Licenciar al soldado Biden
«Una cosa es estar retirado y otra, muy distinta, estar acabado. Biden ya conoce lo segundo y ahora le harán disfrutar de lo primero»
¡Joé, Biden! El muñeco ya no sirve a los marionetistas del Partido Demócrata. ¿Acaso fue todo este tiempo como Benito Cereno, el capitán de la novela de Melville que, aunque aparentemente tripulaba la nave, en realidad era rehén de los piratas que la gobernaban? Viendo que la embarcación se hunde, algunos proponen soltar lastre. Thomas Friedman y Nicholas Kristof en el New York Times y Edward Luce en el Financial Times exigen su retirada. Mark Leibovich en el Atlantic va más lejos y lo manda a la cama. Biden podría hacer suya la frase del exministro Cabanillas: ¡cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!
Quienes ayer denunciaban el edadismo cargan hoy contra la «gerontocracia» del «viejo senil» y los mismos que ayer afirmaban que la demencia de Biden era un infundio trumpista piden hoy retirar manu militari al abuelo gagá. ¡Qué rápido cambia la opinión cuando baila al son del argumentario!
«Viendo que la embarcación se hunde, algunos proponen soltar lastre»
Retirarse a tiempo… Napoleón afirmó, durante su campaña en Rusia, que es como cosechar una victoria. Por eso Kroos cuelga las botas después de ganar la Champions y en medio de su peak. Iniesta, en cambio, va a jugar en segunda división de los Emiratos con más años que Matusalén. No hay color…
¿Qué tienen en común Greta Garbo, el papa Ratzinger y Gareth Bale? Una retirada en el mejor momento. Salvando las distancias, Pablo Iglesias podría haberse encastillado en el ministerio y aún estaría pegándose atracones de series. Pero ahí está, acodado en el bar, como buen jubileta. ¡Bien por él!
¿Y si Aldous Huxley se hubiera retirado después de Un mundo feliz? ¿Y si a Anthony Burgess le hubiera pillado un tranvía mediados de los sesenta? ¿Y si Martin Amis hubiera puesto lanza en astillero después de Money? ¡Cuánta morralla nos habrían evitado! Pero fueron como aquel amigo que, en vez de batirse en retirada después de la segunda copa, todavía en el prime de su ingenio, se obstina en fatigarnos con su insufrible decadencia. Por no saber despedirse, acabamos viéndolo vomitar a las cinco de la mañana.
El matador decide retirarse cuando, en la soledad del hotel, no se descubre vestido sino disfrazado de torero. Ataviado con el chispeante, observa en el espejo que el brillo de los alamares ha perdido su fulgor. Por fastuoso que sea el hilo de oro, por suntuario que sea el arabesco de las taleguillas, es el torero quien ha de brillar con luz propia. Por eso ni la seda negra bordada en hilo negro pudo opacar el fulgor de Joselito «El Gallo» cuando, hace un siglo, se calzó el terno catafalco y azabache en señal de luto por su madre.
¿Es lo preferible morir con las botas puestas? Velay que sí, pero no toda retirada es huida. Una cosa es estar retirado y otra, muy distinta, estar acabado. Biden ya conoce lo segundo y ahora le harán disfrutar de lo primero.