THE OBJECTIVE
José Luis González Quirós

Real Madrid & Hollywood

«El ganador de la Champions League ha conseguido que, en muchos de sus partidos, el juego ofrezca un espectáculo de dramatismo cinematográfico»

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Real Madrid & Hollywood

Nacho Fernandez y Luka Modric celebrando la victoria de Champions. | Agencias

El fútbol que es un espectáculo muy popular no ha conseguido convertirse, salvo excepcionalmente, en un tema cinematográfico importante lo que tal vez sea debido a que, en los EEUU, el gran país del cine, el fútbol no ha ocupado hasta ahora un papel similar al que desempeña en Europa o en la América del Sur y cada vez en más lugares. A cambio, cabe sugerir que el reciente, y muy frecuente, ganador de la Champions League ha conseguido que, en muchos de sus partidos, el juego ofrezca un espectáculo de dramatismo cinematográfico.

Me refiero, claro está, al ritmo narrativo y emocional de las grandes películas de boxeo, como, por ejemplo, las de Rocky, The Boxer o Cinderella Man y tantas otras. En ellas es frecuente que el protagonista lo pase mal y haga sufrir de lo lindo a los espectadores siendo golpeado sin piedad de modo que queda poco espacio para esperar la victoria. Como en el cine asistimos y participamos de un entretenimiento, pero también de una escuela de vida, lo frecuente en estas historias es que el sufrido protagonista se salve en última instancia, recupere lo que parecía una vitalidad perdida, saque fuerzas de flaqueza y acabe tumbando en el ring al pérfido antagonista que se veía con el triunfo en las manos.

Desde Grecia se llama catarsis al potentísimo efecto liberador que provoca el drama en los que asisten al espectáculo, de manera que el espectador que, por identificación, se temía derrotado, por lo general de manera injusta e impía, acaba gozando con mayor intensidad de la victoria, del triunfo en riesgo, de que las cosas hayan transcurrido de manera que la felicidad le gane la partida a la desgracia. No importa, en realidad, que sepamos que la película vaya a acabar bien, sucede casi siempre, sino que podamos experimentar el temor y el sufrimiento que ceden el paso a la liberación, al éxito.

Un partido de fútbol, sin embargo, no es ninguna película, no transcurre conforme a un guion previo. Su final no está predeterminado, porque el fútbol es de hecho, un deporte en que un cualquiera puede noquear al más pintado, de manera que empezar el partido siendo sometido a los golpes del rival es una estrategia muy arriesgada porque la inferioridad puede dar lugar en cualquier momento al gol contrario y a la derrota.

Una parte importante de las actuaciones del Real Madrid durante la Champions de 2022 y la de ahora mismo han tenido un ritmo bastante agónico, han dado la impresión de que el Real Madrid estaba al borde del precipicio, en especial cuando el rival era de la máxima importancia y, sin embargo, de manera casi milagrosa, el Real Madrid ha conseguido salir de la trampa en la que había caído para acabar con su rival en unos pocos minutos de furia y calidad. Se trata de una situación cuya frecuencia puede dar lugar a la presunción de que el equipo es, al final, invencible. Es normal que así lo sientan muchos de sus seguidores y, lo que es más importante, una buena parte de los rivales que pueden caer presos de un hechizo tal cuando el tiempo del partido se agota sin remedio.

«El Real Madrid es un club de enorme solidez, en el que la tradición de los mejores ha ido creando un poso de energía»

Lo que es difícil de discutir es que esta extraordinaria serie de actuaciones, que han venido a reforzar la leyenda previa de las remontadas en el estadio Santiago Bernabéu, han suscitado emociones muy intensas que no son fáciles de suscitar siendo, o pareciendo, sencillamente superiores desde el primer minuto. El hecho es que esto ha dado pie a que los no madridistas hayan pretendido levantar una suerte de teoría según la cual el Real Madrid es un equipo, peleón, suertudo, pero de no muchísima calidad, una especie de exaltación del fútbol como una actividad en la que las porterías apenas cuentan.

Se suele decir que en materia de consuelos cada cual se agarra a lo que puede, pero parece conveniente que las fantasías y las elucubraciones no pierdan un contacto, por mínimo que sea, con la realidad. El Real Madrid es, sobre todo, un club de enorme solidez, muy bien dirigido por su presidente Florentino Pérez, y en el que la tradición de los mejores ha ido creando un poso de energía y combatividad que le dotan de una estabilidad deportiva que le han hecho sobrevivir en la cumbre, pese a la lluvia de millones que ha caído sobre muchos de sus competidores a medida que el fútbol se ha convertido en un negocio de dimensiones colosales.

Todo eso se quedaría en nada si los jugadores no aprendieran la dura disciplina de la competencia en un equipo en el que abundan jugadores excepcionales y a comportarse de una manera ejemplar al servicio de un deporte que es esencialmente colectivo, de equipo. Que en estos años nos hayan dado la propina de unas eliminatorias dramáticas y siempre bien resueltas no debiera acostumbrarnos al éxito frente a quien fuere. En su historia, siempre muy notable, el Real Madrid ha pasado décadas sin estar en la cumbre de Europa en la que ahora son reyes en ejercicio, pero el equipo deberá conservar la humildad del que sabe que puede ser vencido, que cualquiera tiene un mal día, sin acostumbrarnos a que su juego sea, por así decir, de película, como en esas euforizantes historias en las que se logra el KO tras haber estado a punto de morder la lona.

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