El humo de Pedro Sánchez
«El presidente puede presumir de haber conseguido un año en el poder a cambio, sobre todo, de regalar una ley de amnistía a Puigdemont»
El panorama con el que se encuentra Pedro Sánchez este mes de septiembre no es, seguramente, el ideal para él. Pero tampoco le es desconocido. Entraba en sus planes. De momento, puede presumir de haber conseguido un año en el poder a cambio, sobre todo, de prometer y regalar una ley de amnistía a Puigdemont.
Otro de los objetivos prioritarios de Sánchez era el de conseguir para Salvador Illa la presidencia de la Generalitat. Para ello también había que plegarse a las demandas de ERC y de nuevo lo hizo. Una soberanía fiscal para Cataluña en un pacto por escrito. Algún día habrá que reconocer la capacidad literaria de todo lo que firma el Gobierno de Sánchez, donde sólo se sabe que no se sabe qué significa lo que pone.
Este acuerdo tiene una música y una letra que suena a concierto. Para todo el mundo, menos para Sánchez y sus seguidores, que siguen sincronizando sus ideas y declaraciones en función de lo que dice el líder.
«Para Feijóo y todos los presidentes autonómicos populares también es un concierto injusto, ilegal y que rompe la solidaridad de las comunidades»
Y el líder dice que no es un concierto, solo una financiación singular y solidaria. Pero pasa el tiempo y todos, incluido el otro firmante, ERC, intentan saber con exactitud los detalles del acuerdo fiscal. Los de Aragonès siguen diciendo de puertas para afuera que es un concierto, pero saben que un pacto con Sánchez «dura lo que dura un hielo en un whisky on the rock», que decía Sabina.
Para Feijóo y todos los presidentes autonómicos populares también es un concierto injusto, inconstitucional y que rompe la solidaridad de las comunidades. Una declaración de guerra porque temen que sea una maniobra para dañar su maniobrabilidad al recortarles los ingresos y, por tanto, limitarles su tendencia a bajar impuestos y que dañaría sus políticas sociales, lo que terminaría en malestar y protesta de los ciudadanos contra sus gobiernos autonómicos y no tanto contra el central.
Esa menor capacidad financiera también la sufrirían los territorios de varios de los socios nacionalistas que llevaron a Sánchez a la presidencia como Compromís, La Chunta, BNG o Coalición Canaria. A todos ellos también les huele a concierto y, por tanto, a menos dinero para sus comunidades y más impuestos para sus ciudadanos.
«Ábalos ha avisado de que votará en “conciencia” la propuesta de conceder “soberanía fiscal” para Cataluña»
Ni siquiera gusta al PNV que teme que las revueltas generalizadas contra el «concierto catalán» puedan dañar de forma colateral al suyo y al secretismo con el que siempre negocia con los sucesivos gobiernos de Madrid, del PSOE, pero también del PP. Cupo cuya fórmula nadie sabe exactamente desde hace casi dos décadas, en un proceso sin trasparencia, impensable en cualquier país democrático del mundo. Nunca han querido que se sepa para no despertar o aumentar el malestar del resto de comunidades españolas, que lo que sí saben es que al final subvencionan de alguna forma a esas dos comunidades ricas. Lo último, los déficits vasco y navarro de la Seguridad Social que ahora se pagan con fondos de los presupuestos generales en cuyos ingresos ellos aportan nada o lo mínimo.
Y por si faltaba algo, o alguien, en este panorama tan complejo para sacar adelante la independencia fiscal de Cataluña, el caso Koldo y la auditoría inquisitorial, paralela a la causa penal de la justicia, del ministro de Transportes, Óscar Puente, contra su antecesor, José Luis Ábalos, que ha hecho que este se plantee dar por terminada su «actitud seguidista» con el grupo socialista, avisando de que votará en «conciencia» la propuesta de conceder «soberanía fiscal» para Cataluña.
