THE OBJECTIVE
Laura Fàbregas

Tinder contra la revolución morada

«Poco pueden hacer ‘los lilas’ ante la tecnología y el ingenio individual, que siempre irán por delante de sus ansias de ingeniería social»

Opinión
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Tinder contra la revolución morada

Una calle de Bangkok cubierta de anuncios de la app de citas Tinder. | Peerapon Boonyakiat (Zuma Press)

El día que vi a mi vecina feminista y antisistema usar Tinder me di cuenta de que la revolución estaba perdida. Casi muerta y enterrada, coleando en foros virtuales. En estas apps de citas se reproducen muchas de las inercias que, para Irene Montero, deben ser producto de la estructura heteropatriarcal. Pero poco pueden hacer los lilas ante la tecnología y el ingenio individual, que siempre irán por delante de sus ansias de ingeniería social.

En esta app muchos chicos se ponen un numerito en su perfil, que son los centímetros que miden, para informar a sus pretendientas de su altura. Según cuentan los foros de la app, algunos de ellos redondean hacia arriba para parecer más altos. Y algunas chicas no comen en sus primeras citas, o se piden la típica ensalada, no vaya a ser que el pretendiente huya corriendo ante lo que se llama «predictores negativos» del comportamiento

«El éxito de la ‘app’ es también haber captado la intolerancia al fracaso de los jóvenes»

Con Tinder uno elige y descarta a sus pretendientes a través de fotos y desde el sofá de casa; sin pasar por la traumática experiencia de dar la cara, ni sufrir por saber que te han rechazado como amante. Es la libertad de elegir del capitalismo, en su versión más superficial y consumista, combinada con la protección que vende el populismo. El éxito de la app es también haber captado la intolerancia al fracaso de los jóvenes, monetizando la necesidad, tan ancestral, de seguridad mediante una pantalla.

La limitación del mundo virtual, sin embargo, es que no puedes oler a tus pretendientes —¡las feromonas!—, ni oír la voz, tocar la piel, ni ver… Y no somos tan modernos como para que el Big Data pueda sustituir el imperativo biológico de buscar a un candidato a través del mecanismo depurado del instinto, la carnalidad, y sí, también la afinidad intelectual. 

Tampoco hay que caer en un nuevo Ludismo contra esta herramienta, ni en un exceso de moralismo. Conozco parejas que han encontrado el amor a través de la app. Y no hay duda de que es útil para aplacar cualquier revolución… Porque, una generación con los instintos atrofiados, que teme el rechazo de carne y hueso, y a encontrar el amor en plazas y calles, ¿cómo va a poder liderar una revuelta?

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