THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

Hervor

«Franco inventó la fórmula de la ‘democracia orgánica’ para actuar a su antojo. La democracia del Gran Farsante se llama en la actualidad ‘democracia regenerada'»

Opinión
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Hervor

Ilustración de Alejandra Svriz.

Ha de ser la extremada temperatura de los últimos días lo que hace hervir la sangre de quienes siguen de cerca los caprichos del Gran Bulo monclovita en el Congreso de los Diputados y aún le contestan bulliciosos, en lugar de usar el sarcasmo o la carcajada. La última invención es extraordinaria: una ley que impida la crítica de su Gobierno, de su familia, de sus amigos, de sus empleados y de todos aquellos que le defienden a cambio de dinero.

Franco inventó la estupenda fórmula de la «democracia orgánica» para no tener que aplicar ni una sola ley democrática y actuar a su antojo. Y por supuesto lo mismo han hecho todos los sátrapas americanos en los que Sánchez se inspira. La democracia del Gran Farsante parece que se llama, en la actualidad, «democracia regenerada». No sabemos cuándo comenzó a degenerar, si acaso fue con su llegada a ese poder llamado «socialista» y «progresista», o si sería antes, con el simplón de Zapatero, por ejemplo. No lo ha aclarado.

Bien es verdad que este personaje ama la niebla, la tiniebla, lo lóbrego, la grisalla. Debería leer el ensayo de Santiago Muñoz Machado Fundamentos del lenguaje claro (Espasa) para darse cuenta de que no hay diferencia entre un uso equívoco, tramposo, oscuro o falso del lenguaje y un ánimo, una intención, un propósito fascistoide. Ya lo demostró Victor Klemperer en su fundamental La lengua del Tercer Reich (Minúscula) donde cuenta cómo los nazis destruyeron el uso de algunas palabras esenciales para la cultura alemana que aún no se han recuperado. Lo mismo sucede con la «democracia orgánica» de Franco y ya veremos si también con la «democracia regenerada» de Sánchez.

Porque, esta es la cuestión, hasta ahora podía haber dudas entre las almas sencillas sobre el uso que pretendía hacer con su obsesión por el control de todos los medios e instituciones estatales, uno de cuyos fundamentos es, desde su constitución, que la democracia reposa sobre la división de los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial. Pues bien, ya ha convertido el Tribunal Constitucional en un cerebro borrador del Tribunal Supremo. El Supremo ya no es supremo, tiene por encima a los empleados de Sánchez en el Constitucional, los cuales cumplen, como Penélope, la función de destejer por la noche lo que el Supremo tejió por la mañana.

«Ahora ya sabemos por qué quiere el Gran Farsante controlar a todos los jueces y convertirlos en muñequitos bolaños»

Esta funesta destrucción de la democracia aún no totalmente degenerada se ha ido incrementando a medida que su esposa Begoña y su hermano el dramaturgo a quien han puesto un despacho en la Diputación de Badajoz, nadie sabe a cambio de qué, se han ido aproximando a una sentencia judicial por corrupción o por tráfico de influencias.

Ahora por lo menos ya sabemos por qué quiere el Gran Farsante controlar a todos los jueces y convertirlos en una especie de múltiples muñequitos bolaños que funcionen con una cuerda a la espalda. Es por una razón muy socialista y progresista: la de no verse implicado en la corrupción familiar y quedar como un dictador filipino o argentino.

Y, claro, para que eso sea de su gusto ha de impedir que ningún medio de comunicación diga ni pío sobre el asunto, no comente, no opine, pero no podrá impedirlo a menos de que degenere la democracia normal, la europea y honrada, y la convierta en una «democracia regenerada» hecha a medida para él y para tipos como Maduro, su compadre.

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