THE OBJECTIVE
Javier Benegas

Vox no es el principal socio de Sánchez

«No es Vox, sino el desesperante vacío ideológico del PP lo que mantiene vivo a Sánchez. La prueba más reciente es su falta de programa en estas elecciones»

Opinión
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Vox no es el principal socio de Sánchez

Santiago Abascal dirigiéndose al estrado del Congreso de los Diputados, con Pedro Sánchez distraído en segundo plano. | Eduardo Parra (Europa Press)

Este 2024 será por excelencia un año electoral. Cuando finalice, habrán tenido lugar las elecciones de Galicia, País Vasco, Cataluña y Europa. Y tres de las cuatro convocatorias —País Vasco, Cataluña y Europa— se habrán celebrado en apenas siete semanas.

Si un extraterrestre ajeno a nuestras patéticas cuitas nos observara, llegaría a la conclusión de que, con tanta elección, los españoles habrán debatido sobre infinidad de asuntos relevantes y decidido sobre ellos a través de las urnas. Pero nada más lejos de la realidad. Lo cierto es que, más allá de reducir las convocatorias de País Vasco y Cataluña a meros termómetros con los que medir la fiebre secesionista, todas estas elecciones han tenido o tendrán un carácter plebiscitario: Sánchez sí, Sánchez no. O extrema derecha sí, extrema derecha no, que es lo mismo pero planteado desde el otro lado.

La política española ha quedado atrapada dentro del estrechísimo enfoque bipolar que monopolizó las elecciones generales de 2023, con los resultados por todos conocidos. Y de ahí no se mueve. Se podrá argumentar, no sin razón, que el actual presidente se ha convertido por méritos propios en una amenaza para el Estado de derecho, porque está poniendo en serio peligro la igualdad ante la ley y el principio de legalidad. Y que, por lo tanto, no quedaría más remedio que contemplar cada convocatoria electoral como una oportunidad para contestar a este desafío. 

Pero cabe preguntarse si este razonamiento, aparentemente lógico, no estará teniendo consecuencias adversas para los verdaderos intereses de los ciudadanos, pues todo lo que no sea echar a Sánchez desaparece del debate; incluso cabe preguntarse si no estará contribuyendo a mantener vivo a tan peligroso presidente. Al fin y al cabo, el planteamiento bipolar es la madre de la polarización. Si la polarización fuera perjudicial para Pedro Sánchez, no se dedicaría a promoverla. Y lo cierto es que Sánchez, lejos de intentar zafarse de este enfoque bipolar, lo abraza con entusiasmo. Diría que con un entusiasmo desesperado.

De esta incoherencia parece surgir lo que, a mi juicio, es uno de los grandes errores de interpretación que comparten demasiados analistas. Que el mejor aliado de Pedro Sánchez es Vox. Los hombres y mujeres de verde, con su «extremismo», estarían contribuyendo a hacer creíble el falso enfoque de extrema derecha sí, extrema derecha no, con el que Sánchez concurre a todas las elecciones.

«Sánchez necesita que Vox y PP, en vez de cohabitar, actúen como irreconciliables antagonistas»

A primera vista, bastaría con la mera intuición para dar por bueno este argumento. Sin embargo, la política a menudo es contraintuitiva. Que Sánchez usa a Vox como hombre de paja para hacer verosímil su alerta antifascista, es evidente. Sin embargo, no lo es tanto que la mera existencia de Vox le baste para asegurar el éxito de esta estrategia. Sánchez necesita mucho más para que funcione. De entrada, necesita que Vox y PP, en vez de cohabitar, actúen como irreconciliables antagonistas y se acusen recíprocamente de tibieza y extremismo. Así, sin que Sánchez mueva un dedo, la amenaza de la extrema derecha se convierte en verosímil.

Pero tampoco esto bastaría. Faltaría una condición mucho más decisiva. Esta condición es que el Partido Popular carezca de identidad política. Es decir, que más allá de «derogar a Sánchez», porque es un peligro, lo único que se vislumbre en el PP sea un insondable vacío. Esto es lo que a los ojos de muchos votantes convierte al Partido Popular en un agente oportunista. Una opción que, lejos de merecer su confianza, les resulta sospechosa y me atrevería a decir que hasta antipática.

