THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

El miedo y fracaso de Abascal

«No ganan nada. Pierden todo poder gubernamental, pierden influencia y pasan a convertirse en los mejores aliados de Sánchez»

Opinión
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El miedo y fracaso de Abascal

Ilustración de Alejandra Svriz.

Lo más significativo de la decisión de Santiago Abascal de marcar paquete y romper los pactos de gobierno con el Partido Popular en seis comunidades autónomas es que lo hace por miedo. Tiene miedo a no ser el más ultra de la clase. Miedo a los ochocientos mil votos que consiguió Alvise Pérez en las últimas europeas. Miedo a que su electorado más extremo piense que ayudar a Canarias a superar la situación límite que vive con miles de migrantes ilegales llegados a sus costas es de «blanditos». 

Abascal ha ordenado a su partido que abandonen los cargos de gobierno autonómico, que rompan los pactos firmados y que pasen a la oposición. Con un par. ¿Para qué? No lo sabe. Tampoco sabe por qué hace unos días abandonaba a su amiga Meloni y se iba con su idolatrado Orban, el amigo de Putin. Y ahora no sabe que beneficio puede sacar de dejar en papel mojado los pactos con el Partido Popular en seis comunidades autónomas. 

Dice que lo hace por sus votantes. Y este hecho abre un nuevo espacio lleno de interrogantes. ¿Significa que los parlamentarios autonómicos de Vox van a votar ahora con PSOE y con Sumar? ¿Significa que sus parlamentarios autonómicos enterrarán como los avestruces sus cabezas en la abstención para no ver cómo sus amados colegas socialistas y de la extrema izquierda derrotan a los gobiernos del PP? ¿Van incluso a permitir que sus proyectos de izquierda salgan adelante? Malas explicaciones tienen las posibles respuestas. Será difícil comprenderlo para su electorado y también para ese voto ultra de Alvise que seguro que no va a recuperar de esa forma. 

No ganan nada. Al contrario, pierden todo poder gubernamental, pierden influencia y pasan a convertirse, una vez más y van ya demasiadas, en los mejores aliados de Sánchez al robar peso al Partido Popular en el poder autonómico. Más que a robar, a intentar robarlo. Porque muchos de esos gobiernos pueden y van a intentar sobrevivir a ellos, incluso en mejores condiciones. Baste el gesto del presidente valenciano de cesar a los tres consellers de Vox antes de que dimitan.

El gesto del PP de aceptar el reparto de menores migrantes para bajar la presión a Canarias y a Ceuta ha dejado sobre la mesa las dos realidades del PP. Hace unos días, desde Génova pedían medidas de peso en la lucha contra la inmigración ilegal, apelando incluso a la intervención de la Armada y del Ejército. Ahora lanzan en paralelo un mensaje de solidaridad española aceptando la propuesta del gobierno. 

Vox es insolidaria, con una comunidad española desbordada. Y Vox se une así a la única comunidad autonómica insolidaria: Cataluña. La progresista e izquierdista ERC, que gobierna la Generalitat, y la xenófoba Junts coinciden con Vox. Abascal, Aragonès y Puigdemont. Un buen trío nacionalista insolidario, del que no hay que olvidar que dos de ellos siguen siendo los grandes socios legislativos que permiten seguir en el poder a un Pedro Sánchez que sí tiene socios xenófobos. Y ahora el PP, no.

«Abascal tiene pánico a perder parte de su electorado en una fiesta en la que Alvise le sacude con la misma maza de irracionalidad extremista que él usa»

El panorama que tenemos es cada día más surrealista. El Gobierno propone un reparto de menores que es aceptado por el PP y lo que sucede luego es que todos los cargos socialistas a una empiezan a disparar ráfagas y ráfagas contra… los populares. Ese Gobierno en el que sigue todavía en el cargo uno de los peores ministros que haya habido en este casi medio siglo de democracia. Un ministro que en su vida anterior fue magistrado y que en sus años en Interior ha sido el ministro más reprobado en el Congreso. Entre sus grandes obras jurídicas y sociales está la de meter en 2021 en autobuses a decenas de menores marroquís para devolverlos a su país de manera ilegal según las leyes españolas y de manera inhumana según las leyes éticas. 

Y contra el Gobierno, lo único que se le ocurre a Abascal es intentar dar una patada en el trasero del PP. No se esperaba tampoco mucho más de su habilidad política. Aunque mantiene tres millones de votantes, lo cierto es que viene perdiendo apoyos e influencia en todas las elecciones. Isabel Díaz Ayuso y Juanma Moreno demostraron hace ya tiempo, con dos estrategias muy distintas, cómo romper con las dependencias de los votos de Vox. Algo que el propio Núñez Feijóo hizo durante años en Galicia y que de nuevo se ha repetido hace unos meses con Alfonso Rueda.

Vox pierde votos y su única estrategia desde su nacimiento ha sido forzar y explotar las debilidades, a la hora de pactar, del PP. Tras la desaparición de Ciudadanos solo ellos tenían la capacidad de añadir y sumar al PP. Pero sus aberraciones extremistas, que tanta coartada y votos han dado siempre al Gobierno y al resto de fuerzas de izquierda y separatistas, están perdiendo fuerza.

Abascal además tiene pánico a perder parte de su electorado en una fiesta en la que Alvise le sacude con la misma maza de irracionalidad extremista que él usa. Y si bien puede ocurrir que evite más fuga de votos, lo que está claro es que también puede suceder que muchos otros de sus votantes regresen al partido de origen, que no es otro que el PP. Feijóo hace bien en ser duro y exigente con el Gobierno de Sánchez ante un problema gravísimo que lleva meses y años sin respuesta alguna. El presidente ni siquiera ha activado la alerta europea ante el aluvión de inmigrantes. Y también hace bien en ser solidario con Canarias y Ceuta en el reparto de menores. Esos menores ya están en España y necesitan, sí o sí, que todos colaboren para que vivan en unas condiciones humanas decentes. Lo necesitan de todos, incluso de Cataluña. 

Abascal ha movido pieza por miedo y ha decidido volver a intentar sobrevivir siendo solo la mayor amenaza a los populares. Abascal se equivoca de objetivo. Como siempre.

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