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Jorge Vilches

Votar a los 16

«A la pregunta de a quién le interesa reducir la edad electoral la respuesta es al PSOE y a sus dos socios de la izquierda independentista: ERC y Bildu»

Opinión
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Votar a los 16

Imagen de archivo de una urna electoral.

Una ministra de Sánchez -da igual el nombre, para qué-, ha dicho que es necesario ampliar el voto a los jóvenes de 16 años. La psicología nos dice que a esa edad el cerebro es inmaduro y emocional. Cierto, pero como el de muchos adultos. Su formación intelectual es insuficiente o deficiente. Bien, al igual que buena parte de los mayores. Es más; la capacitación para votar se abandonó hace más de cien años porque un diploma universitario no asegura el buen voto o voto racional. Entre otras cosas, se desechó porque nadie con dignidad es capaz de distinguir un buen voto de otro malo

Si tomamos este debate como una discusión sobre la capacidad neurocientífica para votar, desviamos la atención. Lo importante de esto es saber quién lo propone, por qué y qué consecuencias puede tener en la vida política y para el sistema. 

Antes de nada voy con los argumentos a favor que están pululando. El argumento que defiende su urgencia para incorporar a los jóvenes a la república, sin pensar en la fragilidad de la república, es populista y descerebrado. La idea de que sirve para evitar la «gerontocracia» es una memez propia de la Súper Pop. España es el segundo país de la UE con los políticos más jóvenes que, a su vez, son elegidos por esos ancianos. Se da así la paradoja de que los jubilados, el 30% del electorado, y más participativo, vota a políticos que tienen una media de 40 años. 

Pero hay más: en las últimas elecciones, el PSOE y el PP se repartieron a la mayoría de los nuevos votantes, es decir, igual que los mayores. En el resto de Europa esto es distinto. En Italia los nuevos van a la extrema izquierda, mientras que en Francia y Alemania a la extrema derecha. La AfD ha subido cinco puntos entre los votantes de 16 a 24. Y en Francia, el partido de Marine Le Pen es el más votado en la franja de 18 a 24 años. En España, Sumar y Podemos no lo rentabilizan. Por eso la propuesta aquí es del otro extremista de izquierdas, el PSOE. Por la derecha española, Vox sigue fuerte en su voto joven, con un 12%, dos puntos menos que el PP, aunque le ha salido un competidor, Alvise, con un 9,8%, que domina las redes, medio de información elegido por esos jóvenes. 

Esa reducción de la edad para votar beneficiaría también a ERC y a Bildu. De hecho, en el País Vasco, los bilduetarras son la opción ecoprogresista para los jóvenes. Esta medida, por tanto, haría que creciera el nacionalismo de izquierdas en ambas comunidades, lo que aumentaría sus grupos parlamentarios en detrimento del PNV y Junts, que ayudarían al PSOE en el Congreso. Está todo pensado. Por cierto, ERC ya presentó la iniciativa en 2016, aunque no se discutió, y en 2020, pero fue rechazada por Sánchez. 

«Los efectos para la vida política, serían dos: infantilismo y polarización»

En consecuencia, a la pregunta de a quién le interesa reducir la edad electoral la respuesta es al PSOE y a sus dos socios de la izquierda independentista. Son bolsas de votos en principio más asequibles para ellos por ser más susceptibles de tragarse la demagogia sentimental de la «justicia social» o del «otro mundo es posible», o de no pensar de dónde sale el dinero para el «salario mínimo vital» o los «bonos culturales», o las promesas de vivienda y transporte «gratis», o de ser «patriotas constructores de un Estado-nación». 

Esto último contesta a la pregunta de los efectos para la vida política, que serían dos: infantilismo y polarización. Es evidente que la política está infantilizada no solo en su discurso sino en su quehacer diario debido, en gran parte, a la idolatría del Estado omnipresente y todopoderoso, y a la labor doctrinal de los medios educativos y de comunicación. Este fenómeno sentimental se ha producido en Europa y en Estados Unidos, lo que, unido al wokismo, al populismo y a la polarización, ha convertido nuestra vida pública en algo incómodo. En este sentido, la reducción de la edad mínima para votar aumentará este malestar para los que piensan que vivir en comunidad es la garantía tranquila de la libertad. 

¿Vamos a verlo pronto? Sí, lo siento. El Parlamento Europeo aprobó una resolución en mayo de 2022 para unificar criterios de los países miembros en cuanto a la edad para votar. Ya funciona en Austria, Bélgica, Malta y Alemania para determinadas convocatorias. En Grecia, el izquierdista Tsipras lo redujo a los 17 en 2015, y cuatro años después ganó la derecha. En Hungría con 16 si el votante está casado. En Croacia y Eslovenia votan si está trabajando. Todo nos encamina a que en España empiecen votando en las elecciones locales o europeas, y el último paso, como en otros países, sea en las generales. 

¿Esto va a mejorar nuestra vida pública? No. Los defensores de la reducción de la edad electoral sostienen que vivifica el sistema, y hace a esos ciudadanos más responsables. Ninguna de estas dos cosas es demostrable porque no existen registros que las avalen. Tampoco está visto que, por ejemplo, el paso de una dictadura a una democracia convierta a las personas en mejores ciudadanos. O, al revés, que de una democracia no salgan líderes y opciones con pulsión totalitaria que nieguen la libertad o los derechos de los demás. De hecho, ahí está Pedro Sánchez, el jefe de Gobierno más autoritario desde 1978.

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