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Román Cendoya

Diez 'pedritos'

«En la finca de La Moncloa aparecerán muchos más cadáveres políticos. Acercarse políticamente a Sánchez es mortal por su necesidad: el poder»

Opinión
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Diez ‘pedritos’

Ilustración de Alejandra Svriz.

Máximo Huerta, el mejor ministro que ha tenido Pedro Sánchez, porque solo convivió con él tres días, fue el primer muerto de la trayectoria política del presidente. Cuenta que, cuando se fue, le preguntó el presidente: «¿cómo crees que pasaré a la historia?». Nadie se imaginaba entonces que estábamos ante un autócrata, megalómano narcisista psicopático, degenerado en asesino político en serie.

Después de Máximo, el primer pedrito, llegó Pablo Iglesias, que entró en el Gobierno para conquistar el cielo. Convertido en el socio estratégico, el aliado perfecto, el vicepresidente con el que cambiar el mundo, jamás se imaginó que La Moncloa, presidida por Sánchez, era el paredón político donde caería muerto terminando de tabernero en Lavapiés.

José Luis Ábalos Meco todavía no ha llegado a su segundo apellido. Probablemente, el inventor del sanchismo al que incorporó algún pedrito más. Fue uno de los precursores de la caravana de recogida de avales. Aparte de haber sido el secretario de Organización del partido socialista con Pedro Sánchez, antes de ser asesinado políticamente, fue ministro de Fomento —allí estaba la pasta— y para esconder lo evidente rebautizaron al Ministerio como Transportes, Movilidad y Agenda Urbana. Es de los diez pedritos el que ha pasado al más allá instalado en un escaño en el grupo mixto. Gracias a Carlos Latre se ha convertido en un personaje mediático, muy parecido al personaje cutre que lleva el nombre del pueblo donde nació: Torrente, Valencia.

Koldo García fue asistente personal para todo de Ábalos mientras fue ministro. Un pedrito imprescindible en la vida de Sánchez. Con protagonismo en el libro del megalómano narcisista Manual de resistencia. De joven quiso ser guardia civil, pero no pudo conseguirlo por tener antecedentes policiales. Llegó a la más alta cercanía del Gobierno de Sánchez porque fue portero en un club nocturno en Pamplona. Santos Cerdán todavía no es un pedrito —la lista superará con mucho a los de la novela de Agatha Christie— fue el que trajo a Koldo, «el chico para todo», a su círculo más cercano, tanto que fue el encargado de custodiar día y noche los 57.000 avales que había recogido para ser candidato a secretario general del PSOE, en las primarias celebradas el 21 de mayo de 2017. Ábalos lo nombró consejero de Renfe Mercancías y fue el chófer que lo trasladó al aeropuerto para que se encontrara con Delcy Rodríguez y sus 40 maletas —inexistentes, según Ábalos—. Antes de ser otro pedrito se dedicó a vender mascarillas fake a muchos líderes socialistas y empresas públicas, siendo su toxicidad mucho más duradera que la del covid. Protagoniza comisiones parlamentarias como muerto viviente del entramado Sánchez —mal llamado Gobierno—.

Irene Montero fue liquidada del Gobierno por gananciales. Ministra, por la gracia de su marido Pablo Iglesias, fue todo un personaje Sánchez. Su inteligencia política la llevó a pasar a la historia como la mayor aliada de agresores sexuales, violadores y pederastas. Su ley, aprobada por el Gobierno Sánchez y los grupos que apoyaban al aniquilador político en serie, fue un despropósito antológico. Sánchez la mantuvo en su Gobierno hasta el final donde, vetada y humillada, pasó a ser otro pedrito. Ha sabido reencarnase en eurodiputada por ser mujer de quien es y porque Podemos, tarde y mal, se separó del universo tóxico de Pedro.

«El autárquico jefe del Gobierno ha fagocitado a Sumar, en beneficio propio, para mantener el tipo en las europeas»

Para que su recorrido político no sea una secuencia de cadáveres políticos sin más, Pedro Sánchez acumula también zombis —muertos vivientes— en su entorno.

