La chispa de Zeus
«Todo un Hombre es quizás la mejor novela de Tom Wolfe. En ella, el escritor estadounidense desvela a su manera el secreto de la felicidad»
Tom Wolfe, Todo un hombre.
Tom Wolfe relata en Todo un Hombre las andanzas de Charlie Cocker, un cracker de la vieja Georgia. Crocker parlotea entrecortando las palabras, se rodea de criados negros y es promotor inmobiliario. En su marca personal se funden un pasado glorioso como jugador de fútbol americano y un presente que paulatinamente declina sin dejar de parecer apabullante. Aviones, colosales plantaciones, coches de lujo, una compañía de distribución alimentaria, la inevitable mansión y un fálico rascacielos a las afueras de Atlanta son las joyas de su patrimonio.
Como en tantas otras personas, en el ficticio Crocker de Wolfe se observa un propósito, una meta, un objetivo existencial que actúa como motor y acicate, como herramienta de superación. Crocker quiere ser recordado del mismo modo en que lo son esos donantes de universidad cuyos nombres titulan esta biblioteca o aquella pista de atletismo. A la vez, el magnate del vidrio y el acero saborea las ventajas del estatus, la posición que ocupa en la pirámide depredadora, el privilegio de poder comprar todo aquello que se le antoje, incluidas, cómo no, una esposa treinta años más joven, el cuadro original de su pintor favorito, N. C. Wyeth, una mesa de 20.000 dólares en un evento cultural o una prótesis de titanio para su maltrecha rodilla.
«Con una maleta tan ligera que está vacía, el muchacho masticado y escupido por el sistema conserva y cuida la chispa que Zeus le regaló y a ella se aferra para avanzar»
En el otro extremo de la novela, al borde del abismo, camina Conrad Hensley, empleado de Crocker Global Foods, la empresa de congelados de Captán Charlie, como le llaman sus criados. El problema de Hensley, un muchacho fibroso de esculturales antebrazos, es que también tiene un propósito, aunque en su caso de naturaleza más idealista. El chico considera que la vida ha de guiarse siempre por los valores y un profundo sentido de la justicia. Si el conflicto enseña los colmillos (y los enseña en toda su crudeza al cabo de unos capítulos), primero están los ideales y después también. No importa que la forma de abordar el pulso tuerza la suerte del chaval. No es relevante porque ha sido fiel a sí mismo.
Crocker y Hensley se desmoronan a la vez. El uno asistiendo desde las alturas de su atalaya a la devastadora sacudida de la bancarrota, el otro ingresando en la cárcel de Santa Rita por un hecho que no considera delictivo sino moral. Mientras Charlie Crocker se retuerce de rencor, maldice y cae en la trampa de la nostalgia (tiene casi setenta años y siente una profunda hendidura en su viril vigor juvenil), Conrad Hensley (veintitrés años) descubre a Epicteto. Al filósofo griego le encanta recordar que todo ser humano guarda en su interior una chispa de Zeus. Tan sagrada es esa chispa que ni el mismo Zeus puede arrebatarla.
Quiere Wolfe que en las postrimerías del libro ambos personajes se encuentren. Crocker se ha operado la rodilla que le hacía renquear y queda atrapado en la pesadilla de la rehabilitación, a la que se enfrenta desfondado por la depresión asociada a sus pésimas finanzas y al inexorable paso del tiempo. Hensley es el peón enviado por una firma especializada en asistencia a domicilio para facilitarle al paciente la rutina. En contra de lo que dictamina cualquier presunción jerárquica, en contra de los usos sociales aún vigentes hoy, es el peón quien inspira al rey, quien le instruye, quien le muestra la luminosa senda de Epicteto.
Con una maleta tan ligera que está vacía, el muchacho masticado y escupido por el sistema conserva y cuida la chispa que Zeus le regaló y a ella se aferra para avanzar, remontar y soñar. Sus sueños son asequibles. Un hogar, volver a ver a su mujer e hijos, leer tumbado en el sofá, auxiliar a los demás en la medida de sus posibilidades. Sencillez y altruismo. Esperanza y ecuanimidad. Una fórmula olvidada por muchos, un secreto conocido por pocos. La chispa de Zeus sigue ahí. Solo espera la ocasión de brillar.
