THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

La bella y la bestia

«Es imprescindible votar para mantener con vida a Europa. Sobre todo aquellos que ya están amenazados por gobiernos autoritarios y corruptos como el nuestro»

Opinión
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La bella y la bestia

Ilustración de Alejandra Svriz.

Todos sabemos que Europa era una guapa fenicia de la que se encaprichó Zeus y, una vez transformado en un toro blanco, la raptó y se la llevó a Creta para gozar de ella en tranquilidad. La escena es tan famosa gracias a múltiples pinturas, que pocos se preguntan a qué viene esta acumulación de extravagancias. ¿Por qué una fenicia? ¿Por qué el toro ha de ser blanco? ¿Por qué se la lleva a Creta? ¿Y, lo más ignorado, qué significa ese nombre, «Europa»?

Como siempre, los asuntos más comunes son los más oscuros y lo evidente es lo más oculto. Ni siquiera sabemos el significado último del nombre que ostenta esa bella muchacha, Europa, a pesar de que también es el nombre de nuestro continente. Unos creen que es algo así como «bella muchacha» o bien «grandes ojos», pero otros investigadores la relacionan con «crepúsculo» o «donde el sol se pone», sin duda para igualar la Europa continental con el poniente, es decir, con «el lugar de los muertos» que es lo que significa «occidente».

Así que mañana vamos a votar por una bella desconocida, con el fin de salvar unos siglos más ese misterioso rapto que ya se expuso en la Ilíada y que se encuentra en el origen de nuestra civilización. Dicho en plata: mañana votamos un continente enigmático que ignora incluso su propio nombre o, si lo prefieren, su origen. Lo único que se conserva del mito fundacional es el nombre de la hermosa fenicia. Solo su nombre, como la nave Argo a la que en el transcurso del tiempo ya le habían cambiado la totalidad de las piezas, pero seguía siendo la nave Argo, o sea, la que lleva su nombre.

Dados estos datos, no es extraño que tengamos una idea muy superficial de lo que mañana se decide. Nuestro continente ha sido, durante miles de años, el lugar de la inteligencia, de la fuerza militar, de la ciencia, de la guerra y de las artes. Desde que Oriente fue derrotado (en Grecia cayeron los persas, en Lepanto los turcos) ya nadie ha puesto en duda la centralidad europea de la cultura, las armas y la libertad, hasta que hace pocos años comenzó el asalto, cada vez más poderoso, del antiguo imperio oriental: Rusia, China, India.

No tenemos herramientas para defendernos de estos inmensos territorios y sus colosales poblaciones habituadas a una tiranía religiosa. Y hay, además, insidias internas en Europa, como los proiraníes de España, los prorrusos de la extrema derecha, o las grandes bolsas musulmanas en Francia e Inglaterra. Una situación inquietante y un horizonte amenazador.

«Gobiernos débiles o corruptos (o ambos) solo pregonan su ineficacia, su ausencia completa de ideas, su codicia»

Sin embargo, como habrán observado en la campaña electoral, nada de todo esto se discute, se habla, se argumenta, se razona. Gobiernos débiles o corruptos (o ambos) solo pregonan su ineficacia, su ausencia completa de ideas, su codicia en la disputa de los sillones, sus pequeños intereses locales y mezquinos en una borrachera de enanos rodeados por gigantes armados hasta los dientes.

Aquella hermosa muchacha fenicia, digna del más poderoso de los dioses olímpicos, ha vuelto a ser raptada, pero ahora no la lleva a lomos un toro blanco, sino una parva de codiciosos que se dan de codazos para conseguir un sillón mullido, aterciopelado, carísimo e inútil, en una de las ciudades más lluviosas, tediosas y grises del norte continental. Lo más opuesto que quepa imaginar de Creta.

Así y todo, es imprescindible votar para mantener con vida a la bella fenicia. Sobre todo, aquellos que ya están amenazados por gobiernos autoritarios y corruptos como el nuestro.

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