THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

Dientes, dientes

«Pedro Sánchez no quiere apoyos, sino pleitesía. O con él o con el mal. Aquí no se dirime el futuro de España, sino si España es digna de ser gobernada por Sánchez»

Opinión
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Dientes, dientes

Ilustración de Alejandra Svriz.

«Dientes, dientes, eso es lo que les jode», le decía Isabel Pantoja a Julián Muñoz. Me acordé de la pareja viendo a Pedro Sánchez y a Begoña Gómez aparecer en un mitin en Benalmádena. En un mundo como este, quizá una sonrisa valga más que una citación judicial por corrupción, al menos, en el corazón del electorado. Cuando era niño, avionetas sobrevolaban las playas de la Costa del Sol y dejaban caer pelotas azules de Nivea. Viví en un mundo que ya no existe. Los padres fumaban ducados. Los tribunales se respetaban. Leíamos. No nos fotografiábamos las piernas en la orilla. No soy un nostálgico, solo soy un hombre perplejo.

Isabel Pantoja abrazó a María Guardiola, la presidenta de la Junta de Extremadura, y le dijo «eres un ser de luz». El piropo de una folclórica tiene más valor que un intenso briefing de asesores políticos diciendo compol e inputs y claims todo el rato. Me hago mayor. Solo hay un tema en la literatura: la convivencia con nuestra mortalidad. El amor, el honor, la locura… son solo ramas que brotan de este tronco de corteza oscura. 

Me pregunto si Pedro Sánchez es consciente de que su mandato algún día acabará y tendrá que volver al ensimismado juicio de los espejos. A las tostadas, al café y al ruido de las ambulancias en la madrugada. Él tiene, lo contó Máximo Huerta, cierta obsesión con la posteridad. «El vivir que es perdurable no se gana con estados mundanales ni con vida deleitable», escribió Jorge Manrique. 

No tengo ningún interés en el mañana. La vida me convirtió en un hombre abrazado a su presente como un koala a su eucalipto. Creo que pisar el hoy nos aleja de la soberbia, esa espina clavada en el alma de muchos de nuestros políticos. La humildad es tediosa. Hacer nuestro trabajo, sin más. Como un mecánico que aprieta tuercas y aparta cables tumbado bajo un coche. Sin alardes, sin misterios, con la satisfacción que da reparar lo que está roto o enderezar lo que se ha doblado.

Pedro Sánchez encarna la antítesis. Eleva su cotidianidad hasta un límite que roza lo paródico. Baña en oro sus fruslerías domésticas. Habla del amor y de la vida como si solo él supiera lo que son el amor y la vida. E invade su gestión con emociones para convertir a los votantes en cómplices de su drama. No mira de frente a los españoles, sino desde un escenario, donde van y vienen sus líneas garabateadas.

«No hablamos de liderazgo, sino de culto. No es carisma, sino afección. No es política, sino supervivencia»

Toda crítica a su gestión se convierte entonces en un cuestionamiento sentimental. Todo ataque político es un ataque personal. No hablamos de liderazgo, sino de culto. No es carisma, sino afección. No es política, sino supervivencia.

Toda soberbia asume menosprecio. Ahí están sus carcajadas adolescentes. Ahí está su ausencia en los debates importantes. Ahí está su ultimátum a la ciudadanía. Ahí está el trato que dio a los que trabajaron a su lado, pero no quisieron asumir el papel de palmeros. Pedro Sánchez no quiere apoyos, sino pleitesía. O con él o con el mal. Sin grises, el mundo pierde profundidad. Aquí no se dirime el futuro de España, sino si España es digna de ser gobernada por Sánchez. 

No son los valores que yo conocí en el socialismo. La igualdad, la justicia, el diálogo y la mesura. Ese partido de Estado, que no es una frase hecha, sino una verdadera vocación de contención y horizontalidad. El PSOE vive un delirio. Un aquelarre nocturno en el que los políticos danzan extáticos, hablando lenguas extrañas y cubiertos de brea. Pero llegará el amanecer a despertar los cuerpos agotados y llegará la lucidez y muchos se mirarán las manos pensando: ¿Qué ha pasado aquí?

Que la ciudadanía elige a sus héroes es algo que ya sabemos. Lo que a veces olvidamos es que es la ciudadanía quien elige, también, a sus villanos. Pedro Sánchez y Begoña Gómez pasean entre sus militantes y son aclamados. Juan Espadas, el secretario general del PSOE en Andalucía, hasta le da las gracias desde el estrado. Para eso quedó el partido, para celebrar a un presidente que apenas puede gobernar.

Pasará mucho tiempo hasta que el erial socialista reverdezca. Pero así es la soberbia; que se lo digan a Susana Díaz, tertuliana. Que se lo digan a Isabel Pantoja que, tras los dientes, conoció la cárcel. El camino de vuelta de Pedro Sánchez será aún más áspero que su camino de ida. Le dejo al presidente aquí unos versos de Fernando Pessoa, por si gusta: «El mañana no existe. Solo mío es el momento; yo soy quien existe en este que es, quizá, el último instante de ese que ser yo finjo».

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