THE OBJECTIVE
Félix de Azúa

'Vaquemos'

«En las vacaciones somos de nuevo bestezuelas que regresan a su estado primitivo, como preparación a un otoño de grandes novedades»

Opinión
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‘Vaquemos’

Una mujer descalza camina en la playa. | Freepik

En tiempos de Franco pasaban siempre unos documentales antes de la película, muchos de los cuales perseveraban en mostrar las bellezas de Málaga, Orense o Calahorra. Los encargados de aquellas cintas (creo recordar que se llamaban Imágenes y se presentaban con una música in crescendo imposible de olvidar) recorrían la geografía turística española en un afán ya muy similar al actual y de presupuesto bajo. Aquí siempre ha tenido más predicamento la tierra que los humanos.

Aquellas peliculillas, que seguramente algún día alguien recuperará, solían terminar casi obsesivamente con un crepúsculo. Mientras el sol se ponía entre pinos o palmeras, el locutor buscaba su voz más engolada y decía con insistencia: «Nos despedimos de los encantadores parajes de Jaramilla, pero esto no es un adiós, es un ¡hasta pronto!». Tan repetida era la cantinela que en el colegio los amigos nos despedíamos a la salida imitando al esforzado locutor, «¡no es un adiós, gritábamos, es un hasta pronto, Rodríguez!». O sea, hasta el día siguiente y la clase de Química del fraile analfabeto de turno.

Pues eso les propongo hoy, despedirnos una temporada hasta que septiembre nos reúna una vez más como en la escéptica canción del verano: «dímelo en septiembre, etc.». La razón no es «el merecido descanso» que viene siendo el latiguillo actual de todos los locutores cansinos, sino lo contrario, quiero aprovechar este mes, que en España es como si no existiera, para terminar algunos trabajos que tengo pendientes sobre la cabeza.

Perdonen el tono personal que empleo, pero en las vacaciones parece que estamos excusados de usar nuestra naturaleza cultural y nos vemos inclinados a hacer uso de nuestra naturaleza naturada. Nos paseamos en calzoncillos por la ciudad y nos saludamos educadamente medio en pelotas en piscinas y playas. Somos de nuevo bestezuelas que regresan a su estado primitivo, como preparación a un otoño de grandes novedades.

«Las vacaciones las inventaron los burgueses del siglo XIX, en Inglaterra y Francia, para que los proletarios recuperaran fuerzas»

Muchos de ustedes ya lo saben, pero les recuerdo que las vacaciones las inventaron los burgueses del siglo XIX, en Inglaterra y Francia, para que los proletarios de la época recuperaran fuerzas y volvieran a tener un rendimiento aceptable para el consejo de administración. En aquella época la jornada laboral estaba entre las 12 y las 16 horas, o más si se trataba de labores clandestinas, como en la actualidad. Los niños morían en las minas a los seis o siete años.

Si les soy sincero, ya nada espero del otoño, excepto un mayor rigor climático, la disminución de la grasa turística, y el regreso de las bestezuelas de nuevo a su estado adulto. Y eso, aunque es convencional ponerlo en septiembre, no suele llegar hasta mediados de octubre debido a la inercia que arrastran los cuerpos vacantes. De todos modos, espero tener resuelto mi asunto en septiembre, el más cruel de los meses para mucha gente.

Sepan, por tanto, que no nos vamos a ver durante unas semanas, pero no es un adiós, ¡es un hasta pronto!

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