THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

Sobre la claridad

«El problema en los medios no es la oscuridad del texto, sino la falsificación, el eufemismo, la censura, la corrección política, la posverdad, la cancelación»

Opinión
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Sobre la claridad

'Salomé con la cabeza del Bautista', de Caravaggio, maestro de la técnica del claroscuro. | Eduardo Parra (Europa Press)

El pasado día 21 participé en una mesa moderada por Juan Luis Cebrián, sobre El lenguaje claro en los medios de comunicación, dentro del ciclo dedicado al lenguaje claro por la RAE. Este es un resumen de mi charla:

Comienzo con una cita de Ortega y Gasset. Creo que toda intervención pública debería recordar alguna cita de Ortega, y mucho más si se va a tratar sobre «la claridad». Ortega, él mismo, es un modelo de claridad en un terreno nada propicio a la claridad. Por eso habló una y otra vez sobre la claridad. Y de eso trata la cita:

«Cuando yo era muchacho leía, transido de fe, los libros de Menéndez Pelayo. En estos libros se habla con frecuencia de las ‘nieblas germánicas’, frente a las cuales sitúa el autor ‘la claridad latina’. (…) Más tarde he podido averiguar que se trata simplemente de una inexactitud, como tantas otras con que se viene envenenando a nuestra raza sin ventura. No hay tales ‘nieblas germánicas’, ni mucho menos tal ‘claridad latina’. Hay solo dos palabras que, si significan algo concreto, significan un interesado error». (Meditaciones del Quijote, I, p. 773. 1914)

Para Ortega esa popular diferencia entre naciones de lenguaje claro (las latinas) y de lenguaje oscuro (las nórdicas) no era sino «un interesado error», una falacia inducida por la vanidad nacionalista e intensificada por la conciencia de inferioridad. Sin embargo, un poco más adelante escribió que las naciones nórdicas están interesadas por la profundidad y las latinas por la superficie. No es asunto tan sencillo y será justamente un autor nórdico, Ernst Jünger, quien hable de la «profundidad de la superficie» y ponga como analogía la del agua que, dado un mar en calma, permite ver la profundidad. Lo contrario no es cierto: desde la profundidad no puede verse la superficie.

Yo creo que la mayor diferencia entre ambas hablas, la oscura y la clara, según Ortega, se encuentra en el terreno de la filosofía. El lenguaje de Kant, de Hegel, de Schelling, es oscuro, pero profundo. Lo que no impide que el de Descartes sea claro e igualmente profundo. Ortega hablará muchas veces sobre la que él llamaba la «cortesía del filósofo», es decir, la claridad.

«Lo que resulta difícil de entender en los medios actuales no es la oscuridad del lenguaje, sino su retorcimiento»

Sirva esta introducción para aclarar por qué, en el terreno de los medios de comunicación, la diferencia entre claro y oscuro en realidad no tiene función. En esos medios, lo oscuro no existe o no debiera existir, y ese es uno de sus principales caracteres. Los medios sirven exclusivamente para la comunicación. Si algo no se entiende no puede deberse a la oscuridad del lenguaje, sino a otra peculiaridad lingüística.

Como uno de nuestros colegas, Darío Villanueva, ha mostrado en dos de sus títulos más lúcidos, Morderse la lengua y el muy reciente El atropello a la razón, lo que resulta difícil de entender en los medios actuales o lo que nos desconcierta en ocasiones, no es un efecto de la oscuridad del lenguaje, sino de otra peripecia: su retorcimiento.

Nuestro problema en los medios no es la claridad u oscuridad del texto, sino la falsificación, el eufemismo, la censura, la corrección política, la posverdad, las presiones cancelatorias y todas las artimañas que desvían el recto sentido de las palabras hacia una finalidad sectaria. Es muy notable que sea precisamente la claridad lo que simplifica o tergiversa las cuestiones más relevantes hasta hacerlas inasumibles, falsas y opresivas. Sirva como ejemplo el uso del término «genocidio», pronunciado una y otra vez por los grupos pro palestinos, para describir la situación de la guerra de Gaza. No hay nada más claro que ese término, pero oculta uno de los principios sustanciales de Goebbels para la construcción del Tercer Reich: repite mil veces una mentira y llegará a ser verdad.

«La niebla encubridora también puede ser el fruto de una innecesaria invasión de lenguaje técnico»

En la mayoría de las ocasiones, sin embargo, no es necesario que intervenga el activista político para producir la niebla encubridora. También puede ser el fruto de una innecesaria invasión de lenguaje técnico. Por ejemplo, he aquí un titular de ayer mismo:

El binomio prostodoncista: clave para la excelencia en la rehabilitación oral (El Confidencial. Lunes 20 de mayo)

El prostodoncista es el dentista de toda la vida, pero adornado. Y el otro miembro del binomio es el protésico que fabrica las piezas dentales. Lo que induce a error es usar «oral» por «bucal». Produce el malentendido de que el prostodoncista parezca ser alguien que ayuda a perfeccionar la oratoria.

Para el oscurecimiento también es eficaz el lenguaje peculiar de cada región. He aquí un titular de ayer en El Comercio, diario asturiano con sede en Gijón:

Alimerka se hace con el primer bonito de la costera a 339 euros el kilo en la rula de Avilés

Dos problemas: «costera» se supone que es «pesca costera», algo poco frecuente en otras comarcas, y «rula» es «un juego semejante a la chueca», según el DRAE, pero sólo en tercer lugar «lonja de contratación de pescado». Aquí la oscuridad se justifica por ser un diario que se dirige a una población muy determinada.

Finalmente, también se da una macedonia de lenguaje hipertécnico, neologismos anglosajones y jerga privada que sólo pueden descifrar los iniciados en los terrenos de la moda y el entretenimiento. Un titular de El Español de ayer:

Blockout, el boicot a los callados sobre Gaza que ha robado 170 K ‘follows’ a Kim Kardashian

Me temo que sólo los adictos a las redes deben de saber lo que son 170 K «follows», aunque tampoco es fácil de imaginar a qué blockout se refiere.

En resumen, la claridad exigible en la prensa diaria es casi imposible de obtener si no hay tres correctores de estilo trabajando las 24 horas del día. Y ese es un objetivo imposible de asumir debido a la actual precariedad de los medios. Hay que acostumbrarse, por tanto, a leer los diarios como quien descifra un crucigrama.

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