THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

Ahora es tarde, señora

«Sánchez ya salta sin red de trapecio a trapecio. Pero hasta aquí no ha llegado solo, sino entre aplausos. Votar en conciencia es quizá la única salida digna»

Opinión
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Ahora es tarde, señora

Ilustración de Alejandra Svriz.

Pedro Sánchez es la Roro del independentismo catalán. Su tradhusband. Su paciente esposo. El acuerdo del PSC con ERC para el concierto fiscal es sólo la última receta. Ha habido muchas más: mediador, indultos, reformas penales, amnistía, lawfare, uso del catalán en las Cámaras, rodalies, inmigración… Hoy al nacionalismo le apetece…

Emiliano García-Page subió al estrado con una rosa en la mano. Lo hizo con gravedad y afectación donjuanesca. Dijo que el acuerdo era obsceno. Que era el ejemplo de egoísmo y de desprecio a otros territorios de España más grande que había visto en muchísimo tiempo.

Recordé un poema de Juan Ramón Jiménez, ese que llamó Rosa íntima. «Todas las rosas son la misma rosa, amor, la única rosa. Y todo queda contenido en ella». Algo de eso tenía su comparecencia. De vivir el socialismo desde dentro hacia fuera y no al revés, como exige el sanchismo a la militancia.

El presidente de Castilla-La Mancha dijo con severidad: «Estoy convencido de que mi partido no va a terminar avalando esto». Su convencimiento es un deseo y su deseo es una petición a las filas: que, cuando la modificación de la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas se vote en las Cámaras, los diputados y senadores socialistas se opongan. Que rompan la disciplina de voto. Que actúen con el corazón. Que apelen a la rosa. A sus valores. A su verdadero progresismo. Igualdad, solidaridad… esos objetos que ahora cogen polvo en un estante, en uno de esos despachos medio vacíos en la sede de Ferraz.

Nada sería ajeno a Pedro Sánchez. El 29 de octubre de 2016, 15 diputados del PSOE afines al recién dimitido secretario general votaron en contra de la investidura de Mariano Rajoy. Se saltaron así la disciplina de voto impuesta por la gestora tras la decisión del Comité Federal de que el grupo parlamentario se abstuviera para permitir gobernar al PP y evitar unas terceras elecciones. Siete de ellos eran, precisamente, del PSC.

«Era enternecedora la imagen de los ministros inquietos cuando algún periodista hacía preguntas ‘valorativas’ al jefe»

El PSOE abrió expediente y sancionó con 600 euros a los díscolos. Es un precio asumible para quien prefiere conservar sus ideales a abrazarse al barbarismo institucional de Pedro Sánchez. Por entonces, a sus acólitos se les llamaba pedristas. Su reino era doméstico. Un simple Kurtz. Pero del Peugeot 407 pasó al Falcon y el sanchismo se extendió como el imperio macedonio.

Votar en conciencia. Suena antiguo. Casi como rebobinar con un bolígrafo Bic. Era enternecedora la imagen de los ministros inquietos cuando algún periodista hacía preguntas «valorativas» al jefe. Sucedió el pasado miércoles en la intervención para hacer balance del curso político. Pedro Sánchez salió a escena con teatralidad y forzado hartazgo. De García-Page dijo flemático: «La noticia sería que hiciera una rueda de prensa apoyando al Gobierno».

También dijo el presidente que «este es un buen tiempo para la gente optimista y malo para los agonías». Creo que quiso decir agoreros. Agonía es otra cosa. Es un estertor. El limbo emocional que precede al adiós. Ese hálito suave y amargo. Esa minoría interior. Esa soledad compartida. Ya saben: agonía es más bien lo suyo.

Quizá ERC, perdido en sus propias batallas internas, no apruebe el pacto. Quizá Salvador Illa no sea presidente, de momento. Quizá Pedro Sánchez haya pagado un banquete que no va a probar. En cualquier caso, un revés fiscal de esta medida no se despacha en una mesa de reuniones, sino en las instituciones representativas y, tras el consenso, en la Constitución. Eso lo sabe un PSOE que, como los malos peregrinos, vive de los atroches.

«Ahora sale Extremadura, ahora sale Asturias… pero… qué queda de aquella rosa. ¿Hasta aquí llegó la complicidad?»

«Esta rosa, esa rosa, la otra rosa… Sí. Pero aquella rosa…». ¿Qué queda de aquella rosa? Ahora sale Extremadura, ahora sale Asturias… pero… qué queda de aquella rosa. ¿Hasta aquí llegó la complicidad? Para que Pedro Sánchez haya llegado hasta esta pantalla ha necesitado muchos créditos en el arcade. Y su partido, federación a federación, le ha ido metiendo cinco duros en la maquinita cada vez que ha tenido ocasión.

Sale ahora el secretario general del PSOE en Extremadura, Miguel Ángel Gallardo, y dice: «Una copia de la llave, al final cada uno meteremos la mano en la caja, no en función de nuestras necesidades, sino en función de las oportunidades». Cuando, al aprobarse la amnistía, dijo que el Partido Popular «quiso legislar las emociones» y no «unir a este país con política, sino judicializando la política». Aquí una dosis de política que ya no es de su gusto.

Dan ganas de cantarle a todos los barones socialistas aquello que cantaba Rocío Jurado: «Cuando supe toda la verdad, señora. Ya era tarde para echar atrás, señora. Yo era parte de su vida y él mi sombra… Ahora es tarde, señora. Ahora nadie puede apartarlo de mí…».

Pedro Sánchez ya salta sin red de trapecio a trapecio. Mallas de lentejuelas. El alma encogida en las butacas. Hay socialistas que miran hacia el suelo para evitar ser testigos de tan arriesgado espectáculo. Pero hasta aquí Sánchez no ha llegado solo, sino entre aplausos. Este último número, penúltimo si se juega el mortal del referéndum, ya es demasiado para corazones sensibles.

Votar en conciencia, y sus consecuencias, son, quizá, la única salida digna para una legislatura herida y otoñal.

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