THE OBJECTIVE
Antonio Elorza

Saber y poder

«El izquierdismo aún no ha agotado su papel en la historia, ni con Mélenchon ni con los restos de Podemos. Sánchez cubre de sobra su papel antidemocrático»

Opinión
2 comentarios
Saber y poder

Ilustración de Alejandra Svriz.

Cuando hace ya tiempo redacté el elogio para la recepción del doctorado honoris causa de la Complutense al filósofo Adolfo Sánchez Vázquez, mis primeras palabras fueron para destacar que la distinción era otorgado al peor alumno de la historia de la Universidad, ya que había iniciado sus estudios en 1935 y solo alcanzaba el título dos tercios de siglo más tarde. Con un sesgo de humor negro, aludía así al hecho de que la guerra civil había truncado su carrera académica, desarrollada más tarde en México, que ahora culminaba con el reconocimiento de nuestra Universidad. El interminable exilio había acabado.

El final feliz pudiera haber servido para comprobar la validez de la célebre estampa que preside el pavimento de la Catedral de Siena, con el largo camino de subida del filósofo hacia la Sabiduría y la Felicidad, mediante un lento y trabajoso esfuerzo que tropieza con múltiples obstáculos. Alcanza entonces la dignidad propia de Sócrates, complementada por la del cínico Crates, quien ilustra el desprecio hacia los signos de riqueza.

Resulta difícil pensar que el episodio de la brillante ascensión académica de Begoña Gómez responde a las exigencias planteadas en la alegoría de Siena. O bien es atribuido a estímulos mágicos, o ha de ser encuadrado en otro tipo de causas, donde el protagonista no es Sócrates sino Crates, pero eludiendo la renuncia a la pobreza. Su origen puede situarse en la convergencia entre el sentido reverencial de algunas autoridades hacia el poder político y el recurso a mecanismos, no ilegales en sí mismos, pero sí alegales para la promoción desde grupos organizados, en últimos tiempos de signo izquierdista, que capitalizaron su potencial de influencia para incidir en todo tipo de decisiones en la UCM.

Tanto para favorecer intereses propios, recuerdo una cosa llamada la Universidad Nómada en los primeros tiempos de Contrapoder (origen de Podemos), como para hacer la vida difícil a un posible enemigo. Y con la determinación implacable, característica de los grupos sectarios, con independencia de todo interés colectivo que seguirá siendo la marca de fábrica de Podemos. Doy fe. Sin ninguna relación directa con el caso actual, pero una vez creado el procedimiento, era susceptible de distintas aplicaciones, siempre bajo el signo del privilegio.

Curiosamente, los grupos políticos más significativos, procedentes del 68, escaparon a esa tentación, lo cual no significa que su actuación en la Universidad fuera irrelevante, teniendo lugar casi siempre en forma de integración. Sirva de ejemplo la trayectoria de Jaime Pastor, fiel siempre a la búsqueda de rigor teórico en pro de la revolución, que se convirtió en profesor de Ciencia Política en la UNED, con el apoyo del politólogo Ramón Cotarelo, también de origen izquierdista.

«La construcción de un núcleo minoritario, en torno a un líder leninista, acaba de triunfar en Francia con Mélenchon»

En cuanto a los antiguos maoístas, los más conocidos optaron por la entrada en el PSOE. El más destacado, José Sanroma, pasó a colaborar con José Bono en la Junta de Castilla-La Mancha, primero en asuntos constitucionales, luego en la cultura, organizando de forma espléndida el centenario de la primera edición del Quijote. Detrás quedaba su liderazgo de la ORT con el seudónimo de camarada Intxausti y más atrás aún su papel de agitador universitario en la UCM de los primeros años setenta, donde los maoístas obtuvieron la triste victoria de expulsar de la docencia, con  complicidades contra natura, al excelente historiador Luis Díez del Corral sirviéndose de un juicio crítico al estilo de Pekín, como el pato lacado. Algunas veces hablo con él y trato de convencerle de que cuente ese y otros episodios que tanto daño ocasionaron a la UCM y a quienes en ella estábamos. No espero tener éxito.

La evocación de tales antecedentes nada tiene de arqueológico, y no solo porque en ellos se encuentra el origen de estrategias y de planteamientos antisistema aún vigentes en España, a través de Podemos y de su hijuela Sumar, sino porque su modelo de construcción de un núcleo minoritario, en torno a un líder, orientado a dirigir en sentido revolucionario (leninista aquí) una organización más amplia, es justamente el que acaba de triunfar en Francia con Jean-Luc Mélenchon -respeto el origen murciano, de Mula, de su apellido- y su La Francia Insumisa (LFI).

El sectarismo de Mélenchon acababa de tocar fondo con las elecciones europeas, al verse ampliamente superado por la resurrección socialdemócrata guiada por Raphaël Glücksman. Con la supuesta marea del lepenismo al borde de arrollar a las fuerzas democráticas, la revolución del pueblo podía esperar. Pero el apresuramiento de Macron al disolver la asamblea le resolvió el problema. Al precio de ver subir los escaños socialistas -pero de un socialismo todavía leal a su liderazgo- se convirtió en la voz del triunfante Nuevo Frente Popular y desde el primer momento dejó ver que no estaba dispuesto a convertirlo en un frente democrático. Obviamente, como Sánchez en 2019, Macron no dormiría, ni tranquilo ni agitado, con Mélenchon de primer ministro.

La explicación se encuentra en el tema ya abordado de las infiltraciones izquierdistas. En Francia, la línea más conocida del trotskismo actuó como protagonista de Mayo del 68, con Alain Krivine al frente y mantuvo esa táctica abierta en lo sucesivo. El joven Mélenchon pertenecía a un trotskismo de otro signo, de  vocación purista, dirigido por Pierre Lambert, obsesionado por la cohesión doctrinal, desde la que impulsará la infiltración de los suyos en el Partido Socialista, poco antes rehecho por Mitterrand, eso sí conservando de modo críptico la cohesión interna.

«Ha sido conjurado de momento el peligro del Reagrupamiento Nacional, mucho más real para la democracia que la italiana Meloni»

Tuvo éxito Lionel Jospin, aunque rompiera con Lambert, llegó a primer ministro; Jean-Christophe Cambadélis a primer secretario del PS; Mélenchon a ministro de Jospin. Lo que importa, de cara al presente, es que no se trata de un socialista radicalizado, sino de un lambertista fiel al modo autoritario de dirección, y sobre todo a la idea de que por encima de la democracia está la exigencia de cambio revolucionario protagonizado por el pueblo (es decir por él, al frente de LFI). La cuestión no es secundaria.

El izquierdismo, subproducto del 68, aún no ha agotado su papel en la historia, ni con LFI ni con los restos de Podemos, a pesar de su fracaso aparente. Pedro Sánchez cubre de sobra su papel antidemocrático. Ha sido conjurado de momento el peligro del Reagrupamiento Nacional, mucho más real para la democracia que la italiana Meloni, pero como tantas veces sucede, frente a un infierno se alza otro infierno, o cuando menos un callejón sin salida de inseguridad política.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D