THE OBJECTIVE
Gabriela Bustelo

Los juegos están hechos

«Actualmente Francia no tiene gobierno y nada augura que pueda haberlo, con una Asamblea Nacional fracturada en una docena de facciones que se aborrecen»

Opinión
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Los juegos están hechos

Ilustración de Alejandra Svriz.

La expresión francesa Les jeux sont faits, seguida de la apostilla Rien ne va plus, es bien conocida en el circuito internacional de los casinos. Literalmente significa «los juegos están hechos». Y la apostilla «no va más» se usa con el sentido de que no se aceptan más apuestas. En una mesa de ruleta, el crupier dice en voz alta esta fórmula para indicar que no se pueden hacer más apuestas porque la rueda de los números va a empezar a girar.

El origen de esta expresión va ligado al nacimiento del juego de la ruleta, inventada en Francia en el siglo XVIII, por el mismísimo Blaise Pascal, según mantienen varios historiadores. En las ruletas hispanoparlantes el enunciado se ha reducido a un escueto «No va más», con la bella expresión Les jeux son faits eliminada. Pero los casinos tradicionales conservan la formulación francesa entera, que forma parte de la cultura mundial de los juegos de azar. En tanto que encarna el propio concepto del destino en sí, remite a la frase romana Alea jacta est, atribuida a Julio César al cruzar el Rubicón: la suerte está echada y el jugador debe esperar al devenir de los acontecimientos para comprobar si ha ganado o perdido.

Este es el concepto de la política que parece tener el presidente galo Emmanuel Macron, a quien el periódico Le Monde acusaba hace unos días de «jugarse Francia al póquer» cuando convocó unas elecciones relámpago tras los pésimos resultados de su partido en las elecciones europeas de junio. Los Juegos Olímpicos franceses empezaron el 26 de julio y terminan el 11 de agosto. Pese a la dimisión de su primer ministro, el presidente francés ha dicho que no nombrará un nuevo gobierno hasta que acaben los Juegos.

Este es el plazo que se ha dado el líder del país vecino para un descanso político en mitad de una crisis de gobierno colosal. De hecho, en estos momentos Francia no tiene un gobierno en el sentido auténtico de la palabra. Y ningún cálculo augura que pueda haberlo, con una Asamblea Nacional fracturada en una docena de facciones que se aborrecen mutuamente.

En la década previa a Macron, repartida entre Sarkozy y Hollande, parecía darse por sentado que Francia ya no ocupaba un lugar político verdaderamente decisivo en Europa. Llevaba 25 años instalada como primer destino turístico del planeta y los directores de cine seguían haciendo películas parisinas —desde La vie en rose en 2007 hasta Elle en 2016—, pero en términos de poder mundial, su posición era cada vez más irrelevante.

«El compromiso del Gobierno francés con la igualdad social se traduce en un intervencionismo que lastra la economía»

Con planteamientos institucionales tan estatistas como los españoles, Francia buscaba reconquistar un protagonismo de jugador de primera fila (que España nunca ha tenido) en las cumbres occidentales. El compromiso del Gobierno francés con la igualdad social se traduce en un intervencionismo que lastra la economía, como le sucede a España, también con un mercado laboral anquilosado, un paro elevado y una deuda pública inmensa en comparación con otras economías avanzadas. Francia tiene un gasto público titánico y ha batido su propio récord de deuda, que rebasa ampliamente el 100% del PIB. En cuanto al desempleo, sigue estando entre los más altos de Europa (junto con el español, el griego, el sueco y el italiano). El flamante 7,5% actual destaca en contraste con el 12% de España —líder europeo del paro—, pero palidece en comparación con el 3,1% alemán, o incluso el 4,4% británico.

Pese a todo ello, Francia es la séptima economía mundial, con el Brexit jugando políticamente a su favor, pues Emmanuel Macron ha aprovechado descaradamente la salida de Reino Unido para empujar a su país hacia arriba en el podio de la UE. Hace siete años, cuando él llegaba al Elíseo, Francia —la grandeur reducida a las sagas de Dumas y satirizada en las novelas de Houellebecq— anhelaba el estatus de país europeo serio que nadie discutía a Reino Unido y Alemania.

En 2016 Emmanuel Macron fundó su movimiento En Marche, asegurando que iba a desbloquear Francia y a sanar la dolorosa herida nacional de la confrontación entre izquierda y derecha. Pero ahora, en 2024, la pesadilla para el centrismo macroniano es precisamente la alianza oportunista de la izquierda y la derecha, que le superan numéricamente.

El líder ultraizquierdista Jean-Luc Mélenchon habla de huelgas y movilizaciones. Y la ultraderechista Marine Le Pen vislumbra una oportunidad para vengarse por las elecciones anticipadas. Este eje izquierda-derecha está unido por su odio hacia Macron como personaje unificador, ya que la polarización les conviene políticamente. Pero también les une, qué duda cabe, su desidia ante las cifras mastodónticas de deuda y déficit. Les jeux son faits. Los juegos están hechos. Hagan sus apuestas. No va más. La suerte está echada.

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