Que el PP, con el final del aznarismo, renunciara a tener identidad política, si bien le permite moverse libremente para pescar votos dentro de un espectro muy amplio, también lo convierte en un partido sin anclajes susceptible de ser desplazado a conveniencia a lo largo del eje ideológico por sus adversarios. Así, desde la derecha, los más beligerantes pueden calificar al PP como un partido subalterno del PSOE, que lanza severas admoniciones sobre las leyes socialistas, pero que luego, cuando llega la ocasión, las mantiene o incluso las asume. Y desde la izquierda pueden usar sus pactos de gobierno regionales y municipales con Vox para vincularlo con la derecha extrema. 

Desde el nefasto Congreso de Valencia, en el que Rajoy echó a la calle a liberales y conservadores, llevándose por delante la trabajada y exitosa refundación de la inoperante Alianza Popular en un partido capaz de constituir mayorías, el PP ha renunciado a tener su propia identidad política. La prueba más reciente la tenemos en la falta de un programa propiamente dicho para estas elecciones europeas. Lo que el PP ha proporcionado a los votantes es un manifiesto de apenas cinco páginas, incluyendo la portada, lleno de generalidades y sin ninguna posición clara respecto de asuntos cruciales que están convirtiendo Europa, y con ella a España, en un cementerio de elefantes.

«Mientras que el PSOE sigue representando los ‘valores’ de la izquierda, el PP renuncia a representar los valores alternativos»

Esta falta de identidad tiene gravísimas consecuencias. Mientras que el PSOE, aunque lo haga de aquella manera, sigue representando los valores de la izquierda, el PP renuncia a representar los valores alternativos. Esta deserción de la política es lo que deja el terreno expedito para que Sánchez maniobre con una libertad inaudita, polarice la política en su propio beneficio y acapare la iniciativa. Y, por el otro lado, es lo que propicia no sólo el surgimiento de Vox, sino su resistencia a ser fagocitado.

Así pues, no es Vox, sino el desesperante vacío ideológico del PP lo que mantiene vivo a Sánchez. De hecho, su renuncia a la política es lo que ha reducido a dos, y bastante discutibles, los argumentos con los que el PP aspira a convencer a los votantes. El primero, que ellos son mejores. Y el segundo, que son estupendos gestores. La primera afirmación parecen haberla interiorizado en el PP como una verdad pavloviana. Sin embargo, de puertas afuera no parece que tal verdad sea ampliamente compartida, de otra forma Feijóo hoy sería presidente. En cuanto a la segunda, Rajoy se encargó de sembrar serias dudas al respecto. Y las ocurrencias de Feijóo no hacen otra cosa que agravarlas.

Lo interesante es que, si prestamos atención, observaremos que quienes más insisten en que Vox es el mejor aliado de Sánchez, no son precisamente los sufridos votantes y simpatizantes del PP, por más que en la cúpula del partido compartan este enfoque. Son los socialdemócratas o socialistas moderados que abominan de Sánchez, bien porque tienen verdaderas convicciones democráticas, bien porque han sido expulsados de las covachuelas socialistas, o bien por la combinación de ambas circunstancias. Estos socialistas, que miran a cara de perro a Sánchez, se han erigido en los más beligerantes aliados del PP, más aún que sus propios militantes. 

Ocurre que este apoyo no le sale gratis al PP. Al contrario, conlleva un alto precio: la condición innegociable de que no encarne valores alternativos a los socialistas. Es decir, que, si bien el PP debe seguir ocupando el espacio político de la derecha, de ningún modo debe atreverse a representarla. 

Así es como, tanto la cúpula del PP como sus extraños y beligerantes aliados, convierten elección tras elección en una fallida moción de censura contra Sánchez. Puede que el caso Begoña Gómez obre el milagro, nunca se sabe. Pero de lo que no tengo duda es que, con este estrechísimo enfoque, los españoles difícilmente tendrán algún día el gobierno, ni tampoco las políticas, que realmente necesitan.

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