Yolanda Díaz, el arma ejecutora de Irene Montero y de Podemos, después de ser utilizada por Pedro Sánchez para aniquilar a su entorno ha sido ejecutada como un pedrito más. El autárquico jefe del Gobierno ha fagocitado a Sumar, en beneficio propio, para mantener el tipo en la gran derrota por cuatro puntos de las elecciones europeas ante el Partido Popular. Cómo ha sido la derrota para que Pedro Sánchez, perdiendo como en todas las últimas votaciones nacionales, no haya podido salir ante sus militantes y medios amanuenses, los mayores fabricantes de bulos, fakes y fango, a decir que ha ganado.

Yolanda Díaz se ha quedado en modo zombi —vicepresidenta muerta— con el cargazo, el cochazo y el sueldazo oficial representando a nadie. Es la ética de la izquierda sanchista. Pedro ejecuta y sus zombis resisten. Son, parafraseándola, «la mierda» pero no se van a ella. Se quedan vampirizando el dinero público.

Salvador Illa, otro pedrito ejecutado por la envidia y la supervivencia del autócrata. El ministro del covid inconstitucional, de las compras millonarias a empresas fake y a Koldo y del comité científico inexistente —fango— ganó las elecciones catalanas. Felipe González habló bien de él en El hormiguero y Sánchez decidió ejecutarlo, como un pedrito más, intentando aparentar que no ha sido él. Para matar a Illa utiliza a los indepes. Por sobrevivir, él los ha amnistiado para asegurar que gracias a él la convivencia en Cataluña está mejor que nunca. Por eso, los indepes amnistiados desacatan al Tribunal Constitucional, ponen a un independentista del golpismo de presidente del Parlament y se saltan todas las normas y leyes como siempre. Illa es otro zombi abandonado por Sánchez.

«Con gran crueldad sometió la inocencia de su mujer al veredicto de las urnas. Pedro ha perdido. Begoña culpable»

En el guion original de un megalómano narcisista no podía faltar el giro inesperado de ejecutar a lo más íntimo y cercano. Todo vale por mantenerse en el poder. De Pedro no se salva nadie, incluido el presunto amor de su vida. Necesitó una carta a la ciudadanía y cinco días de espantada para poner en el punto de mira de la prensa internacional a Begoña Gómez, su esposa, como la presunta corrupta investigada por tráfico de influencias. Un problema doméstico —español— elevado a noticia mundial. Begoña, otro pedrito insospechado más. En este asesinato político, que afecta a su propia casa, Sánchez incorpora el agravante de la difusión pública a través de cartas públicas a la ciudadanía. Con gran crueldad sometió la inocencia de su mujer al veredicto de las urnas. Pedro ha perdido. Begoña culpable.

Y para que la tensión no disminuya, el penúltimo pedrito es su hermano. Parapetado tras el nombre artístico de David Agra se esconde David Sánchez Pérez Castejón, el hermano pequeño. Enchufado en la Diputación de Badajoz como coordinador de actividades de los Conservatorios de Música, o sea dos, pasó a jefe de la Oficina de artes escénicas y director del programa Ópera joven. Recientemente, al hermanito ha sido enchufado en el Teatro Real. Enchufar para morir políticamente. Tan listo y oportunista que cobra sueldo público español y tributa en Portugal —como los evasores fiscales—. Ha cobrado desde que lo colocaron más de 270.000 euros y, en ese periodo, su patrimonio se ha incrementado en casi dos millones de euros. Milagro. La juez le ha abierto diligencias por fraude fiscal, prevaricación, malversación, delitos contra la administración pública y tráfico de influencias.

En la finca de La Moncloa aparecerán muchos más cadáveres políticos. Directos e indirectos. El ambiente es de entusiasta terror. El autoinculpado fiscal general, el director del CIS, la vicepresidenta económica, con sus muchas conspiraciones y sus no presupuestos, los comisarios políticos de TVE y los medios… Acercarse políticamente a Sánchez es mortal por su necesidad: el poder.

El último pedrito será Pedro Sánchez. Él no lo sabe, pero es lo que pasa cuando consigues cabrear en tu contra a la Guardia Civil y a todos los jueces, progresistas, conservadores y no adscritos. El autócrata sigue como un autómata hacia su final.

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