THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Dejad en paz a los futbolistas

«Resulta curioso que la selección española de fútbol menos polémica de los últimos treinta años esté despertando conversaciones más allá de los análisis deportivos»

Opinión
2 comentarios
Dejad en paz a los futbolistas

Álvaro Morata. | Grzegorz Wajda, Europa Press

Resulta curioso que la selección española de fútbol menos polémica y más conciliadora de los últimos treinta o cuarenta años esté despertando tantas conversaciones más allá de los análisis estrictamente deportivos. Tenemos en la dirección del equipo a un entrenador gris, que ha sido más cuestionado – dejando de lado el extraño caso de Brahim Díaz- por su proximidad y su actitud durante la crisis de la Federación en el tiempo de Luis Rubiales que por su desempeño profesional. España tiene en Alemania veintiséis futbolistas de gran nivel, pero sin estrellas mediáticas y, sobre todo, divisivas. Los seleccionados han encajado bastante bien y no despiertan ningún tipo de inquina partisana. Por primera vez en mucho tiempo vemos a madridistas celebrar los goles de Lamine Yamal sin estridencias y a barcelonistas aplaudir a Carvajal sin ningún tipo de vergüenza. Nico Williams es uno de los cromos más buscados por niños y adolescentes. Habrá que recordar que hasta en el ciclo triunfal iniciado en la Eurocopa de 2008 se mantuvo más de una discusión de esas que alimentan horas de tertulias deportivas y despertaban suspicacias varias.

En vez de celebrar este cambio, estamos enzarzados en debates que los políticos y sus terminales mediáticas nos pretenden colocar en la agenda diaria. La realidad, en definitiva, no es más que el escenario para un juego de poderes. El maestro de esta forma de entender la política fue Boris Johnson. Ha creado una escuela en todos los espectros políticos continentales. Porque solamente hace falta escuchar atentamente en las barras de los bares para descubrir lo artificiales que son estas discusiones sobre las dos estrellas nacientes de esta selección: Yamal y Williams. Es más, Morata ha ocupado muchas más horas de crítica que el resto de sus compañeros. Ha habido comentarios racistas contra ellos, sí. Y por supuesto que hay racismo en nuestro país -en eso no somos diferentes a casi ningún lugar en la tierra-, pero no se ha despertado una antipatía ni tan siquiera minoritaria en torno a nuestros dos baluartes ofensivos. En las redes sociales, el ruido de unos pocos siempre puede ser utilizado para convertir la anécdota, por denigrante y denunciable que sea, en norma. 

«En las redes sociales, el ruido de unos pocos siempre puede ser utilizado para convertir la anécdota, por denigrante y denunciable que sea, en norma»

Lo más paradójico es que nos quieren demostrar el peligro del racismo en España, y cómo eso puede aupar a la extrema derecha, muchos de los que han mirado para otro lado, cuando no han justificado, los insultos a Vinicius durante estas dos temporadas. Como decía, la realidad no es importante por sí misma, sino por su utilidad. Tanto es así que celebran los goles quienes hace unos pocos años desdeñaban el fútbol como el opio del pueblo. Ayer era una cuestión de paletos, hoy es una cuestión de bienestar social. 

También resulta paradójico que Nico Williams reciba muestras de apoyo de algunas de las personas que le denigraron en el pasado cercano. Todas las figuras públicas tienen hemeroteca y la de Nico tiene episodios de los que no salió indemne. Aún recordamos cómo movilizó en redes sociales bastantes críticas porque señaló – entre risas- que Pedro Sánchez debía bajar los impuestos. La que le cayó entonces por ser un insolidario niñato con dinero. Y tampoco pasó desapercibido entre el nacionalismo vasco su confesión de que su nivel de euskera era de «cero». Aquellas muestras de racismo normalizado pasaron desapercibidas para nuestras mentes siempre biempensantes. 

No es el único futbolista de la selección que ha sido utilizado y denigrado a partes iguales por los mismos que ahora le cambian de bando. Hasta hace unas semanas Unai Simón era el ejemplo de deportista humilde, comprometido e inteligente. ¡Necesitamos más Simones en el fútbol español!, nos decían. Sin embargo, cometió un crimen de lesa humanidad. En una rueda de prensa dijo «creo que tenemos muchas veces la tendencia a opinar demasiado de ciertos temas cuando no sé si deberíamos opinar o no». De repente se convirtió en un defensor de Marine Le Pen, o algo por el estilo. En el fondo, señalaba algo que muchos comprendemos: las figuras públicas opinan por encima de sus posibilidades, en cantidad y calidad. Y, en muchas ocasiones, lo mejor es el silencio. Para ellos y para todos. Supongo que los que le pedían compromiso le hubieran destrozado si, por poner un caso, Simón hubiera criticado la ley de amnistía o la decisión del Tribunal Constitucional en torno a los ERE de Andalucía. O viceversa. Fíjense cómo le han dejado por expresar una opinión dubitativa. 

En fin. Los chamanes de la política necesitan activar las pasiones más bajas para subsistir. Está en nuestras manos no caer atrapados en sus intenciones. El balón volverá a rodar esta noche y veremos qué selección será la coronada en Múnich. Cualquiera que haya visto un partido desde la grada de un campo o se haya calzado unas botas sabe intuitivamente que el fútbol es un reflejo de nuestra vida, con sus bondades y con sus indignidades. Alguien tan poco sospechoso de forofo futbolero, como fue Benedicto XVI, defendió que el fútbol es una especie de entrenamiento para la vida que anima a la colaboración y a la confrontación leal y responsable. Así que nos toca celebrar la vida, sin artificios ni cálculos políticos. Y veremos si la copa viene a nuestro país. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D