THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Usted y yo lo viviremos

«Lo habitual en democracia era que los políticos no cumpliesen con sus compromisos. Lo que no había sucedido era encontrarnos con que hacen lo contrario de lo prometido»

Opinión
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Usted y yo lo viviremos

El expresidente catalán Carles Puigdemont y el jefe del Ejecutivo, Pedro Sánchez. | Ilustración: Alejandra Svriz

Quizá el bolso de la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría en el asiento de un ausente Mariano Rajoy en el Congreso durante la moción de censura haya sido el momento con más dignidad de la política española en los últimos seis años. Pensé que jamás podría escribir una frase así, pero hasta aquí hemos llegado. Quién nos ha visto y quién nos ve. Esta semana hemos vivido el enésimo episodio de este acelerado recorrido por el esperpento de la política nacional. Ni la mente de don Ramón María del Valle-Inclán como creador del género hubiera sido capaz de imaginar algo tan grosero y grotesco. Unos sombreros de paja y la apertura de un semáforo, según nos están contando, desbarataron la búsqueda de un vecino de Waterloo a la fuga. Un prófugo – todo hay que decirlo- que anunció lo que haría, cómo lo haría y dónde lo haría. Hasta tenía permisos del ayuntamiento para ello. En fin, Celtiberia show en versión siglo veintiuno.

Así las cosas, la investidura de un nuevo president de la Generalitat – a cambio de ese «cupo solidario» en la jerga mendaz del bloque de progreso-fue lo de menos el jueves pasado. Ya veremos si Salvador Illa se acoge a ese mito de que van 133 honorables presidentes en Cataluña cuando toque justificar el referéndum venidero. Porque llegaremos a ese punto, solamente hay que escuchar a los líderes socialistas negarlo para saber que tendremos ese debate en unos meses. Por el momento están consiguiendo el pleno: cualquier petición del independentismo que el socialismo rechace con absoluta convicción, se hace realidad por arte de magia. Ya nos podemos aventurar a aplaudir a Emiliano García-Page, quien se escandalizará de nuevo para que todo siga igual. Se hace evidente que señalar con el dedo acusador, mientras se frunce el ceño, daña a Sánchez y está consiguiendo que reconsidere sus cambios de opinión. Es una estrategia ganadora en toda regla. Aunque llegado el momento de heredar, el partido se haya convertido en un erial.

«Solamente hay que escuchar a los líderes socialistas negar el referéndum para saber que tendremos ese debate en unos meses»

Lo habitual en democracia, para qué vamos a engañarnos, era que los políticos no cumpliesen con sus compromisos electorales. Formaba parte de un juego que los votantes aceptábamos a regañadientes. Ahora tenemos que hablar en pasado. Lo que no había sucedido hasta la fecha era encontrarnos con líderes que, por norma, siempre terminan haciendo lo contrario de lo prometido. Todo por mantenerse en el poder, que en nuestro entorno termina siendo sinónimo de dinero. Ya nos conocemos todos lo suficiente. Dentro de un tiempo, después de la caída del caballo, algunos de estos creyentes obnubilados nos dirán que nadie les avisó.

El procés no se ha cerrado, pese a lo que exclaman los apologistas gubernamentales. Puigdemont sigue vivo políticamente hablando. Hoy más que ayer. Además, el pacto de investidura con ERC abre la puerta de par en par a nuevos conflictos. Aunque las hemerotecas no tengan demasiado valor ya, aún podemos recordar la respuesta que dio el entonces presidente Rodríguez Zapatero a Pedro J. Ramírez sobre los peligros que podía generar la reforma del Estatut: «Dentro de 10 años España será más fuerte, Cataluña estará más integrada y usted y yo lo viviremos». Aunque tampoco puede extrañarnos este tipo de afirmaciones de quien no ha sido capaz de observar fraude alguno en las elecciones venezolanas.  

Los partisanos del sanchismo están repitiendo paso a paso los mismos errores de los años de ebullición estatutaria. El problema es que estamos en 2024 y hemos vivido lo suficiente para saber que no podemos soportar más experimentos con gaseosa. El Estado de derecho se tambalea y ni siquiera tiene los mecanismos necesarios para protegerse. Y, si los tiene, incluso hace dejación de funciones por intereses espurios. Hemos vuelto a la casilla de salida. Usted y yo lo viviremos.

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