La infamia de Zapatero
«Maduro es un dictador y Venezuela sufre una dictadura que ha provocado el exilio de más de siete millones de ciudadanos y que ha volado la libertad»
Este domingo Venezuela vota. No se dejen engañar por la frase. Los venezolanos van a votar a pesar de todas las trabas, trampas, ilegalidades, detenciones policiales, bloqueos de medios de comunicación, cierre de redes sociales e internet, prohibiciones de candidatos de la oposición y las amenazas impresentables del dictador Maduro de que, si no gana él, habrá un baño de sangre en el país.
Desgraciadamente, eso sí es verdad. Maduro es un dictador y Venezuela sufre una dictadura que ha provocado el exilio de más de siete millones de ciudadanos y que ha volado el estado de derecho, la democracia y la libertad de información y opinión en el país. La dictadura controla todos los poderes del estado, bajo la amenaza y la compra desde hace años de decenas de corruptos generales que han traicionado su juramento constitucional a cambio de hacerse millonarios. No queda rastro del poder judicial, ni del legislativo. Solo hay dictador al mando al que la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas hace responsable en sus informes del asesinato de casi siete mil opositores en los últimos años.
«Pocas veces en la historia de la lucha por las libertades se verá algo tan emotivo y esperanzador como la gira de María Corina Machado por Venezuela»
Maduro lleva dando pucherazos electorales desde hace años sin ningún tipo de freno ni de vergüenza. Pensaba que en esta ocasión, de nuevo el miedo, el hambre y la vergonzante inacción del resto de países le iban a traer una victoria fácil de manipular o vender. Pero el cansancio de millones de venezolanos ha dicho basta. Pocas veces en la historia de la lucha por las libertades, por la justicia y por la democracia se verá algo tan desgarrador, emotivo y esperanzador como la gira que ha protagonizado María Corina Machado por todos los pueblos y ciudades de Venezuela. El recibimiento masivo en cada rincón de miles de ciudadanos que se han echado a las calles ha puesto de manifiesto lo que ya venían anunciando todas las encuestas. El candidato opositor Edmundo González Urrutia saca más de treinta puntos de ventaja ante Maduro. Todo el mundo, dentro y fuera de Venezuela, sabe que, en una democracia con garantías, la oposición arrasaría con una mayoría absoluta indiscutible. Maduro y todos los dirigentes del Partido Socialista Unificado de Venezuela lo saben y por eso amenazan con baños de sangre.
Lo saben también los hasta ahora aliados de Maduro en Iberoamérica. No son nombres cualesquiera para la gente de izquierdas. El chileno Gabriel Boric, el brasileño Lula da Silva o el colombiano Gustavo Petro ya han avisado a Maduro de que las elecciones tienen que ser trasparentes y limpias. Y el resultado respetado. La respuesta ha sido el insulto y bloqueo a los observadores electorales de estos países. Hablamos de tres presidentes de izquierda elegidos democráticamente. También lo fue el kirchnerista argentino Alberto Fernández, que ha desistido de viajar a Venezuela por prohibición de Maduro. O el caso más significativo que es sin duda el del mítico expresidente uruguayo José Mujica, referencia intelectual y ética de la izquierda iberoamericana, que ya hace meses dijo que lo de Venezuela era un régimen autoritario y que Maduro era directamente un dictador.
Frente a toda esta unanimidad de la izquierda democrática iberoamericana, es sangrante, inmoral y muy doloroso para los venezolanos escuchar el silencio siempre comprensivo del gobierno español ante todos los desmanes criminales del régimen de Maduro. No me refiero ya a esos “podemitas” que durante años vivieron de la ubre chavista, sino a ese partido socialista en la que sólo se escucha el silencio. Nada que no sea ordenado por el líder. Un gobierno, el de Sánchez y Albares, que de manera vergonzosa intentó levantar las sanciones de la Unión Europea al régimen chavista, incluso cuando este traicionaba de nuevo todos los acuerdos que llevaban años negociándose en Barbados para que las elecciones tuvieran garantías y derechos políticos para la oposición.
Esta vez, las negociaciones y avances con la oposición democrática venezolana no se las ha cargado, como en las últimas ocasiones, el expresidente José Luis Rodríguez Zapatero. Esta vez no. Y por eso ya no oculta su simpatía y orgullo cínico de defender al gobierno chavista. Nunca, y esta vez tampoco, ha tenido problemas en ser admitido en Venezuela como observador de las elecciones. Un habitual de los abrazos y parabienes chavistas que se pasea por Caracas como un chavista más. Mientras tanto, otros colegas expresidentes sufren el bloqueo. El mexicano Vicente Fox, el boliviano Jorge Quiroga y el costarricense Miguel Ángel Rodríguez, además de la vicepresidenta colombiana Martha Lucía Ramírez, se vieron obligados a abandonar la aeronave en la que intentaban volar a Venezuela tras prohibir su entrada en el país el régimen de Maduro. Sólo quieren cómplices, no observadores. Y Zapatero es el mayor cómplice de ellos. Nunca nadie le ha escuchado críticas democráticas a la dictadura chavista.
Nunca escuchará a Zapatero criticar que Maduro haya inhabilitado para votar a más de ocho millones de venezolanos. De los casi siete millones de exiliados con capacidad para votar en las embajadas venezolanas por el mundo, sólo van a poder votar unos 70.000. Al resto, una falsa y carísima burocracia ha impedido que puedan registrarse. De esta forma, Maduro se ha cargado ya a un 25% el electorado claramente contrario a su figura. Un pucherazo en el que no habrá observadores independientes de la Unión Europea ni de Estados Unidos o Canadá. Tampoco parlamentarios, ni españoles, ni europeos, ni siquiera chilenos. No quiere testigos. Solo cómplices como Zapatero que calla ante todas estas injusticias y se abraza con Maduro.
No escuchará usted a Zapatero denunciar como los chavistas hacen uso de las listas de electores para amenazarlos, o como se inventan mesas electorales en zonas que no existen y en las que prohíben estar presentes a ningún miembro de la oposición. Locales clandestinos protegidos por los paramilitares y que ya tienen urnas que muchos se temen que estén ya llenas de votos chavistas para cambiarlas o contabilizarlas de manera ilegal.
Nadie ha oído a Zapatero quejarse de la detención violenta, por supuesto ilegal e ilegítima, de más de sesenta miembros del equipo de María Corina Machado, entre ellos algunos de los jefes de campaña. Ni del castigo a los comercios y ciudades que recibieron la gira de la líder de la oposición. Maduro ya no hace política, es mafia criminal. Y no quieren que se sepa. Ni observadores, ni parlamentarios, ni muchos menos medios de comunicación críticos e independientes. Los pocos que quedan libres en Venezuela sufren desde hace días un silencio obligado por el gobierno chavista del que también se espera un apagón de internet en este domingo crucial.
Nunca escuchará criticar o condenar nada de esto al agradecido Zapatero. Su infamia, su descredito, su deshonra con la libertad, la justicia y los derechos humanos en Venezuela es de tal vileza que a los miles de españoles residentes en el país hermano, les avergüenza que lleve el título de expresidente del gobierno de España. Frente a él millones de españoles esperamos que, pese a todas las amenazas y violencia, Venezuela se despierte libre del tirano.