Gobernar a ciegas
«Está convencido de que es un ser superior al resto de los ciudadanos que no le votan e incluso de sus propios compañeros socialistas»
La lista de despropósitos políticos, jurídicos y éticos del Gobierno de Pedro Sánchez es tan larga que es casi imposible recordarlos todos. Y la lista sigue creciendo. No pasa un día en que nuestro presidente no vuelva a romper algo que le permita pagar su dosis diaria para mantenerse en la Moncloa como sea.
No ceja Sánchez en volar todo lo que tenga valor para nuestros usos e instituciones democráticas. En su concepción ptolomeica de la vida todo debe de girar en torno a él. Siempre ha actuado como el Rey Sol y en esa interpretación sigue. Él es el Estado y por eso se considera por encima del mismísimo Estado de derecho y por supuesto de la Constitución, del Código Penal, de la independencia del Poder Judicial, de la autonomía del Poder Legislativo. Hasta ha destrozado de forma unipersonal (porque sólo él sabe el porqué) la tradicional política exterior española en un tema tan delicado como el Sáhara. Está convencido de que es un ser superior al resto de los ciudadanos que no le votan e incluso de sus propios compañeros socialistas. Para él, minucias como su propio partido han quedado en eso, en una minucia insignificante frente a su figura.
Un hombre que desprecia la verdad como si fuera un capricho menor, que cree que se puede trasgredir todo y de forma continua, sin que necesite dar explicaciones, sin tener remordimientos ni complejos de culpabilidad, ese hombre es capaz de todo. Un gobernante que es capaz de destrozar los mecanismos de solidaridad interterritorial entre las distintas comunidades autónomas de España en un acuerdo que, con la excusa de la presidencia de Salvador Illa en la Generalitat, esconde la necesidad de los votos de ERC en Madrid para mantener al propio Sánchez. Un político que tiene querencia por la falta de trasparencia, de diálogo y de moralidad, ahora toma una medida de ese calado sin explicarla a los españoles. Nadie sabe lo que ha negociado. Lo deja todo en manos de los independentistas porque, según dice, «hay que ser exquisitos con los ocho mil militantes de ERC que van a votar el preacuerdo».
Nuestro presidente es así. Ha sido exquisito siempre que ha necesitado sus votos con Bildu. También con los independentistas catalanes que dieron el golpe, con los indultados, con los que han sido, o van a ser, amnistiados. Esos que, pese a lo que dice el gobierno, nunca han demostrado la más mínima intención de empezar una nueva época de convivencia y de conciliación con el resto de España. Al contrario, esos exquisitos independentistas, lo que hacen ahora es alardear de que la gestión fiscal del cien por cien de los ingresos es un paso más y muy importante hacia la independencia de Cataluña. Políticos independentistas que siempre han sido exquisitos solo con ellos mismos. Ahora este acuerdo de Sánchez con ellos les permitirá crear varias decenas más de organismos oficiales catalanes que profundicen todavía más en la separación de España y por supuesto que den un buen sueldo a unos centenares de amigotes más. Más allá de que les permitirá la selección nacional de petanca, este acuerdo les permitirá una política lingüística más intolerante con los que osen reclamar el uso del castellano.
Sánchez viene traicionando cosas sagradas hasta ahora en nuestra democracia. Y también traiciona la propia esencia de un socialismo nacido en la defensa de los pobres. Permite que una de las regiones más prosperas de España deje de aportar a los fondos de solidaridad para las regiones más pobres. Es tan exquisito y suicida que deja en manos de los independentistas la cantidad, que se convertirá en un tope, de esa supuesta solidaridad con el resto de las autonomías. Nada dice de la financiación de la Seguridad Social, pero témanse lo peor. Al tiempo que anuncia que en este caso como Cataluña es muy deficitaria, no se rompe la caja como con el País Vasco.
«Protestará Castilla-La Mancha. Ya lo ha hecho su presidente Emiliano García-Page. Siempre lo hace. Habla y critica, pero luego le da miedo tomar algún paso más»
Sánchez traiciona las ideas de su partido y traiciona a sus compañeros socialistas de otras comunidades autonómicas. Para poner a Salvador Illa y mantenerse él, deja vendidos a los presidentes y líderes socialistas de comunidades que hasta ahora venían siendo receptoras de esos fondos. Protestará Castilla-La Mancha. Ya lo ha hecho su presidente Emiliano García-Page. Siempre lo hace. Habla y critica, pero luego le da miedo tomar algún paso más. Veremos si esta vez es capaz de movilizar a sus los diputados manchegos en el Congreso. Critican también otros líderes socialistas como el extremeño, el asturiano o el castellano leonés. Sánchez no les tiene miedo. Él ha retorcido el PSOE hasta convertir los órganos del partido en serviles palmeros, donde nadie se quiere jugar ni su cargo ni su futura posición en las listas electorales que no se deciden ya en su federación, ni siquiera en Ferraz. Se deciden en la Moncloa.
Es tal el desprecio de Sánchez por los mecanismos democráticos y legales que es capaz de alardear de un proceso de transformación del Estado español, hecho desde su despacho a espaldas de todas las instituciones y organismos estatales. Dice el presidente, escondido en la maleza de sus declaraciones, que es obvio que el preacuerdo con ERC pone de manifiesto el proceso de federalización de nuestro estado de las autonomías. Sánchez está acostumbrado a retorcer y pisotear con sus decretos leyes por urgencia los mecanismos y procesos que nuestra democracia tenía para moderar, equilibrar y permitir el diálogo y la negociación. Los informes consultivos prescriptivos se evitan. Los plazos para el estudio y presentación de enmiendas por parte de la oposición se acortan. Y eso sin tener mayoría estable, sin haber ganado las elecciones y habiendo perdido la mayoría de los proyectos que ha presentado en el Congreso a manos de sus propios socios.
Con este estilo autócrata y en este contexto de estabilidad legislativa incapaz incluso de sacar adelante los Presupuestos Generales, Sánchez quiere reconvertir a España en un Estado federal. Un federalismo surrealista porque en España todos los territorios no son iguales. Ya hay dos territorios con privilegios reconocidos por la Constitución por unos fueros de hace siglos. Ahora al País Vasco y a Navarra, Sánchez quiere unir a Cataluña. Dice que está dispuesto a negociaciones bilaterales con el resto de las comunidades, como si esto fuera una confederación de Estados cada uno con su concierto propio. ¿Quién lo pagará? No le extrañe que nuestro solidario, progresista, federalista y hasta confederalista presidente no conteste a eso. No lo sabe. Ni le importa. No lo va a hacer.
Sánchez gobierna a ciegas. Sin explicar a los ciudadanos, ni a los partidos, ni al Congreso, los acuerdos a los que llega. Pasó con la Ley de Amnistía. Ahora, lo mismo con el acuerdo con ERC. No quiere que se conozca con tiempo de discusión los detalles. Prefiere llevarlos a tapadillas al Congreso, aunque los pierda. Cada vez le fallan más sus socios, pero también le da igual. A ciegas nos lleva y a ciegas gobierna. Paga lo que haga falta por un día más en la Moncloa como si eso fuera vital para España y no para su narcisismo. Le da miedo perder el poder. Mucho.