THE OBJECTIVE
Anna Grau

Bipartidismo 'for adults only'

«Está por ver si esta mesa del Parlament nos lleva hacia la investidura como presidente de la Generalitat del socialista Illa o hacia una repetición electoral»

Opinión
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Bipartidismo ‘for adults only’

Ilustración de Alejandra Svriz.

Me siento a escribir este artículo en una sala noble del Parlamento catalán, a punto de constituirse, y a rebosar de autoridades pasadas, presentes y futuras. No cabe un alfiler en este antiguo polvorín de la Ciutadella, luego palacio, luego cámara legislativa… Hoy evoca más bien un hipódromo. Los diputados fugados, Carles Puigdemont incluido, ¿podrán votar o no? ¿Quién presidirá la mesa? ¿Estará en ella o no estará en ella el PP? La composición del Legislativo catalán, ¿se hará eco del nuevo ciclo de mayorías que van emergiendo de las urnas, o seguirá perpetuando la luz estelar de la ya declinante mayoría independentista?

Por si nadie se había dado cuenta, esto es un momento… no diré histórico, para no abusar. Pero sí un punto de inflexión importante. Hacía diez años que no pasaban ninguna de estas dos cosas. No digamos las dos a la vez:

A) Los independentistas no suman mayoría en Cataluña; ni en la calle, ni en las instituciones

B) Los partidos de la «nueva política» que en la última década han condicionado y hasta amenazado al bipartidismo en España, están en caída libre hacia la irrelevancia o incluso la desaparición

Hay dos llamativas excepciones al punto B. La primera es Vox. La segunda es Bildu. Pero las dos tienen truco: Vox no crece tanto como a ellos les gustaría, pero tampoco sucumbe. Ni a los cordones sanitarios de la izquierda, ni a los abrazos del oso o de la anaconda (según el día…) del PP. Seguramente eso se debe a que nació precisamente como una escisión de este partido, muy enfadada con él. Difícil que quieran volver al redil. Tampoco es asunto menor atreverse a hablar de algunos asuntos muy serios (la inmigración ilegal, Israel) como nadie más lo hace. Se podrá estar de acuerdo o no con lo que dicen. Pero es difícil no prestarles atención.

En cuanto a Bildu, va camino de barrer al PNV como partido brutalmente hegemónico de toda la vida en Euskadi. Pero, mientras queden presos de ETA en las cárceles, y no les toquen el cupo vasco, es difícil que se interesen por lo que suceda fuera de sus feudos.

Seguimos. Lo que quería decir es que, a pesar del inmenso ruido y la inmensísima bipolarización, si uno se abstrae de la propaganda y mira con ojos claros, serenos, en lo que sale de las urnas, se aprecia una lenta pero inexorable remusculación del bipartidismo. Lo cual supone toda una excepción ibérica, visto el contexto europeo. Al margen de las peripecias de Pedro Sánchez y las cuitas de Alberto Núñez Feijóo (descansemos por un momento de los dos, por favor…), PP y PSOE, PSOE y PP, ganan fuerza y protagonismo en una política catalana que se les resistía y se van quedando cada vez con menos alternativas en la española. Si se les ocurriera hacer una gran coalición, no quedaría vivo casi nadie más.

«Lo malo de los plebiscitos y de las máquinas del fango es que luego a ver quién pisa el freno, a ver quién sale de ahí»

Ya sé, ya sé: la mera idea hace saltar rayos y truenos de incredulidad, cuando no de escándalo, ahora mismo. Que en el Parlamento Europeo esas cosas se vean cada día, ¿a quién le importa? En España pasamos de la alternancia al guerracivilismo, del guerracivilismo a la alternancia, y vuelta a empezar.

Lo malo de los plebiscitos y de las máquinas del fango es que luego a ver quién pisa el freno, a ver quién sale de ahí. Por ejemplo, vistos los resultados de las cinco convocatorias electorales celebradas durante los dos últimos años, el PSC se erige en indiscutible primer partido de Cataluña en todas las ligas (municipal, autonómica, general y europea), mientras que el PP sube mucho, muchísimo, triplicando o hasta quintuplicando presencias…sin por eso dejar de ser, hasta ahora, un cuerpo político extraño. Un alienígena que necesita escafandra para entrar y salir de la atmósfera política catalana, excepto en Castelldefels y Badalona.

Les decía que les estoy escribiendo desde el Parlamento catalán. Recién acaban de escoger presidente. Llevaban todo el día anunciándolo en la prensa: que el PSC al fin «cedía» y permitía que voten los fugados y que un independentista presida la cámara.

Lo primero no dependía de ellos, sino del Tribunal Constitucional (que, estimando el recurso socialista, ya ha dicho que no se puede…) y del presidente de la Mesa de edad, el histórico hiperventilado de Junts Agustí Colomines. Aceptando estos votos ilegales se arriesga a ir a juicio en un par de años.

«De haber mantenido el órdago ERC, el Parlamento tendría ahora una presidenta socialista»

En cuanto a lo segundo: pues sí, al final el presidente es Josep Rull, de Junts, expreso del procés. Pero se ha llevado un buen sobresalto porque en primera votación los 20 diputados de ERC han votado en blanco. De haber mantenido el órdago los republicanos hasta el final, el Parlamento tendría ahora una presidenta socialista, Silvia Paneque. Al fin no ha sido así, pero con momentos de extrema tensión entre independentistas. ¿Susto o muerte?

ERC ha conseguido la vicepresidencia primera de la cámara, el PSC la segunda. Las cuatro secretarías: Junts, ERC, PSC y PSC. Ni rastro del PP, a pesar de ser cuarta fuerza. De Vox ni hablamos.

Al margen de las filias y fobias de cada cual, a mí me parece un reparto institucional poco representativo del juego realmente repartido por las urnas. Es una mesa más de pasado que de futuro. Está por ver si esta Mesa nos lleva hacia la investidura como presidente de la Generalitat del socialista Salvador Illa o hacia una abrupta repetición electoral. Otras opciones no hay.

Pero de momento, la visualización institucional de la Cataluña real, donde el independentismo ya no suma ni manda, sigue siendo sólo para adultos, como las antiguas películas de dos rombos. O las radiografías puestas al trasluz.

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