Así laminará Sánchez a los socialistas díscolos
«Sánchez necesita proyectarse como detentador absoluto e indiscutible de los valores y símbolos del PSOE»
Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz
Los que hemos seguido la trayectoria de Pedro Sánchez desde su primer ascenso al poder dentro del Partido Socialista con el marchamo de «candidato moderado» frente al peligroso izquierdista Eduardo Madina, un relato por cierto extendido por las principales cabeceras de la prensa y del que alguna vez sus directores deberían hacer acto público de contrición, sabemos la importancia que para él tiene controlar bajo su puño lo que queda del partido cuya marca tomó al asalto para llegar a la Moncloa.
La razón es evidente, mientras que los líderes que buscan obtener mayorías rotundas en las urnas necesitan trascender a sus propias siglas dirigiéndose a la mayoría de la sociedad, especialmente a los sectores más moderados de la misma, aquellos que solo buscan movilizar a una estrecha franja de la población, como es el caso de Sánchez, necesitan proyectarse como detentadores absolutos e indiscutibles de los valores y símbolos de la marca bajo la que se presentan, algo muy complicado de mantener durante largos periodos de tiempo, al menos en democracia.
«Muchos de los líderes locales y regionales que lo alzaron al poder interno están comenzando a cuestionar el concierto catalán, una medida que incapacitaría a la mayoría de ellos a volver a gobernar en sus municipios o comunidades en eones»
Así y a pesar de haber cercenado con su implacable motosierra cualquier tipo de opción de ser siquiera cuestionado internamente, cambiando las reglas de juego históricas de este partido, su insensato juego de supervivencia personal echándose en brazos del independentismo ha logrado lo impensable: que muchos de los líderes locales y regionales que lo alzaron al poder interno estén comenzando a cuestionar el concierto catalán, una medida que incapacitaría a la mayoría de ellos a volver a gobernar en sus municipios o comunidades en eones.
Unos modestos conatos de rebelión que Sánchez, como hemos explicado, ni puede permitirse por motivos estratégicos ni va a tolerar en forma alguna por su propia y enfermiza concepción del poder.
¿Y cómo pretende laminar a los líderes territoriales que han expresado alguna duda respecto al concierto catalán? Tomen nota:
En el PSOE, los procesos congresuales se producen en cascada y de arriba hacia abajo, es decir, comienzan en su estructura federal, pasa por la autonómica, tiene una meta volante en sus estructuras provinciales y finaliza en los municipios.
Esto permite que quien gana la partida a nivel nacional, tiene muchas posibilidades de, desde el poder orgánico de la calle Ferraz, mediatizar el resultado en comunidades, provincias y municipios no solo gracias al aura ganadora que desprende la púrpura de la secretaría general, sino también y sobre todo mediante el mucho más prosaico y efectivo control que esta otorga sobre los censos del partido, ya saben, esas planillas que deciden quién es militante y quién no, quién está al corriente de pago de su cuota y quién no lo está, y sobre todo, qué movimientos de afiliación en los mismos son acorde a los estatutos y cuáles son sospechosos de esconder oscuras operaciones de entrismo.
Una herramienta poderosa que se complementa con otra no menor, que es la capacidad del ganador del congreso federal de situar en su comisión ejecutiva a dirigentes que en lugar de representar la voluntad mayoritaria de sus regiones, pertenecen a la oposición de las mismas, dotándoles de financiación, estructura y legitimidad como para ir socavando a sus líderes territoriales y en algunos casos, incluso sustituirlos.
Por tanto, cuando Sánchez elija su ejecutiva federal, estén atentos a los aragoneses, madrileños, castellano-leoneses, andaluces e incluso castellano-manchegos y asturianos elegidos digitalmente por Sánchez para formar parte de la misma, esos son los elegidos para descabalgar a los actuales líderes regionales.
