THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

Ultraderecha

«Los totalitarios se han hecho dueños de las palabras y las usan como proyectiles para descalificar a los que quieren defender la democracia y la libertad»

Opinión
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Ultraderecha

Ilustración de Alejandra Svriz.

George Orwell, después de participar en la Guerra Civil española en el bando republicano, se convirtió en un comprometido luchador en contra de todos los totalitarismos: del nazi, del fascista, pero, sobre todo, del comunista. A luchar contra ellos dedicó su producción literaria y ensayística con una especial brillantez y agudeza y, en ese sentido, su obra 1984 es un alegato inmejorable en favor de la libertad y contra los totalitarios.

Ahí explica cómo el poder en un régimen totalitario busca crear una neolengua que tienen que aprender los súbditos y en la que las palabras significan lo que el poder dicta que signifiquen. Porque, señala con su profunda inteligencia, el que domina el significado de las palabras domina el pensamiento de las personas que usan esas palabras. Que es lo que hacen los regímenes autoritarios y totalitarios para dominar a los ciudadanos a base de mentiras y de manipulación política.

En esos regímenes, dice Orwell, si el líder dice de algo que no ocurrió, pues no ocurrió. Si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco. Y añade: y esto me preocupa mucho más que las bombas. Parece que estaba ya pensando en Sánchez y la España de hoy.

Leer a Orwell y tener presentes sus diagnósticos y sus premoniciones se convierte en algo muy necesario cuando, como nos pasa ahora en España, tenemos que enfrentarnos a un intento, cada vez menos disimulado, de convertir a nuestra patria en un régimen neocomunista, como Venezuela y, en último término, como Cuba.

Sobre todo, en lo que se refiere al lenguaje y al significado de las palabras que ahora ya significan lo que los que mandan quieren que signifique.

«A ningún político proveniente del comunismo más o menos rancio se le etiqueta de ‘ultraizquierdista’»

Veamos el significado y el uso que este establishment del neocomunismo rampante en el que estamos metidos ha decidido dar a la palabra «ultraderecha» o «extrema derecha».

Dejemos por ahora de fijarnos en cómo, en prácticamente todos los medios de comunicación, siempre que mencionan a un político de esos partidos que ya han sido anatemizados con esa etiqueta, se le añade el adjetivo «ultraderechista», mientras que a ningún político proveniente del comunismo más o menos rancio se le etiqueta de «ultraizquierdista».

Y vamos a fijarnos en lo que los que mandan en este establishment han decidido, como en el 1984 orwelliano, que signifique la palabra «ultraderechista». Para los que la usan y los que la escuchan ya no es un adjetivo descriptivo de nada, sino que se ha convertido en un insulto absolutamente descalificador humana y políticamente, como, por ejemplo, «hijop…». Más aún, los líderes de este régimen totalitario que están construyendo en España quieren que decir de alguien que es de «extrema derecha» sea interpretado por los oyentes como si fuera una especie de Hitler, es decir, un asesino sin conciencia. Aunque, ahora que menciono al monstruo nazi, me doy cuenta de que, entre los totalitarios españoles de hoy, hay muchos que no le hacen ascos a la eliminación genocida de los judíos.

Pero veamos quiénes son los que mandan en el significado de la palabra y a quién se la aplican. No voy a entrar en el análisis de lo que está ocurriendo en otros países de Europa, aunque creo que puede ser parecido a lo que estamos viendo y viviendo en España. Aquí se está aplicando constantemente a Vox, casi constantemente al PP y, en los últimos días, a Alvise y sus seguidores. Como de Alvise no conozco ni su ideología ni sus proyectos ni sus propuestas, me abstengo de opinar.

«PP y Vox coinciden plenamente en oponerse a todas las maniobras sanchistas para acabar con la división de poderes»

Pero del PP y de Vox sí que sé que ni una sola de sus ideas, de sus principios, de sus proyectos y de sus propuestas contienen la menor voluntad de acabar con el régimen de libertades que los españoles nos dimos con la Constitución de 1978. Todo lo contrario, tanto PP como Vox quieren que la democracia que se basa en los principios constitucionales de justicia, libertad, igualdad y pluralismo político se perfeccione cada día más. Y perfeccionarla es garantizar de todas las formas posibles la sujeción del poder a la ley y la existencia de los controles y contrapoderes que impiden que el poder se convierta, como ya está pasando en España, en poder absoluto.

El PP y Vox coinciden plenamente en oponerse a todas las maniobras sanchistas para acabar con la división de poderes. Es verdad que Sánchez hace tiempo que acabó con la separación entre el Ejecutivo y el Legislativo, que ya no es más que un sumiso altavoz de lo que dicta el autócrata, pero aún se le resiste el Judicial. Defender su independencia es uno de los signos de que un partido no es totalitario.

Como lo es defender la independencia de todos los cargos y las instituciones que Sánchez y su Frankenstein han invadido y okupado para evitar que lo controlen.

Otro de los principios que aseguran la existencia de una democracia como Dios manda es la libertad y la independencia de los medios de comunicación, y aquí también encontramos una profunda perversión en la neolengua que ya se nos ha impuesto. Los partidos a los que llaman «ultraderechistas» son los que defienden esa libertad y esa independencia, mientras que los que dictan el significado de las palabras desde el poder no paran de, por ahora, insultar y criticar a los pocos medios que se atreven a criticarles, y de anunciar que están preparando medidas para acabar con ellos. En este sentido, resulta especialmente deplorable el uso que hacen de los medios públicos, convertidos, ya sin disimulos, en altavoces del que manda y quiere mandar cada día más.

En resumen, que los totalitarios, los que constituyen un peligro evidente para la libertad y la democracia son los que se han hecho dueños de las palabras que usan como proyectiles para descalificar a los que, por el contrario, quieren defender la democracia y la libertad de todos. Ya lo dijo Orwell hace 75 años: cuando al protagonista de 1984, que está prisionero, le explican cómo «la esclavitud le hará libre».

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