Incluso para los barones y líderes autonómicos socialistas el acuerdo tiene «pestazo» a concierto. No sabemos cuantos diputados socialistas seguirán el ejemplo de Ábalos. De momento los socialistas aragoneses ya han dicho que no. El malestar entre los socialistas es muy elevado. Y pese a esa disciplina prusiana que le impide a los diputados, no ya votar, sino incluso declarar públicamente ninguna crítica, esta última maniobra de Sánchez que rompe la esencia de la igualdad y la solidaridad de los españoles puede hacerles estallar. Ninguno ha sido capaz hasta ahora de romper la disciplina del voto del grupo parlamentario socialista, tal y como hiciera Sánchez y, por cierto, todos los diputados del PSC, en aquella investidura de Rajoy en 2016 que acabaría por costarle a Sánchez la secretaría general del partido. Ellos sí la rompieron. ¿Harán lo mismo los diputados aragoneses o castellanos manchegos?
Es difícil que salga este pacto fiscal adelante. No saldrá. Junts no olvida agravios y lo va a dejar claro en unos presupuestos generales que parecen imposibles. Pero no olvidemos que Sánchez es capaz de mentir incluso cuando miente. El pacto fiscal singular con Cataluña es constitucionalmente imposible que salga adelante. Los requerimientos legales son tan complejos que son imposibles de superar en el actual contexto de votos.
«Si hace falta decir ahora que el concierto no es concierto para contentar a los suyos y en paralelo intentar sacarlo adelante para contentar a ERC, se dice»
Sánchez lo sabe. Y sabe que no será solo sacar este pacto o los presupuestos generales. Cualquier proyecto será un infierno. Lo sabe desde hace un año. Confía en la disciplina de los suyos, pero a la vez ha ido absorbiendo el programa de Sumar. Una plataforma que ha renunciado de facto a todo su ideario con tal de mantenerse en el gobierno. Lo mismo le ocurrió a Podemos y ahora rozan la extinción. Todo ese voto a la izquierda del PSOE es el que le permite a Sánchez equilibrar el que pierde por un centro izquierda cada vez más lejano y que necesita recuperar urgentemente. Por eso necesita humo y más humo que ciegue los ojos ante las mentiras y contradicciones con las que gobierna este presidente y les inhale el miedo a la derecha.
Si hace falta decir ahora que el concierto no es concierto para contentar a los suyos, se dice. Y en paralelo, si hay que intentar sacarlo adelante para contentar a ERC, se intenta. Humo. Sabe que no saldrá, pero así dirá que no es culpa suya. Es lo mismo que con la amnistía. En el fondo sabe que es inconstitucional, y que incluso con la propia redacción de la ley no podía dejar de ignorar que no se podía amnistiar la malversación. Ahora acusan a los jueces de algo que ya sabían y que además les viene bien. Más humo.
No es de extrañar ahora el humo que está lanzando con la inmigración ilegal. Durante años se ha movido entre la molicie de no legislar ni reaccionar para evitarla. No hizo nada para distribuir las cargas justamente entre todas las comunidades, que se lo coman Canarias, Ceuta y Melilla. Ha gobernado con desidia y cinismo para mirar a otro lado cuando han ocurrido tragedias como las muertes de las vallas de Melilla. Y por encima de todo, el pánico a Marruecos (algún día sabremos por qué). Dijo tras la entrega del cambio de posición con el Sáhara que eso garantizaba los flujos migratorios (lo que nunca ha pasado cuando Mohamed VI se enfada por algo). Por último, pero siempre presente, la táctica de que, ocurra lo que ocurra, se ataca e insulta a la oposición y se le llama racista y xenófoba.
Ahora Sánchez hace una extraña gira por tres países africanos y lanza más humo. Reconoce que hay que devolver a sus países a los inmigrantes ilegales y a la vez tasa en caso medio millón de inmigrantes legales las necesidades del mercado laboral español.
Nunca el humo tuvo tanto peligro. Es el mayor efecto llamada que se haya hecho nunca, pero ningún país. Más allá de los que vengan legalmente, nadie podrá decirles a los que se juegan su vida en cayucos, que no pueden ser ellos parte de ese medio millón. Efecto llamada muy peligroso. Y lo peor de todo, es que también es humo prelectoral.
Porque ese es el fondo de todo. Humo en todos los sentidos por si hay que convocar elecciones y para poder siempre decir en campaña que se dijo una cosa, aunque se hiciera la contraria. Es el humo de Sánchez.