THE OBJECTIVE
Pilar Cernuda

El jueguecito de Sánchez con Puigdemont

«El gran mentiroso coloca a Illa en la Generalitat, pero deja la puerta abierta a que Junts mantenga su apoyo al Gobierno porque Puigdemont le debe una»

Opinión
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El jueguecito de Sánchez con Puigdemont

Ilustración de Alejandra Svriz.

Pobre Salvador Illa. Ha conseguido ser elegido presidente de la Generalitat, pero se encuentra atado de pies y manos por los independentistas. Tendrá difícil además que se le perdone haber llegado al Palau a través del pacto más detestable: el del chantaje. O firmas lo que juraste jamás firmar, o vamos a nuevas elecciones. El responsable de lo sucedido, de las humillaciones que hemos sufrido gran parte de los españoles —se excluyen independentistas y sanchistasno es Illa, sino Pedro Sánchez. Es él quien ha pactado con Puigdemont y con ERC, siguiendo su pauta habitual de negociar y firmar con quien haga falta. Sea lo que sea. Lo que importa es alcanzar los objetivos. 

¿Que se necesitaba a Illa en la Generalitat para que se mencione menos, o no se mencione, que el sanchismo acumula fracasos sucesivos? Pues se pone en marcha la maquinaria monclovita para lograrlo. Illa estaba en condiciones de salvar los muebles con su mayoría pírrica en las elecciones de hace un mes; a través de acuerdos, por indeseables que fueran, esa mayoría pírrica se podía convertir en entrada triunfal en el Palau de la Plaza de San Jaume. Así que se habla con los independentistas para ver cuál es el precio a pagar y se paga. Punto. Aunque ese precio sea muy alto, aunque se discrimine a los españoles en función de su lugar de nacimiento o residencia, aunque se quiebre la igualdad, palabra que tan frívolamente pronuncian los sanchistas y tan profundamente desprecian. 

Este agosto está siendo difícil de soportar. Desde el Gobierno se ha primado una vez más la política que menos respeta los principios democráticos, se siguen despreciando decisiones judiciales, se ha cedido de nuevo ante quienes jamás se debe ceder… y Carles Puigdemont ha metido un gol a España por toda la escuadra. Con el beneplácito de Moncloa. Y que no nos vengan con la historia de que contaba con ayuda en los mossos, que no se le detuvo cuando pronunció su discurso para no crear un altercado público de imprevisibles consecuencias, que si tal y que si cual. 

Nunca España ha sido más país de pandereta que estos últimos días. Puigdemont cruzó la frontera cuando quiso y por donde quiso; cenó con su amigo Turull porque a ninguno de los centenares de profesionales a los que se instruyó para detectar a Puigdemont se le ocurrió vigilar a su hombre de confianza; paseó por Barcelona, se subió a un estrado para pronunciar una soflama antiespañola, se bajó del estrado para dirigirse hacia el Parlament y a los 20 metros dio esquinazo a quienes podían seguirle y se metió en un coche que le esperaba. Le salvó un semáforo en verde, dijeron los mossos. Mejor que no hubieran dado explicaciones, porque el ridículo ha sido de los que hacen historia.

Puigdemont volvió a cruzar la frontera sin problema y de nuevo se ha instalado en Waterloo. ¿Y Sánchez? Pues se irá de vacaciones con la satisfacción de misión cumplida: Illa en la Generalitat, Puigdemont en casa, y la culpa del fiasco es de los mossos. 

«¿Seguirá su mujer recibiendo un magnífico salario de la administración de Illa, como presentadora de un programa de televisión?»

Hay que ser muy inocente, o muy crédulo, para no ver la larga y nociva mano de Sánchez en el viaje de ida y vuelta de Puigdemont. El gran mentiroso y engañador del Reino ha matado varios pájaros de un tiro: coloca a Illa en la Generalitat, pero deja la puerta abierta a que Junts mantenga el apoyo parlamentario al Gobierno de Sánchez, porque Puigdemont le debe una. O dos, o una docena de favores. El acuerdo fiscal, que se lo apuntan el inquilino de Waterloo y ERC, aunque están a matar entre ellos. También le debe Puigdemont que los independentistas lo ven ahora como un héroe porque se ha carcajeado de los españoles. Y le debe asuntos menores que faltan por conocer, pero que Puigdemont da por aceptados.  

Por ejemplo, ¿Qué pasará con Waterloo, quien va a pagar el pedazo de chalet en el que reside desde hace casi siete años, al que llama casa de la república catalana? ¿Seguirá su mujer recibiendo un magnífico salario de la administración de Illa, como presentadora de un programa de televisión? ¿El Parlamento catalán mantendrá el sueldo a Puigdemont si no ocupa el escaño? Se admiten apuestas.

Una buena noticia para finalizar. Salvador Illa ha nombrado conseller para las relaciones con Europa a Jaume Duch, probablemente el funcionario español de la UE —por oposición— más influyente en las instituciones europeas. Conoce a todo el mundo y todo el mundo le conoce a él. Y por supuesto lo conocemos bien los periodistas, como portavoz del Parlamento Europeo primero y después como Director General de Comunicación del PE. Grandísimo profesional, muy cercano de trato, siempre eficaz, y muy significado en Bruselas por su posición contraria al independentismo.  

Tengo la certeza de que Duch no va a ser abducido por el sanchismo, como ha ocurrido con personas de trayectoria impecable que defienden ahora lo que juraron que nunca podrían admitir.  Con Jaume Duch no me voy a equivocar. Como no me equivoqué cuando dije que Óscar Puente era un bocazas. Me quedé corta, además de bocazas es torpe hasta decir basta. 

Solo a él se le ocurre dar la razón a quienes dicen que Sánchez controla el Tribunal Constitucional y lo utiliza contra el Tribunal Supremo. El inefable Óscar Puente ha arremetido contra el TS por no aplicar la amnistía a Puigdemont… pero ha advertido que lo arreglará o corregirá el Constitucional. ¿Cómo es eso de que España se asemeja cada vez más a una república bananera? Entre ZP y Puente nos están dejando para el arrastre.

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