El final a lo ‘Thelma & Louise’ de Sánchez & Gómez
«A quienes arrastren en su huida y caída final, si únicamente al PSOE o también al conjunto de España, sólo el tiempo, pronto, lo dirá…»
La escritora Callie Khouri recibió Oscar y Globo de Oro por el guion de esa gran película de los años 90. Un texto que empezó a redactar por el final, por la icónica escena en la que, tras una constante huida hacia delante y ya sin apenas escapatoria ante la policía, las dos protagonistas, con una vida gris y desconocida hasta el momento, deciden lanzarse con su Thunderbird del 66 cañón abajo del Colorado.
Algo así parecen empeñados en emular Pedro Sánchez y su mujer en su particular road movie iniciada con las primeras revelaciones del caso Begoña Gómez y seguida por su comentada carta de amor. Una historia que va camino de convertirse en el gran drama de la política nacional e internacional, a tenor del interés generado en las portadas de medio mundo, en lo que queda de 2024.
Sobre todo porque, como en el filme, cada una de las circunstancias con las que nuestros actores se van encontrando a lo largo del camino es seguida por otra situación aún más absurda: si en febrero conocíamos que el comisionista del caso Ábalos-Koldo, Aldama, se había reunido con el presidente de Globalia y la propia Begoña Gómez, a continuación la vicepresidenta Montero replicaba que era todo mentira y que «no todo vale».
Si en marzo tuvimos conocimiento de que participó en reuniones antes del rescate de Air Europa y de que Globalia patrocinó eventos del Africa Center del IE recibiendo millones de la administración en distintos concursos, la Oficina de Conflictos e Intereses dependiente del ministerio de Escrivá se apresuró a desestimar una denuncia del Partido Popular y el Gobierno aprovechó para decir que «no hay caso».
Si en abril descubrimos que el Gobierno había adjudicado fondos UE a la empresa recomendada por Begoña Gómez mediante una carta al Ministerio de Trabajo de Yolanda Díaz, el propio Sánchez anunció que se tomaba cinco días para pensar su dimisión a través de la carta, para después decirnos que donde dije digo, digo Diego, a pesar de ya saber que su mujer estaba siendo investigada judicialmente.
«La abogacía del Estado y la defensa de Gómez han presentado querellas contra el juez Peinado para desacreditar su instrucción»
Si en mayo la investigación del juez Peinado avanzaba con las declaraciones de los directores de medios que habían publicado noticias sobre el Begoñagate —entre ellos THE OBJECTIVE—, Bolaños dijo que no había «nada de nada» y se anunció a bombo y platillo que la UCO no hallaba «indicios de delito» en su investigación (en enero tomó posesión un nuevo Director Adjunto Operativo de la Guardia Civil nombrado por Marlaska).
Si en junio nos enteramos de que el juez había citado a declarar a Begoña, pero no se sabía quién había recogido la citación, la comisaria principal del CNP y jefa de seguridad de Moncloa aclaró que había sido Camacho quien había firmado ilegiblemente, la misma comisaria que se encargó del plan de seguridad en plaza de Castilla («hoy no ha habido grabaciones») y que fue nombrada directora del Centro contra el Crimen Organizado por el propio abogado de la defensa, el ex secretario de Estado de Seguridad y exministro del Interior con ZP, cargo que ejerció hasta la llegada del PP en 2012.
Si en julio hemos sabido que el juez ha imputado al rector de la UCM y citado como testigo a Sánchez, la defensa de Gómez —fiscal de carrera— ha pedido que la Audiencia provincial archive la causa —con el apoyo de la fiscalía— y el presidente del Gobierno ha pedido declarar por escrito, algo que el juez ha denegado. Begoña Gómez no ha declarado «no porque tenga algo que esconder ni porque ella no quiera dar explicaciones», según Camacho, sino porque se lo ha recomendado él. A día de hoy, cinco meses después del inicio del escándalo, no ha dado ni dentro ni fuera explicación alguna.
Finalmente, si en agosto hemos conocido que el juez ha solicitado comparar el curriculum de Begoña con el del resto de directores de cátedras y que Barrabés ha declarado que estuvo con Sánchez reunido a solas hablando en su calidad de experto en innovación, la abogacía del Estado y la defensa de Gómez han presentado sendas querellas contra el juez Peinado para desacreditar su instrucción y hacerla descabalgar.
«¿Existe una estrategia sanchista o sólo una sucesión de golpes tácticos?»
