THE OBJECTIVE
Dante Augusto Palma

Un escándalo argentino sacude a España

«Los que siempre se apresuraron a juzgar antes e independientemente de lo que diga la Justicia, ahora piden prudencia e, incluso, pruebas»

Opinión
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Un escándalo argentino sacude a España

El expresidente argentino, Alberto Fernández, en actitud afectuosa con Pedro Sánchez durante su último viaje oficial a España. | Alejandro Martínez Vélez (Europa Press)

El escándalo que ha rodeado en los últimos días al expresidente argentino Alberto Fernández ya ha empezado a agitar la política española. A una polémica en torno a la edición que el diario El País hiciera de la entrevista exclusiva que el exmandatario le otorgase, le siguió un posteo de Díaz Ayuso apuntando al doble estándar del feminismo español y, luego, una respuesta desde la cuenta del PSOE de Madrid.

Si tomamos en cuenta que Alberto Fernández, además de la afinidad ideológica, tiene una relación personal de amistad con Pedro Sánchez, hasta el punto de que se llegó a rumorear que estuvo cerca de ser su asesor; y que el propio expresidente dejó trascender estar recibiendo un estipendio mensual de 7.000 euros de parte de la Universidad Internacional de La Rioja (algo luego negado por la propia Universidad), es de esperar que las repercusiones en España sean cada vez más importantes. Sumemos a esto otra relación de amistad, en este caso, con Irene Montero, quien fuera recibida en noviembre de 2022 en la Casa Rosada como toda una estrella, y que, al momento de escribir estas líneas, permanece en silencio.

Para quienes no están al tanto, en el marco de una causa donde se sospecha que el expresidente habría favorecido con un negocio millonario de seguros al esposo de su secretaria, fueron encontradas, en el móvil de esta última, fotos de la exesposa del presidente, Fabiola Yáñez, con golpes en el brazo y en un ojo. Si bien en un primer momento ella desistió de hacer la denuncia, luego cambió de parecer y, desde ese momento, la política argentina entró en estado de conmoción.

Es que a la gravedad del hecho en sí se le agrega que, durante sus cuatro años de mandato, Alberto Fernández, había declarado «El fin del patriarcado» y ser «El primer feminista». Lo cierto es que más allá de las sobreactuaciones o las declaraciones altisonantes, la «agenda de género» había sido el eje de su Gobierno y el activo que solía reivindicar aun cuando parte de su propio espacio advertía que una de las razones de la derrota electoral a manos de Milei, fue, justamente, la desatención de la agenda del peronismo clásico en detrimento de la agenda woke del feminismo queer. Mucho Todes y poco Todos.

Este punto es especialmente sensible porque además de la denuncia de violencia física, verbal y psicológica que ha llevado a que la Justicia establezca una orden de restricción de acercamiento y contacto, en su declaración en la Embajada argentina en Madrid, ciudad en la que Fabiola Yáñez reside desde hace unos meses, la exesposa denunció que Fernández la indujo a realizarse un aborto que, por aquellos años, era ilegal en Argentina. Pero no conforme con eso, la exesposa del expresidente hizo un agregado fundamental de fuerte simbolismo.

«La exmujer ofreció a la Justicia vídeos donde se observaría al expresidente teniendo sexo con mujeres en la residencia oficial»

Efectivamente, indicó que, tras uno de los episodios de violencia, aquel que le dejó secuelas por varias semanas en un ojo y en uno de sus brazos, acudió a pedir ayuda a la ministro de Mujeres, Géneros y Diversidad quien, según la declaración, no solo ocultó el hecho, sino que tampoco puso a disposición de la denunciante todos los instrumentos legales que el ministerio ofrecía ante casos como estos. De haber sido así, habría una prueba contundente de aquello que suelen criticar sectores de derecha y liberales acerca de la instrumentalización política que realiza la izquierda de la agenda de género.

A su vez, tras la acusación por los golpes, llegó, como suele ocurrir, el morbo. Porque al delito en sí se le han agregado un sinfín de aspectos probablemente no judicializables, pero vinculados a la reputación, la moral y al honor del exmandatario. Por lo pronto, su exesposa declaró en sede judicial que la engañaba constantemente con distintas mujeres y sistemáticamente con la community manager de la cuenta oficial del perro del expresidente (sí, leyó bien); además señaló que el expresidente era asiduo consumidor de alcohol y marihuana; incluso la exmujer ofreció a la Justicia vídeos donde se observaría al expresidente teniendo sexo con mujeres en las dependencias oficiales de la casa de gobierno y/o en la residencia oficial; y se hicieron públicos otros vídeos personales, filmados en privado por el expresidente, con una famosa panelista de TV, presumiblemente alcoholizada, en la Casa de Gobierno, la cual lo había visitado asiduamente durante los tiempos de la pandemia, tal como quedó acreditado en los registros oficiales.

Asimismo, y ya que mencionamos al perro, Fabiola Yáñez denunció algo que, a falta de categorización, quizás alguien ose llamar «violencia vicaria animal»: afirmó que Fernández la obligó a desprenderse de su perro Calabaza, perteneciente a la raza Pomerania, porque no se llevaba bien con el perro del expresidente, un collie de pelo largo llamado Dylan (como homenaje a Bob), y porque sería, en opinión del expresidente, «un perro de puta».

Las primeras manifestaciones en la esfera pública española han seguido el particular derrotero que han tenido en Argentina. Es que este caso ha producido un sorprendente viraje en algunas posiciones: la derecha, que siempre había denunciado al «yo te creo, hermana» como una violación de los derechos constitucionales, asumió inmediatamente como cierto el relato de la presunta víctima y condenó al presunto victimario. Más allá de que la evidencia parece ser abrumadora, un ejercicio de coherencia obligaría a esperar los tiempos de la Justicia.

«El expresidente argentino, con tan buena sintonía con el Gobierno de Sánchez, deberá presentarse a declarar»

Por su parte, la izquierda e importantes referentes del feminismo tanto en la academia como en los medios, de repente recuperaron la memoria y volvieron a hablar de presunción de inocencia, advirtieron de los peligros de la inversión de la carga de la prueba y, luego de mucho tiempo, admitieron que, en tanto parte del género humano, una mujer, al igual que un varón, puede mentir. Los que siempre se apresuraron a juzgar antes e independientemente de lo que diga la Justicia, ahora piden prudencia e, incluso, pruebas.

Las próximas semanas serán clave para conocer el sendero por el que continuarán las dos causas que golpean directamente al corazón de la narrativa de Fernández, quien, tras una mala gestión en lo económico, se jactaba de no tener causas de corrupción (como su «enemiga íntima», su exvicepresidente Cristina Kirchner) y de haber sido el Gobierno de la «ampliación de los derechos civiles» para mujeres y diversidades. El expresidente argentino, con tan buena sintonía con el Gobierno de Sánchez, deberá presentarse a declarar y confirmará, o no, lo que deslizó en trascendidos y en la entrevista con El País, aquella que, según indicaron periodistas argentinos, habría sido publicada tres días después de lo previsto por presión de la editora de género del diario.

Las consecuencias prometen hacerse sentir a uno y otro lado del Atlántico.

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