THE OBJECTIVE
César Calderón

¿Por qué funcionan unas campañas electorales (y otras no)? 

«Ni un solo portavoz del PSOE se sale nunca ni un milímetro de las líneas discursivas marcadas por el partido»

Opinión
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¿Por qué funcionan unas campañas electorales (y otras no)? 

Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz.

A pesar de que muchos lectores poco avisados no lo crean, una campaña electoral es bastante más que elegir un lema más o menos ocurrente, producir un par de videos épicos con música de Braveheart y llevar en peregrinación al líder de un partido por mercados, teatros y plazas de toros diciendo lo que buenamente se le ocurra.

De hecho, una campaña electoral es la conjunción de dos procesos: Una operación de comunicación y otra de organización que de no funcionar como el engranaje de un reloj suizo dará como resultado el hundimiento de los osados pilotos que se pongan a sus mandos y por supuesto, del partido que se la haya encargado.

«Es el esquema que con la inestimable colaboración de Vox y otros aliados accidentales lleva repitiendo el PSOE desde la llegada de Pedro Sánchez a su dirección»

Dos procesos a los que desde hace diez años y para complicarlo aún más, hay que añadir una capa de tecnología que va desde el Big Data hasta la Inteligencia Artificial para posibilitar la microsegmentación de mensajes a nichos de votantes de especial interés ya sea por su edad, geolocalización, nivel de ingresos, aficiones, estilo de ocio, medio de comunicación que leen o incluso, lugar que escogen para sus vacaciones.

Y todo ello, además dirigido por un plan de campaña sencillo (que no simple) que debe estar infiltrado por dos conceptos fundamentales que deben recorrer transversalmente el mismo y que en caso de igualdad entre los contendientes va a marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso: La coherencia y la consistencia de los mensajes.

Este sería un ejemplo de esto que hablamos, seguro que les suena:

1- Identificar al rival político como enemigo 

2- Posicionarte a ti mismo en el lugar del bien sin dejar espacio al rival.

3- Construir un marco de lucha épica bien vs mal que interpele al votante haciéndole que elija su lugar en esta guerra.

4- Llamar al votante a las armas (o a las urnas)  con aquello tan conocido de: ¡Que vienen los malos!

5.- Repetirlo constantemente sin dudar un momento y  sin importar el lugar durante todo el tiempo que dure la campaña por parte de todos los portavoces del partido.

¿Burdo? Probablemente, pero es el esquema que con la inestimable colaboración de Vox y otros aliados accidentales lleva repitiendo el PSOE desde la llegada de Pedro Sánchez a su dirección; el esquema que le ha llevado a la Moncloa y le ha ayudado a permanecer allí, el esquema que una vez más están repitiendo y que según dicen las encuestas le puede servir otra vez para acercarse lo suficiente al PP como para proclamar un empate y venderlo como una victoria el próximo 9 de junio.

Un esquema que exige  planificación, esfuerzo, convicción y una disciplina táctica titánicos pero cuyo resultado es que ni un solo portavoz del PSOE se sale nunca ni un milímetro de las líneas discursivas marcadas por el partido y que independientemente de si el rival les marca un par de goles durante la primera semana de campaña, la fe de los socialistas en su esquema de juego y en su entrenador son tales que saben que cualquier cambio de marco, discurso o tono solo serviría para confundir a sus votantes, por lo que perseveran en el plan sin cambiar ni una sola coma de sus planteamientos iniciales convencidos de que serán capaces de dar la vuelta al resultado en el minuto 90 gracias a algún error no forzado del rival.

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