THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

España, un país sin autoestima

«Nos deslizamos hacia una república bananera ante nuestra impasibilidad y estaría bien poner pie en pared antes de que el Estado de derecho desaparezca»

Opinión
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España, un país sin autoestima

El 'expresident' Carles Puigdemont. | Archivo

En Barcelona decimos «roda al món i torna al Born» que significa que después de viajar por el mundo, uno vuelve a sus orígenes. Me parece bastante certero ya que, tras estar en muchos países he llegado a la conclusión de que España es, junto con Italia, uno de los mejores lugares para vivir y no solo por los tópicos del clima y la comida, que también, si no por nuestras costumbres civilizadas como tomar el vermú –aperitivi en Italia- y, sobre todo, por las relaciones humanas. Hace unos días me lo comentaba un amigo alemán, preocupado por sus padres ya mayores, que me decía que no sabía la suerte que teníamos en España con nuestras redes familiares y sociales de las que ellos carecen.

Sin embargo, creo que no valoramos suficiente nuestro país y que esta baja autoestima nacional es la que permiten que sucedan cosas como el esperpento que hemos vivido con Puigdemont. Después de siete años en Waterloo, el célebre prófugo catalán regresó al Born, en este caso literalmente ya que es en el barrio en el que dio un mitin del que había anunciado lugar y hora. Si tenemos en cuenta que había una orden de detención y que llegó por su propio pie, nada más fácil que cumplir con el mandato judicial, pero para sorpresa de algunos, se fue tal y como llegó. Y digo de algunos porque el día antes yo había comentado con amigos que me imaginaba que se pondrían todos caretas para jugar al despiste y que no se produjera la detención. Y me quedé cerca, porque utilizaron sombreros.

Es decir, si yo, que soy filóloga y no tengo ningún tipo de relación con las FCSE ni con el CNI, tenía claro que iba a pasar algo así, no es ni medio creíble que no hubieran contemplado esta opción. También es verdad que las explicaciones que dieron al día siguiente están al nivel de la excusa «no puedo porque tengo que bañar a mi pez», con la ya célebre fase semafórica o afirmar que no lo detuvieron porque caminaba demasiado rápido. Cabe recordar, además, la caída de wifi que sufrieron todos los miembros del Gobierno, que no tuvieron a bien comentar nada sobre la tocata y fuga de Puigdemont. La misma ignominiosa ausencia de mensajes, por cierto, que ante el asesinato de un crío de 11 años o los 17 apuñalamientos en 15 días en Cataluña por parte de los que montaron un escándalo por el bulo del culo o por los cánticos de unos mastuerzos.

No conozco a nadie que crea que la supuesta fuga no estuviera pactada por lo que me parece demoledor que esto no haya sido un escándalo mayúsculo que subleve a la población. Que sí, que entiendo que es agosto –la fecha no fue elegida al azar- y que todo el mundo está harto de la política en general y del tema catalán en particular, pero no puede ser que aceptemos sin más que los políticos tengan privilegios y estén por encima de las leyes y de las resoluciones judiciales.

Y no es el único escándalo que debería haber hecho caer al Gobierno y que no ha merecido la atención del respetable y me refiero a los mangoneos de la familia presidencial, esos Ceauşescu de Hacendado que moran en la Moncloa. Elena Ceauşescu era una técnica de laboratorio que tras llegar su marido al poder se sacó Ingeniería Química en dos años, defendió su tesis doctoral a puerta cerrada sin admitir preguntas y a partir de ahí su carrera subió como la espuma. Les suena, ¿verdad? He de decir, en honor a la rumana, que vale, era una académica de palo, pero al menos escogió una disciplina seria y no eso tan vendeburras del fundraising y de la transformación social competitiva

«No deberíamos aceptar bajo ningún concepto que una señora dirija un máster del que no podría ser ni tan siquiera alumna»

Al margen de que Begoña Gómez sea condenada o no por algún delito, como país no deberíamos aceptar bajo ningún concepto que una señora dirija un máster del que no podría ser ni tan siquiera alumna por no ostentar ningún título. Y eso por no hablar del oprobio de que alguien con una trayectoria universitaria real acabe de codirector comparsa de alguien que no ha sido capaz de obtener ninguna titulación reglada y que consta como directora de una cátedra.

Para muchas familias supone un gran esfuerzo enviar a sus hijos a la universidad y ni les cuento pagar un máster, por lo que quienes accede a los estudios superiores deberían obtener una educación al más alto nivel y no recibir clases y ser evaluados por una persona que, insisto, ni tan siquiera podría acudir como alumna. En un país con un mínimo de autoestima, esto hubiera sido más que suficiente para que su enamorado marido dimitiera, pero aquí todo lo que tenemos es una campaña de victimismo.

Y lo que te rondaré, morena, porque lo de Begoña se va a quedar en una simple horterada comparado con lo del hermanísimo, ese director de orquesta de obra ignota que posee un piso en Madrid, otro en San Petersburgo, un palacete en Elvas, 1,4 millones de euros en acciones del BBVA y un pellizquito de 115.000 euros en cuentas bancarias. Y todo esto, trabajando supuestamente en una Diputación de Badajoz que no sabía ni por dónde caía y viviendo en Portugal para que sus impuestos no vayan a la Educación y la Sanidad que nos deberían proporcionar el Gobierno de su hermano. 

Y parece que la próxima temporada de este culebrón viene fuerte con la aparición estelar de un nuevo personaje: una japonesa de nombre Kaori Matsumoto, pareja del hermanísimo, y a la que han colocado convenientemente en Madrid en un puesto de la ONU creado ad hoc para ella. Nuestro país se está deslizando hacia una república bananera ante nuestra impasibilidad y no quiero sonar a libro de autoayuda, pero estaría bien subir nuestra autoestima nacional y poner pie en pared antes de que nuestro Estado de derecho desaparezca del todo.

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