Con toda esta sucesión de relatos y contra-relatos, cabe preguntarse: ¿cuál es el objetivo de la estrategia sanchista? ¿Existe una estrategia o sólo una sucesión de golpes tácticos como en estos 10 años? ¿Hay algo más detrás que una permanente huida hacia delante y un cholista partido a partido? ¿Será suficiente el sostenella y no enmendalla para remontar y convencer a los votantes socialistas desencantados con la amnistía y este escándalo? ¿Son la disonancia cognitiva —sólo escuchamos lo que nos reafirma- y el sesgo de confirmación -aceptamos sin más las pruebas que apoyan nuestras ideas— tan potentes entre los votantes de izquierdas como para seguir amnistiando a Sánchez?
Los datos nos dicen, de momento en el corto plazo, que sí porque tanto en las cuatro encuestas que se han publicado hasta ahora sobre elecciones generales como en las europeas que se han celebrado hemos visto cómo el PSOE no sólo no ha retrocedido y cedido porcentaje, sino que incluso ha aumentado en votos y escaños a costa de Sumar. La distancia con el PP se mantiene entre los 3-4 puntos. En paralelo, vemos que un tercio de los votantes socialistas no comparte la estrategia de Sánchez y que uno de cada cuatro cree que le acabará pasando factura.
¿Es posible que esto continúe o cambie si el escándalo se alarga? ¿Acabará siendo más importante el cupo catalán que la amnistía o el Begoñagate? Habrá que verlo en esta segunda mitad del año y la primera parte del que viene. Hasta ahora, ni la ley de amnistía ni el propio escándalo han dañado las expectativas del PSOE, aunque sí han aumentado las del PP, sobre todo en relación a Vox, en especial tras las rupturas autonómicas. Existe una teoría basada en evidencia que dice que lo que realmente hunde el voto socialista es el bolsillo, la cuestión económica y el paro por encima del 20%, hasta ahora las dos crisis de 1993 y 2008, pero podría ser en esta ocasión la ruptura de la caja común.
¿Sin la expectativa de voto de Vox todavía alta (en una cifra superior al 10% y por encima de los 25 escaños) estos escándalos sí que provocarían un mayor daño al PSOE dado que es su única baza para activar el voto del miedo? No tenemos la certeza absoluta, pero sí hemos visto que, desde su llegada al Gobierno en 2018, incluso antes de la pandemia con la foto del trifachito en Colón y la salida de Franco del Valle de los Caídos un año antes, el gran arma electoral con el que se ha defendido de todos los ataques y ha superado todas las crisis ha sido precisamente esa: ¡Que vienen los fachas!
«El factor que llamamos compensatorio y justificatorio funciona en la cabeza del votante de izquierdas»
Ese es el factor que llamamos compensatorio y justificatorio (la mente es una balanza con dos platillos, buscamos, autoengañándonos, que una cosa justifique a la otra) que funciona en la cabeza del votante de izquierdas y también del independentista que presta su voto al PSOE, sobre todo en Cataluña. Es el voto que hace que Sánchez siga en La Moncloa y que Illa pueda llegar a la Generalitat, el que explica por qué incluso algo tan increíble como la propuesta de acallar a los medios que publican informaciones sobre su mujer (o su hermano y Ábalos), o hablar de máquina del fango con un aparato de propaganda en Moncloa que incluye a 1.000 asesores y cuenta con 300 millones en publicidad institucional (las cifras más altas de la historia), o la exigencia de que se den a conocer los microdatos de encuestas privadas (cuando hasta Lamo de Espinosa ha criticado «la falta de neutralidad y objetividad» del CIS de Tezanos) no genere ningún tipo de respuesta inmunitaria democrática en el cuerpo electoral socialista.
En tiempos de miedo social extendido a lo largo del mundo, incertidumbre económica y laboral generalizada, así como pérdida acelerada de valores en nuestra sociedad es más difícil y más lento en el tiempo que cuestiones de índole moral (y también legal) calen en esa mitad del país que, en primer lugar, teme que todo vaya a peor con la derecha (lo del mal menor de toda la vida, es a lo que juega Sánchez, «no os gusto, pero si me voy, lo que viene…») y, en segundo, piensa que «al final, todos acaban robando igual».
El final de la película Thelma & Louise que imaginó su director, Ridley Scott, era ligeramente diferente al que escribió su guionista y vimos en el cine. En ese cierre alternativo, la imagen no acaba con un rápido fundido en blanco, sino que ambas protagonistas van cayendo por el desfiladero y la cámara filma al ralentí el coche en su movimiento descendiente mientras los policías las observan: justo antes, uno le dice al otro «no deje que disparen contra ellas, eso es demasiado, las están apuntando», mientras el otro responde «esas mujeres van armadas y han asesinado a una persona». Ambos miran hacia abajo por el cañón y caminan hasta el borde del precipicio observando, lenta pero inexorablemente, la triste caída de las dos heroínas en dirección al abismo. A quienes arrastren en su huida y caída final, si únicamente al PSOE o también al conjunto de España, sólo el tiempo, pronto, lo dirá…