Los bulos se pueden desmontar
«Pedro Sánchez, su mujer y su hermano callan porque no pueden demostrar la pretendida falsedad de los datos y hechos que se publican»
Vuelta la burra al trigo. Una vez más, Sánchez ha vuelto a quejarse de los por él llamados bulos que afectan a su entorno familiar. Incluso ha anunciado la adopción de medidas que pretenderían evitar que se publicasen, esos y otros. Para no variar, lo ha hecho en la mesa camilla de su cuarto de estar —el plató de la Cadena Ser— entrevistado por Ángeles Barceló, lugar y entrevistadora con los que Sánchez se encuentra especialmente cómodo. Pues en vez de tanta queja, arropado y protegido por quien le entrevista, y de tanto intento de coartar la libertad de expresión, cuánto más fácil —y más honesto— sería que él y los suyos desmontaran lo que llaman bulos y así, además de desmontarlos, provocarían un desprestigio al medio que lo haya publicado.
Por ejemplo, si fuera un bulo que su hermano se ha expatriado fiscalmente a Portugal, bastaría con presentar públicamente la carátula del formulario de las declaraciones de IRPF que David Sánchez haya presentado a la Agencia Tributaria española. Acabado el bulo y desprestigiado quien lo ha publicado. Así de sencillo, Sánchez. Otro más, si es bulo que, según sus propias declaraciones presentadas a la Diputación de Badajoz, su hermano ha tenido un subidón inexplicable en su patrimonio, basta con hacer públicas dichas declaraciones para acabar con el supuesto bulo.
Alternativamente, si el dato es cierto, pero resulta explicable, sería posible acreditar la causa de tan repentino enriquecimiento, pues le ha podido tocar la lotería, pudo acertar una quiniela de catorce o quizás tuvo suerte una noche en la ruleta. De ese modo, nadie podría pensar que David Sánchez ha obtenido ingresos por medios ilícitos o es un mero testaferro destinado a lucir como propio un patrimonio que en realidad puede ser de otra persona próxima a él. Sin duda, cualquiera es inocente hasta que se demuestra su culpabilidad, pero los datos de la evolución patrimonial de David Sánchez contienen elementos de indudable culpabilidad indiciaria y determinan el desplazamiento de la carga de la prueba que ahora recae sobre él.
Parecidas soluciones pueden predicarse del caso de la mujer de Sánchez. Se ha publicado y criticado hasta la saciedad que sea directora de un máster en la Universidad Complutense sin disponer siquiera de una licenciatura oficial. Si se trata de un bulo —o dos— resultaría muy sencillo derrumbarlo o derrumbarlos. Bastaría con que la Universidad acreditase que no es tal directora o que la propia Begoña Gómez demostrara que sí es una licenciada. Tan fácil como eso.
También ha sido objeto de publicación y crítica que suscribiera cartas de recomendación a favor de una entidad que participaba en un concurso público para lograr un contrato con el Estado, habiéndose publicado en los medios copias de las citadas cartas así como la información relativa a que finalmente los contratos fueron adjudicados a los recomendados por Begoña Gómez. De ser un bulo la existencia de la recomendación, no resultaba difícil demostrar el carácter ficticio de las citadas cartas, ¿verdad? Y, si no fuera cierta la adjudicación, más fácil aún demostrar que los destinatarios de las recomendaciones no fueron los adjudicatarios de los concursos. Hemos leído también que la mujer de Sánchez inscribió en el Registro de Marcas y Patentes como propio —directamente suyo o indirectamente a través de una empresa de su propiedad— un software que no le pertenece. Si es un bulo, resulta factible solicitar al citado Registro una certificación de la inexistencia de dicha inscripción y bulo desmontado.
«El problema para Sánchez y sus familiares, mujer y hermano, es que no pueden contradecir lo publicado»
Tampoco costaría en exceso desacreditar la información publicada acerca de las golosas subvenciones que han recibido empresas y entidades que, de un modo u otro, son próximas o vinculadas a Begoña Gómez. La concesión/recepción de una subvención es un dato público y por consiguiente, de acceso asequible. ¡Qué poco hubiera costado negar fehaciente y acreditadamente lo publicado y acabar así con el supuesto bulo!
Es así de fácil y sencillo. El modo más eficaz de contrarrestar los bulos, cuando lo son, es la información y la transparencia, no hay mejor antídoto. Pero todo apunta a que el problema para Sánchez y sus familiares, mujer y hermano, es que no pueden contradecir lo publicado, que las informaciones reseñadas —y muchas otras más hechas públicas por los medios— tienen toda la pinta de veracidad y que, por eso, no pueden desmontarlas.
La evidencia de lo anterior queda al descubierto en función de la defensa que el propio Sánchez y sus ministros —en especial, Bolaños— hacen del Fiscal General del Estado ante el posible delito que por revelación de secretos haya podido cometer. Argumentan que, ante una información no ajustada a la realidad, García Ortiz se consideró obligado a ordenar a sus subordinados la publicación de datos relativos a un particular que son legalmente reservados. Es decir, que en este caso sí se ha contrarrestado una información no veraz, aunque al hacerlo se cometiera presuntamente una ilegalidad.
«Es imposible encontrar coherencia alguna en la conducta de Sánchez»
¿Por qué no se contrarrestan entonces las informaciones, bulos según Sánchez, que afectan a su mujer y a su hermano? Máxime cuando contrarrestarlas o desmontarlas no exigía —no exige— incumplir ley alguna. Es imposible encontrar coherencia alguna en la conducta de Sánchez. Le parece bien que se desmonten los bulos que afectan a la conducta de unos fiscales, pero él no desmonta los que atañen a su mujer y a su hermano, no desmontándolos tampoco los afectados. En un caso sí y en otros no. Ahora sí, ahora no. ¿Cómo se come eso?
Una de dos: o admitimos que en la cabeza de Sánchez conviven las contradicciones más flagrantes y que tenemos un presidente de Gobierno con su capacidad cognitiva tan dañada como la de Biden, o necesariamente hemos de concluir que la ausencia de respuesta acreditada y documentada que desmonte las informaciones publicadas respecto a su mujer y a su hermano obedece a que son de imposible contradicción. Que no son bulos, vaya, que son tan ciertos como que hoy es miércoles y 3 de julio. No hay otra opción. Si me preguntan mi opinión, no veo a Sánchez perjudicado al estilo Biden, así que a la fuerza me he de quedar con la segunda alternativa: que Sánchez, su mujer y su hermano callan porque no pueden demostrar la pretendida falsedad de los datos y hechos que se publican. Ya se sabe, si es blanco y va en botella, es leche.