THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Cuidado con el 10 de junio

«A partir del 10 de junio, cuando se levanten los vientos electorales de cinco meses, veremos a un gobierno en parálisis casi total»

Opinión
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Cuidado con el 10 de junio

Ilustración de Alejandra Svriz.

Es muy probable que el plan que Pedro Sánchez tiene ya preparado para el día después de las elecciones europeas, pase lo que pase, no lo va a parar ni con una derrota sonada. Al contrario, su particular, egocéntrica y hasta ptolomaica lectura de los resultados de las últimas elecciones autonómicas, en las que se ha apropiado incluso de los votos de todos los partidos a los que considera socios, no le impedirá seguir adelante con su única misión real en esta legislatura. La lucha contra el triángulo del mal, contra la ultraderecha que conforman los jueces, los medios de comunicación y los partidos de la oposición.

Todo puede ocurrir en las europeas. El triunfo previsto del Partido Popular ha creado de nuevo en la recta final de la campaña, como ya ocurriera en las gallegas, algunas dudas no ya sobre la amplitud, sino incluso sobre el propio triunfo. Máxime cuando Sánchez ha conseguido convertir el caso de corrupción de su esposa en una histriónica campaña peronista volcada en la movilización emotiva del votante socialista y de la extrema izquierda para que salga en defensa de Begoña Gómez. Quieren que Begoña sea la nueva Cristina Kirchner. 

La respuesta a las investigaciones judiciales sobre sus actividades han sido dos cartas del marido y su exaltación populista en los mítines ¿Explicaciones sobre los delitos de los que se le acusa? Ninguna. ¿Insultos? A todo lo que se mueva del sistema judicial español. ¿Reacciones a la Fiscalía Europea que ha ido más allá y ve indicios de malversación, tráfico de influencias y prevaricación en el ‘caso Begoña Gómez´? Ni una palabra. Como si las instituciones judiciales europeas ni existieran, ni tuvieran importancia, y eso que estábamos en campaña electoral europea. ¿Aberraciones peligrosas en la campaña socialista? Varias. Y preocupantes. Por ejemplo, ese “guerracivilismo” de la candidata socialista Teresa Ribera, que ha pasado de su habitual soberbia intelectual como vicepresidenta al peligroso grito desgarrador del “No pasarán”. ¿No pasarán los fiscales, los jueces, los periodistas, la UCO? ¿Quién no pasará? ¿El PP o VOX aunque sean votados libre y democráticamente por los ciudadanos? Hay expresiones que, aunque se sea muy mala oradora mitinera, no se deben gritar nunca en España en una campaña electoral.

No es fácil, sin embargo, apelar a la responsabilidad de los políticos socialistas con el caso Begoña Gómez cuando es su propio jefe, el mismísimo presidente de gobierno, Pedro Sánchez, el mayor pirómano en este incendio de insultos que ha traspasado ya todo tipo de prudencia y sensatez. En la desesperada y machista defensa que hace de su mujer, machista porque solo habla él como si la esposa no pudiera hacerlo o no la dejarán hablar, Sánchez ha llegado a recuperar el nombre de la exministra Magdalena Álvarez para convertirla en una víctima judicial de la derecha. Álvarez cumple una pena de inhabilitación de 9 años por su papel como consejera de Hacienda del Gobierno andaluz que diseñó el sistema que permitió el fraude de más de 860 millones de euros en los ERE fraudulentos entre 2000 y 2010.

«No somos ingenuos», gritó Sánchez en el mitin socialista de Benalmádena, insinuando que las sentencias del caso de los ERE, en los que también fueron condenados los expresidentes socialistas y andaluces Manuel Chaves o José Antonio Griñán, no habían sido justos. De una bofetada cuestionaba a la Audiencia de Sevilla y al Tribunal Supremo que lo ratificó. Esa es la imagen que Sánchez quiere instalar en la ciudadanía. Él cree en la justicia cuando ha investigado y juzgado a políticos y gobernantes del PP o a miembros de la Familia Real. Y punto. Ni siquiera cree en la justicia cuando se ha juzgado y condenado a golpistas independentistas

Lo sabíamos, pero ahora es él mismo el que lo confirma. No cree en la independencia del poder judicial, ni en la igualdad de los españoles ante la ley. Sean indultos o sea amnistía, para Sánchez la justicia es algo que solo le vale si la controla. Y se controla enviando exministros al Tribunal Constitucional o convirtiendo la fiscalía general del Estado en un brazo político a su servicio personal e intransferible.

A partir del 10 de junio, cuando se levanten los vientos electorales de cinco meses, veremos a un gobierno en parálisis casi total para poder sacar adelante no ya los Presupuestos Generales, sino cualquier proyecto de ley. Veremos a un Puigdemont crecido en sus delirios chantajistas, ansioso por pisar España y que exige el sacrificio de Salvador Illa. Escucharemos las demandas de un sacrificio financiero de las comunidades autónomas ante las demandas de ERC de una “financiación única” para Cataluña. Veremos al caso Koldo desarrollarse y al caso Ábalos crecer. Y por supuesto, el caso Begoña Gómez, también ya en la justicia europea.

Sánchez necesita banderas irracionales que tapen todo este panorama y a la vez le defiendan o justifiquen sus ataques a jueces, medios de comunicación y partidos de la oposición. Que sean los culpables a los que poder acusar de todo. Necesita agrupar en este populismo “trumpista” no ya a sus votantes, sino a todos los partidos de izquierdas, de extrema izquierda e independentista. Y lo tiene fácil. Todos están de acuerdo en que no quieren una justicia independiente. Lo primero a por lo que irán es a por el CGPJ. Una aberración que ni PP ni PSOE lo hayan renovado en los últimos años. Y una aberración mayor si insiste en conseguirlo por mayoría absoluta, pese a que Europa ya se lo frenó. No le gusta tampoco que los jueces tengan esa capacidad e independencia para abrir instrucciones e investigaciones. Con lo bien que lo haría un disciplinado, y por supuesto purgado, cuerpo de fiscales. Y por supuesto, le encantaría poder eliminar el actual sistema de acceso por oposición a la carrera judicial y así tener la capacidad de convertir en juez a todos los amigos. 

Sánchez necesita también que, como el espejo de la reina malvada de Blancanieves, su prensa le diga siempre que todo lo que hace está bien. Y se le abren las carnes cuando aparecen digitales independientes que se dedican a descubrir y levantar corrupciones que le afectan ya tan directamente. 

A partir del 10 de junio muchos nos tememos que el recién aprobado Reglamento Europeo para regular los medios de comunicación pueda ser retorcido y manipulado. El conocimiento obligado de la propiedad real de los medios, así como la publicidad institucional que reciben, es un plausible ejercicio de transparencia. Habrá que ver los criterios contables que inventan para escalar audiencias y publicidad. Determinados amigos de una falsa transparencia empiezan a insinuar ya la generación de otros criterios subjetivos que de nuevo provocarían lo que se quiere evitar. Miedo daría que el gobierno cayera en la tentación de generar listas blancas y negras de medios en función de si son amigos o no. Y pánico que eso sirviera para presionar a los anunciantes para que no inviertan en los medios no amigos del gobierno.

El 10 de junio puede empezar una deriva muy peligrosa para la liberta de prensa, para la libertad de los jueces y en definitiva para la democracia española. Cuidado con el día después. Atentos.  

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