THE OBJECTIVE
Francesc de Carreras

Ni vencedores, ni vencidos

«La renovación del CGPJ es una buena noticia aunque tenga sus puntos débiles. La democracia y el Estado de derecho en España gozan desde ahora de mejor salud»

Opinión
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Ni vencedores, ni vencidos

Ilustración de Alejandra Svriz.

Gran noticia la del martes por la tarde. Ciertamente con un retraso de más de cinco años, por eso, además de una gran noticia, fue también inesperada, tanto desconfiábamos de la posibilidad de acuerdo entre los dos grandes partidos españoles.

Coincidí a la hora del almuerzo con un magistrado del Tribunal Supremo, un viejo y buen amigo, y lo comentamos: «Todo parece indicar que esta vez va en serio, pero sucederá como otras veces, al final no habrá acuerdo». Felizmente, nos equivocamos, se cerró un acuerdo y, además, un buen acuerdo: sin vencedores ni vencidos y con buenas perspectivas cara al futuro. A ver si se cumple con lealtad, esa virtud democrática que tanto ha escaseado en la España de los últimos años.

Las reacciones han sido variadas y muchas de ellas críticas, con algo de razón en parte, pero sin razón con mayúsculas. Es normal que los aliados parlamentarios del PSOE estén descontentos. A la mayoría, si no a todos, poco le importa que la Constitución se cumpla, al contrario, son partidarios de que incumpla sistemáticamente, cuanto más mejor, hasta ridiculizarla y al final destruirla. Pero en este caso han sido derrotados. También es normal que Vox esté decepcionado y haya acogido el pacto con desdén: es un partido que se beneficia de la tensión entre bloques y, al menos en ese aspecto, el acuerdo entre PSOE y PP rompe la lógica de bloques y retorna a los viejos tiempos del bipartidismo.

¿Es positivo este giro? A mí modo de ver lo es, incluso con todos los inconvenientes que supone, pero al menos salimos en un aspecto del pozo negro en el que estábamos. Hace tan sólo una semana, Pedro Sánchez acusó al PP de estar situado en la extrema derecha, junto con Vox y Alvise. Cuando escuché sus palabras me sumí en el total pesimismo. Sánchez había eliminado la posibilidad de acuerdos en la centralidad política: dos bloques enfrentados, sin posibilidad de pacto alguno entre ellos, sólo dentro de cada bloque.

Un puro desastre, el pluralismo político desaparecido, lasciate ogni speranza de gobernar desde los partidos de un bloque central con los imprescindibles pactos puntuales con los extremos. La democracia parlamentaria cercada e ineficaz nos sumía en zonas de peligro: una España contra la otra, la historia repetida. No era nada nuevo, desde 2018 se ha gobernado así, se han corroído las instituciones, se ha enfrentado a los españoles, una vuelta al frente popular y al frente de derechas del año 1936, justo antes de la guerra civil, o incivil, como prefieran. La nefasta política de la «memoria histórica» estaba dando sus frutos.

«El PP había cometido el error garrafal de negarse a la renovación del CGPJ desde fines de 2018»

¿Ha pasado el peligro? No, ni mucho menos. Pero se ha dado un paso importante, sobre todo lo ha dado el Partido Popular, que había cometido el error garrafal de negarse a la renovación del Consejo General del Poder Judicial desde fines de 2018, medio año después de la moción de censura que derribó a Rajoy y ganó Sánchez. Renovar el Consejo mediante un pacto parlamentario que necesita el concurso de los dos grandes partidos no depende de las conveniencias políticas de uno u otro, sino que es un deber constitucional. Debe cumplirse al margen de estas conveniencias políticas porque es una obligación jurídica del más alto nivel.

Esto no lo ha tenido en cuenta el PP durante todo este tiempo, justo hasta hace dos días. La última vez que estuvo casi cerrado el acuerdo, en otoño de 2022, el PP se descolgó del mismo alegando que el PSOE, a petición de ERC, anunció que iba a suprimir el delito de sedición para favorecer a los separatistas catalanes. En el fondo, una continuación de los indultos y un preanuncio de la amnistía que entonces era considerada imposible por ser justamente considerada inconstitucional. Lo recuerdan, ¿verdad?

Pues así fue y así ha sido, e incluso mucho peor. Además de suprimir el delito de sedición para complacer al separatismo, se rebajaron las penas de malversación por la misma causa, a través de unos procedimientos parlamentarios torticeros contrarios a la posibilidad de ejercer una democracia que permita el debate y la deliberación. Fueron unos meses de otoño en que el PSOE y sus aliados anticonstitucionales cometieron muchas tropelías parlamentarias contrarias a las ideas propias de un Estado de derecho. A cada uno sus culpas.

Pero el PP desaprovechó la ocasión de mostrarse como un partido constitucional irreprochable. Cualquier líder sensato y con sentido de la democracia, como es el caso de Núñez Feijóo, debería distinguir entre conveniencia política y deber constitucional, deslindar una cosa de la otra y, en este caso, renovar el Consejo y oponerse con todas las fuerzas a los desmanes legislativos de Sánchez y sus socios parlamentarios. Si lo hubiera hecho a tiempo, y llevaba tan sólo unos meses al frente del PP, se hubiera reforzado su imagen de dirigente impecablemente democrático.

«La renovación del CGPJ, un acuerdo en el que ha influido decisivamente la Comisión Europea, ha sido un éxito para Feijóo»

Ha tardado dos años en rectificar y ese ha sido su gran error. Seguramente en su partido hay fuerzas tan exageradamente sectarias como en el frente contrario que le han forzado a ello, incluidas las llamadas terminales mediáticas, pero un líder debe dirigirse a lo que ahora se denominan «partidos de electores», a sus potenciales votantes, que son cambiantes y se extienden mucho más allá que sus aparatos burocráticos. Feijóo, con la decisión del martes, creo que ha subido varios enteros en la consideración de muchos —aunque quizás la ha perdido en otros sectores— y debe seguir siendo intachablemente constitucional en sus actuaciones si quiere algún día conducir a su partido al Gobierno.

La renovación del CGPJ, un acuerdo en el que ha influido decisivamente la Comisión Europea, ha sido un éxito para Feijóo y una esperanza, sin duda tibia, de que Sánchez rectifique el rumbo. Es tibia porque el «bloque progresista», como le llama de forma totalmente impropia, es imprescindible para seguir gobernando. 

Veremos lo que sucederá en Cataluña este verano, si podrá el PSOE contar con los votos independentistas, también con los de Junts, y si podrá seguir gobernando en Madrid. No parece fácil. Sánchez sigue haciendo de equilibrista en un fino alambre y los peligros de caer en cualquier momento son muchos. Tiene demasiados frentes abiertos y en todos se mueve con inseguridad. No es descartable que deba disolver las Cortes y convocar elecciones para octubre. Veremos.

La renovación del Consejo ha sido una buena noticia, incluso por su forma y contenido, pero tiene también sus puntos débiles, entre ellos la posible vuelta al bipartidismo y sus vicios. Pero desde el martes pasado la democracia y el Estado de derecho en España gozan de mejor salud. El enfermo se ha repuesto un poco, hay alguna esperanza, de momento ya no nos señalarán los europeos como a Hungría, Polonia y otros países centroeuropeos, sin olvidar Italia. Sin vencedores ni vencidos podemos iniciar una nueva ruta.

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