Vox, PSOE y la inmigración
«El problema para Vox es que su maquinaria bélica es muy pequeña. Si pierde esa guerra, se habrá quedado sin el único flotador con el que se tiró al mar»
Vox adoptó una estrategia electoral muy arriesgada que, a la postre, se ha ido al traste. Los de Abascal pensaron que el tema de nuestro tiempo, lo que movilizaría de forma transversal a la sociedad, era la inmigración. El sentimiento de que la cultura occidental se iba por el sumidero por la llegada masiva de irregulares, con sus creencias, costumbres y delitos, iba a ser tan poderoso que si Vox lo defendía en exclusiva barrería en las urnas.
Esto llevó a Vox a romper con los gobiernos del PP en las autonomías donde habían negociado programas que nada tenían que ver con la inmigración. La excusa fueron los «menas», que era ideal para el objetivo aunque fueran muy pocos. El caso era significarse, apropiarse del tema, y usar las noticias (verdaderas o no) para denunciar al resto de partidos, en especial al PP, y pedir el voto. Es una estrategia electoral como otra cualquiera, para la supervivencia de la oligarquía de un partido, y que se tomó de espaldas a sus representantes locales y a sus votantes.
El plan llevó también a que Vox se separase de Meloni, una de las líderes del conservadurismo europeo, que tiene ahora en el Gobierno una política beligerante con los irregulares, pero no demagógica y catastrofista. La resolución era arriesgada para Vox, porque eso obligaba a sus seis europarlamentarios a unirse a «Patriotas por Europa», el grupo pro Putin, junto a partidos que apoyaron a Puigdemont y su golpe de Estado en Cataluña. La foto chirría, la verdad. Es una maniobra comprometida, pero la dirección de Vox debió decir entonces la frase que Abascal tomó de Blas Piñar: «Sin miedo a nada y a nadie». Aunque creo que lo único que temen es a las urnas vacías de papeletas con su logotipo.
El caso es que en los últimos diez días han pasado dos cosas que llevan a pensar que esa estrategia electoral de Vox puede fracasar. No se alarmen. Todos los partidos viven denodadamente para ganar votos, y el que diga lo contrario miente como un sanchista. El primer aldabonazo fue el cambio del socialdemócrata alemán Scholz que, visiblemente enojado por la inseguridad provocada por los irregulares, dijo que iba a acelerar y aumentar las expulsiones.
El segundo episodio de estos días es más inquietante aún para Vox. Resulta que Pedro Sánchez ha tomado una decisión que la dirección de la calle Bambú no había previsto. Para explicarlo tomo el titular de un periódico sanchista como eldiario.es (29.08.2024): «Sánchez endurece su discurso contra la inmigración irregular y estrecha la cooperación con los países de origen». Vaya. Vamos con otro de El País (30.08.2024): «España realizó más de 2.500 expulsiones de migrantes en el primer trimestre, el quinto país de la UE con más expulsiones». Vamos, que Sánchez pensó siempre que había que echar a los irregulares y está en la vanguardia europea de las expulsiones.
«En cuanto a la narrativa es evidente que el PSOE es el campeón mundial en la creación de relatos, especialmente desde la llegada de Pedro Sánchez»
Si dejamos fuera toda la retórica del PSOE y Vox contra el PP, que tampoco es que tenga un plan milimétrico y luminoso sobre el tema y tira balones a Bruselas, estamos hablando sencillamente de relato y cuentas electorales.
En cuanto a la narrativa es evidente que el PSOE es el campeón mundial en la creación de relatos, especialmente desde la llegada de Pedro Sánchez. Ha sido capaz de mentir y cambiar de discurso cuántas veces ha necesitado sin problema alguno, generando siempre una historieta que ha colado entre sus votantes. A esto ha contribuido el equipo de opinión sincronizada en los medios de comunicación. Lo han hecho con Podemos, ETA, Bildu, Puigdemont, la amnistía, la ley trans, la ley del solo sí es sí, y tantas otras cosas que volverán a hacerlo con la inmigración.
Esta es una habilidad de la que carecen el PP y Vox, que son más lentos y predecibles, incapaces de fraguar un gran relato sobre nada, ni de tener esa tropa mediática coordinada. También es cierto que sus votantes son más recelosos, en gran medida por ese fondo liberal que incita a desconfiar de todo Estado, Gobierno, partido y cargo público. Por eso, si el PSOE decide ganar la batalla del relato antiinmigración irregular a Vox ganará. Da igual que el partido de Abascal avisara primero, porque eso no da todos los votos que calculaban al principio.
Vamos con las cuentas electorales. El PSOE siempre está pensando en ganar votos donde los ha perdido o no los tiene. El resto le da igual. Es su ventaja. Tiene una teoría del poder muy simple: todo vale para alcanzarlo y no soltarlo. La situación es que Vox se introdujo en barrios obreros y humildes que antes eran del PSOE. Lo hizo en Barcelona, Madrid, Sevilla, Valencia y otros muchos sitios. Vox desarrolló un discurso que se podía resumir en un «Los españoles, primero». Lo que significa, «Los extranjeros, después». Y si vamos más allá: «Los irregulares, fuera». Es un discurso emocional, que es justo el campo favorito del PSOE y de la izquierda en general: la movilización sentimental.
La batalla por el relato disputándose ese voto se va a producir. El problema para Vox es que su maquinaria bélica es muy pequeña en comparación con la del PSOE. Si pierde esa guerra, en consecuencia, Vox se habrá quedado sin el único flotador con el que se tiró al mar electoral y puede hundirse. Moraleja: nunca hagas una estrategia electoral basada en una sola cuestión que puede ser tomada al asalto por otro más poderoso que tú.