corrupción; lo que quería decir es que había decidido monopolizarla, y hacerlo desde La Moncloa. En unos días se cumplirán también seis años de la charla que tuvo con el brevísimo ministro Máximo Huerta para aceptarse su cese-dimisión en la propagandística pretensión de presidir un Gobierno limpísimo. «¿Cómo seré YO recordado por la Historia?», contó el fugaz ministro que le soltó su efímero jefe. Seis años después, hay una respuesta indudable a su acuciante pregunta: será recordado como el presidente que institucionalizó la corrupción política y económica desde La Moncloa.

La corrupción política de Sánchez tiene su máxima expresión en su ley de amnistía al fugado Puigdemont a cambio de su propia investidura. Es prácticamente la única ley que ha logrado aprobar en este primer año de XV Legislatura. Porque el bullicioso «somos más» con el que celebró su escuálido resultado electoral del 23-J de 2023 incluía el voto de condenados y fugados por sedición y malversación (entre otras edificantes compañías) con su amnistía como botín y objetivo principal.

En la página web del Congreso se puede ver el infame debate que este 30 de mayo terminó de aprobar el golpe de gracia a la Constitución de 1978: gracias a la corrupta transacción de Sánchez, ya no somos iguales ante la ley. Junts, como principal beneficiario de la amnistía, y Esquerra, como agraciado colateral, lo verbalizaron con total claridad. El arranque de Miriam Noguera (Junts) deja pocas dudas: «Esta ley no es perdón ni es clemencia. Es victoria». Gabriel Rufián, en nombre del beneficiado colateral (ERC), completó la argumentación: «Hoy es un día de victoria, pero también de derrota. Es un día histórico porque estamos ante la primera derrota del régimen del 78». El muro era eso, claro.

«Tan descorazonador resulta que Trump no quedara inhabilitado para la política tras el asalto al Capitolio, como que nuestro Sánchez no obtenga esa misma invalidación tras haber comprado su investidura con una amnistía a golpistas y malversadores»

La victoria-derrota que hiere mortalmente la Constitución de 1978 es el precio de la investidura Sánchez. Lo abonó, y esa corrupción política culmina y hace posible la continuidad de todas las corruptelas económicas que florecen a su más cercano derredor: esposa, hermano, amigos y compañeros, con La Moncloa como catalizador de tan hogareña fortuna.

Nadie se acuerda de Carmen Montón, otra también efímera ministra del primer Gobierno de Sánchez; ese que llamaron «bonito». Para que siguiera siendo «bonito», Montón tuvo que apartarse en septiembre de aquel 2018 por incluir en su currículo un dudoso máster en «Estudios Interdisciplinarios de Género». ¡Qué cosas! Sólo un mes antes, a principios de aquel agosto, Begoña Gómez, no-licenciada, no-catedrática, no-ingeniera informática, no-empresaria, sí-esposa del presidente del Gobierno, sí-investigada por corrupción… acababa de conseguir su primera posición para multiplicar estipendios a cambio de influencia (presidencial): la dirección del IE Africa Center, creado para la ocasión, y en el que se la definía como «licenciada en marketing». Por supuesto, de licenciada, nada.

La investigación de Begoña Gómez por «corrupción en el sector privado y tráfico de influencias» ya acumula un primer tomo, de 442 páginas, de diligencias previas. Y ni esa imputación, ni el inexplicable enriquecimiento patrimonial de David, el hermano del presidente, ni la ampliación a altos cargos (en ejercicio) del Gobierno del denominado ‘caso Koldo’, ni la previsible próxima imputación del ex número dos del PSOE, José Luis Ábalos… ni tampoco la culminación de máxima operación de corrupción política que es la amnistía, se han traducido en un hundimiento de la expectativa de voto del PSOE. Sí en cierto desgaste, pero parece que sólo eso. 

¿Incomprensible? No tanto, si entendemos que Sánchez es el más trumpista de los políticos europeos, y Donald Trump ha mejorado su expectativa de voto, además de recaudar una millonada en donaciones, tras su reciente condena por tramposo. El mismo día de la amnistía de Sánchez, Trump fue declarado unánimemente culpable. ¿De qué? De 34 delitos relacionados con la falsificación de documentos con los que buscó ocultar pagos para que no se conociera su relación con una actriz porno, porque esa información, de haberse conocido a tiempo, habría puesto en riesgo su campaña para las presidenciales de 2016.

¡Qué tiempos! Ocho años después, ni la relación con la actriz porno ni los sobornos para ocultarla ni la condena por las ilegalidades cometidas en la ocultación frenan la carrera presidencial de Trump, porque Donald -como nuestro Pedro- ha puesto en marcha, con eficacia, la activación victimista de «ellos contra nosotros». Allí el «ellos» son los progres, los woke, los globalistas… Aquí ese «ellos» es el «nosotros» del marido de Begoña. Hasta se proclama «zurdo», y su «ellos» son los «fachas», los «ultras», la «derecha y la ultraderecha». Ha metido en campaña incluso a Milei y a Netanyahu, que sólo con Franco ya no le llega.

Tan descorazonador resulta que Trump no quedara inhabilitado para la política tras el asalto al Capitolio (el 6 de enero de 2021) por una turba por él promovida, tras perder las elecciones de 2020, como que nuestro Sánchez no obtenga esa misma invalidación tras haber comprado su investidura con una amnistía a golpistas y malversadores. Uno y otro golpean inaceptablemente el sistema constitucional, de EEUU y de España.

Pero los hechos, en uno y otro caso, no son suficientes. Hace falta más. Aquí, que es lo que (más) nos importa, hace falta sumar más de lo que aglutina la agrupación para el derribo constitucional, que encabeza Sánchez. Esa suma positiva se verá con claridad el domingo próximo, con el recuento tras las elecciones europeas del 9 de junio. Cuanto mayor sea la suma constitucional, más cercano estará el final de la coalición del fango -¡y de la fanga!- que padecemos.

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